Fundación Amén Comunicaciones2024-04-152024-04-152024-04-02http://72.167.44.240:4000/handle/123456789/424https://drive.google.com/file/d/1HHcp-yZGh5_pOKatk2_ydRt-ZqPXHZAT/view?usp=drive_linkTRANSLITERACIÓN REFLEXIÓN PADRE CARLOS YEPES Hemos empezado en firme en esta Pascua, la lectura más o menos continuada del libro de los Hechos o actos de los Apóstoles que nos narra, la historia con algún detalle, del nacimiento de la Iglesia y del cristianismo primitivo, como nos enseña el libro de los Hechos de los Apóstoles, porque nos muestra que en medio de las adversidades y de grandes incomprensiones, la fe se abrió paso entre las distintas sociedades y naciones. En esta oportunidad nos dice el libro de los actos de los Apóstoles, que el apóstol Pedro, dirigiéndose a los judíos con toda autoridad, hablaba de que este Jesús, al que ellos habían crucificado, Dios lo ha constituido Señor y Mesías para la humanidad entera. Es la síntesis de lo que decíamos un poco en estos días, ¡El gran anuncio del evangelio, el kerigma, la columna vertebral del misterio de Jesús!. Es que si Cristo no hubiera resucitado como afirma el apóstol san Pablo, nuestra fe estaría vacía y vaciada, sería sin sentido y de alguna manera nosotros como creyentes, seríamos los hombres más desgraciados de la tierra; pero no, Jesús ha resucitado, por eso invita a su pueblo judío a convertirse, a ser bautizados para el perdón de los pecados, un poco como lo hacía Juan el Bautista. Pero además, a recibir en ese bautismo la promesa de la vida nueva, la promesa del Espíritu Santo para ellos; al final, Pedro los exhorta diciendo: “Tomen distancia frente a esta generación perversa, muestren que ustedes son creyentes de verdad”. Me pregunto yo en el siglo XXI, ¿qué nos diría el apóstol Pedro viendo el desorden moral, la soberbia del ser humano, el vivir de espaldas a Dios?, sí llamó a la gente de su tiempo, generación perversa, ¿qué diría de nuestra generación actual?, y como invita a los creyentes a tomar distancia de esta generación incrédula y a vivir como verdaderos hijos de Dios. El salmo responsorial de hoy nos invita, a reconocer que la misericordia de Dios llena el mundo entero y que los ojos del Señor, están puestos en quienes respetan sus mandatos, para librarlos de las garras de la muerte y reanimarlos en tiempos de hambre y dificultad. Pero ahora pasemos al evangelio, donde María Magdalena, fuera del sepulcro, lloraba inconsolablemente la tumba vacía y quería encontrar supuestamente el cuerpo yerto, el cadáver de Jesús. De pronto ve dos hombres vestidos de ángeles, todos de blanco sentados a la cabecera y a los pies del lugar donde habían depositado el cuerpo de Jesús, y ellos, que parecían ángeles, le preguntan a Magdalena: “¿Mujer, por qué lloras?”. Ella, sin entender lo que ocurría, simplemente dice: “Porque se han llevado el cuerpo de mi Señor y no se dónde lo han puesto”. Seguidamente aparece Jesús glorificado, pero ella no lo reconoce, es más, lo confunde por el hortelano o cultivador del huerto, del jardín, del huerto. Jesús le repite la frase de los ángeles o mensajeros de Dios: “¿Mujer, por qué lloras?, ¿a quién buscas?”. Esta expresión no sólo de los ángeles en el sepulcro, sino del mismo Hijo de Dios glorificado, dirigido a Magdalena hace dos mil años, es la expresión que Dios en Jesucristo nos lanza a nosotros en este siglo XXI y nos dice: ¿Por qué lloramos en la vida?, ¿por qué sufrimos?, ¿qué buscamos en nuestra existencia?, ¿cuál es la obsesión de felicidad, bienestar y plenitud que tenemos, que en el fondo no reconocemos como un hambre de eternidad, una sed de infinito, una búsqueda de plenitud de vida que no sabemos identificar?. Nosotros como Magdalena hace dos mil años, no reconocemos a Jesús y decimos como ella: “Si te has llevado el cuerpo de mi Señor, dime dónde está, que yo lo recogeré”, porque ella confundió a Jesús con el hortelano o cuidador del huerto del jardín; sólo cuando Jesús la llama por su nombre: “María, María”, ella vuelve su rostro y le dice a Jesús: “Rabbuní, Maestro”. Parece que ella se abalanza emocionada, turbada profundamente sobre Jesús, aunque el texto no lo dice de manera explícita, por la respuesta de Jesús lo podemos concluir cuando Él le dice: “No me detengas que todavía no he subido al Padre, pero anda, ve a anunciar”, y es una palabra recurrente en los evangelios de Resurrección: “Ve a anunciar no a los extraños, a aquellos que considero mis hermanos en la fe, y diles, que primero tengo que subir al Padre mío y Padre de ustedes, al Dios mío y Dios de ustedes”. Concluye el evangelio de san Juan, capítulo 20, diciendo, que Magdalena, apresurada, fue a anunciar a los discípulos: “He visto al Señor, he visto al Señor y esto es lo que me ha dicho”. Hoy, cuando tienes tantas búsquedas en tu vida, cuando te preguntas en algún momento de iluminación interior, ¿qué he hecho de mi existencia?, recuerda como Pedro le dice a Jesús: “¿A quién iremos en esta vida, a quién buscaremos?, solo tú tienes palabras de vida eterna”. Nada del mundo, ni en la realeza británica, ni en el hombre de a pie en América Latina, nada de esta tierra es capaz de llenarnos, porque fuimos creados por Dios, con un corazón que no se contenta, no se llena, con los pequeños tesorillos del mundo, sino solamente con la vida nueva que Dios Padre ofrece en su Hijo Jesucristo. Entiéndelo de una vez para todo: la riqueza del mundo, el poder de esta tierra, la fama ante los hombres, el conocimiento de la ciencia, el bien material y tecnológico, nada de este mundo es capaz de llenar la vida como sólo la llena Dios. Deja de buscar la plenitud de tu vida en el lugar equivocado y hoy reconoce que si Jesús resucita dentro de ti, habrás conocido la vida eterna, recordando la famosa expresión del apóstol san Juan: “En esto consiste la vida eterna, la vida en plenitud, en que te conozcan, te experimenten a ti, Padre Dios, y a tu enviado, Jesucristo”. El Señor bendiga tu vida en abundancia en este día, en el nombre del Padre y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.REFERENCIA BÍBLICA DEL EVANGELIO Juan 20, 11-18 LECTURA DEL DÍA Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles Hechos 2, 14. 22-33 El día de Pentecostés, se presentó Pedro, junto con los Once, ante la multitud, y levantando la voz, dijo: “Israelitas, escúchenme. Jesús de Nazaret fue un hombre acreditado por Dios ante ustedes, mediante los milagros, prodigios y señales que Dios realizó por medio de él y que ustedes bien conocen. Conforme al plan previsto y sancionado por Dios, Jesús fue entregado, y ustedes utilizaron a los paganos para clavarlo en la cruz. EVANGELIO DEL DÍA Lectura del santo evangelio según san Juan 20, 11-18 El día de la resurrección, María se había quedado llorando junto al sepulcro de Jesús. Sin dejar de llorar, se asomó al sepulcro y vio dos ángeles vestidos de blanco, sentados en el lugar donde había estado el cuerpo de Jesús, uno en la cabecera y el otro junto a los pies. Los ángeles le preguntaron: “¿Por qué estás llorando, mujer?” Ella les contestó: “Porque se han llevado a mi Señor y no sé dónde lo habrán puesto”. Dicho esto, miró hacia atrás y vio a Jesús de pie, pero no sabía que era Jesús. Entonces él le dijo: “Mujer, ¿por qué estás llorando? ¿A quién buscas?” Ella, creyendo que era el jardinero, le respondió: “Señor, si tú te lo llevaste, dime dónde lo has puesto”. Jesús le dijo: “¡María!” Ella se volvió y exclamó: “¡Rabuní!”, que en hebreo significa ‘maestro’. Jesús le dijo: “Déjame ya, porque todavía no he subido al Padre. Ve a decir a mis hermanos: ‘Subo a mi Padre y su Padre, a mi Dios y su Dios’ ”. María Magdalena se fue a ver a los discípulos para decirles que había visto al Señor y para darles su mensaje. Pero Dios lo resucitó, rompiendo las ataduras de la muerte, ya que no era posible que la muerte lo retuviera bajo su dominio. En efecto, David dice, refiriéndose a él: Yo veía constantemente al Señor delante de mí, puesto que él está a mi lado para que yo no tropiece. Por eso se alegra mi corazón y mi lengua se alboroza; por eso también mi cuerpo vivirá en la esperanza, porque tú, Señor, no me abandonarás a la muerte, ni dejarás que tu santo sufra la corrupción. Me has enseñado el sendero de la vida y me saciarás de gozo en tu presencia. Hermanos, que me sea permitido hablarles con toda claridad; el patriarca David murió y lo enterraron, y su sepulcro se conserva entre nosotros hasta el día de hoy. Pero como era profeta y sabía que Dios le había prometido con juramento que un descendiente suyo ocuparía su trono, con visión profética habló de la resurrección de Cristo, el cual no fue abandonado a la muerte ni sufrió la corrupción. Pues bien, a este Jesús Dios lo resucitó, y de ello todos nosotros somos testigos. Llevado a los cielos por el poder de Dios, recibió del Padre el Espíritu Santo prometido a él y lo ha comunicado, como ustedes lo están viendo y oyendo’’. Palabra de Dios. Palabra del Señor, Gloria a ti Señor Jesús.Crisis existencialLlorarMaría MagdalenaResurrecciónSentido de la vidaSufrirVidaBibliaEvangelio¿Por qué lloras? ¿A quién buscas?María Magdalena