Fundación Amén Comunicaciones2024-04-112024-04-112023-05-26http://72.167.44.240:4000/handle/123456789/415https://drive.google.com/file/d/1wDRzbyCZdLmrj3hlvrJLHh1XrpCbYxq7/view?usp=drive_linkTRANSLITERACIÓN REFLEXIÓN PADRE CARLOS YEPES En el final del tiempo de la Pascua y también en los capítulos finales del libro de los Hechos de los Apóstoles, se nos narra cómo el romano Festo, ante el rey Agripa y Berenice, presentan el caso judicial del apóstol Pablo, acusado por los sumos sacerdotes y los ancianos judíos, que piden la condenación a muerte del apóstol san Pablo. Sin embargo, él respeta las leyes romanas y dice que no se puede condenar arbitrariamente a ningún hombre, si el acusado antes no tiene ocasión de carearse y defenderse frente a sus acusadores. La ley romana, el derecho romano que ha sido un legado para el mundo de Occidente. Pero a renglón seguido afirma, que no ha querido dar largas a este asunto del proceso judicial contra el apóstol san Pablo y que sentado ante el tribunal, ha puesto a los acusadores a que presenten cargos de las supuestas maldades del apóstol Pablo, pero no ha encontrado nada de peso en sus acusaciones, salvo una discusión sobre la religión judía; y hablando de un tal Jesús ya muerto en la cruz, que Pablo sostiene y jura que está vivo. Esta es la fe de nosotros los cristianos, y es así como lo vemos, el muerto más vivo de la historia, el muerto que vive dentro de nosotros, el muerto que ha vencido el mayor poder del mal sobre esta tierra, y por la resurrección que el Padre Dios ha obrado en Él, nos ha abierto un horizonte, un camino y una vida nueva e impensada, insospechada. Finalmente, miramos del otro lado, como el no creyente, el pagano, aquel que no tiene el don de la fe, simplemente mira a Jesús como un hombre bueno, pero que ya murió; al final de semejante discusión, Festo preguntará al apóstol Pablo si quiere que sea juzgado en Jerusalén, y él, apelando la sentencia, decide ser llevado ante el emperador Augusto, para que sea juzgado precisamente en la capital del imperio. Pero pasemos al evangelio de hoy, y también en la recta final del evangelista san Juan, encontramos un texto profundamente humano, cuando Jesús resucitado se encuentra con el apóstol Pedro y varios de ellos, y después de comer, de manera directa y personal le dice a Pedro: “Simón Pedro, hijo de Juan, ¿me amas más que éstos?, Pedro, en su temperamento impulsivo y primario, le responde: “Sí, Señor, tú sabes que te quiero”. La respuesta de Jesús resucitado no se deja esperar: “Si me amas de verdad, apacienta mis corderos, cuida las almas”. Por segunda vez le pregunta Jesús a Pedro: “¿Simón, hijo de Juan, me amas?”, Pedro le contesta: “Sí, Señor, tú sabes que te quiero”, y por segunda vez le dice Jesús: “Pastorea mis ovejas”. En el fondo el amor a Dios en Jesucristo, sólo se demuestra por el amor a las almas, es incoherente el hombre o la mujer que dice, amo a Dios, pero no ama a sus semejantes. Pero por tercera vez, y parece que es la tapa de este interrogatorio, Jesús le pregunta a Pedro: “¿Simón, hijo de Juan, me quieres?”, y Pedro se entristeció probablemente recordando, la triple negación que él había hecho de Jesús, cuando Él había sido apresado en esa noche fatídica, antes de su crucifixión. Pedro entristecido de que le preguntara por tercera vez si lo quiere, le contesta al maestro: “Señor, tú conoces todo”, (como quien dice, Tú sondeas lo profundo de mi alma) “Tú sabes que te quiero”. Jesús le contesta por tercera vez: “Apacienta mis ovejas”. Corderos u ovejas, hombres o mujeres, almas mansas o un poco más fuertes, más tiernas o más adultas, es el llamado del pastor de almas, del discípulo que fue el primer papa de la Iglesia, (el apóstol Pedro) y de todos nosotros en la Iglesia; sólo hay verdadero amor a Jesús, si hay amor por el rebaño. La vida en estos 30 años como sacerdote me ha mostrado, que la fuerza de una vocación sacerdotal o religiosa, no se mide tanto por la intensidad de la llamada, como si por la generosidad de la respuesta, en la entrega diaria, en el sacrificio y en el gastarnos y desgastarnos por los demás. Pero vendrá la parte final del evangelio de hoy, cargado de verdad y un poco de tragedia, cuando Jesús, ante la triple afirmación del amor que Pedro le profesa y de cumplir la misión de apacentar las ovejas, Jesús le dirá con gran certeza: “En verdad, en verdad te digo, cuando fuiste joven tú mismo te vestías, te ceñías e ibas a donde querías, pero cuando seas viejo Pedro, extenderás las manos, otro te vestirá y te llevará a donde no quieras”; y afirmará el evangelista san Juan, que esto lo dice Jesús aludiendo a la muerte con que Pedro crucificado en Roma, cabeza abajo y pies arriba, iba a dar gloria a Dios. Tú y yo, estamos llamados si no a una crucifixión pública, humillante, cruel y dolorosa como la de Jesús, o la de Pedro; sí estamos llamados a cargar la cruz y a entender que no hay verdadero seguimiento del maestro, sin el escándalo del sacrificio, a veces del rechazo y de la oposición de personas cercanas a nosotros. Termina el evangelio diciéndole Jesús a Pedro: “Sígueme”, y es la gran invitación para nosotros, cuando ya vamos terminando en este fin de semana, el tiempo de la Pascua, sigamos a Jesús, y para ello se necesita un amor más alto, un amor más verdadero, un amor cualificado como el de Pedro, cuando Jesús le pregunta: “No necesito que me ames como el común de los demás, necesito que me ames más que éstos”. Sólo así, si amamos más que el común de los hombres, seremos merecedores del seguimiento y de la fidelidad a la vocación, al llamado evangelizador que todos hemos recibido. Que el Señor te bendiga en este día, en el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.REFERENCIA BÍBLICA DEL EVANGELIO Juan 21, 1a.15-19 Lectura del día de hoy Lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles 25, 13b-21 En aquellos días, el rey Agripa y Berenice llegaron a Cesarea para cumplimentar a Festo. Como se quedaron allí bastantes días, Festo expuso al rey el caso de Pablo, diciéndole: «Tengo aquí un hombre a quien Félix ha dejado preso y contra el cual, cuando fui a Jerusalén, presentaron acusación los sumos sacerdotes y los ancianos judíos, pidiendo su condena. Les respondí que no es costumbre romana entregar a un hombre arbitrariamente; primero, el acusado tiene que carearse con sus acusadores, para que tenga ocasión de defenderse de la acusación. Vinieron conmigo, y yo, sin dar largas al asunto, al día siguiente me senté en el tribunal y mandé traer a este hombre. Pero, cuando los acusadores comparecieron, no presentaron ninguna acusación de las maldades que yo suponía; se trataba sólo de ciertas discusiones acerca de su propia religión y de un tal Jesús, ya muerto, que Pablo sostiene que está vivo. Yo, perdido en semejante discusión, le pregunté si quería ir a Jerusalén a que lo juzgase allí de esto. Pero, como Pablo ha apelado, pidiendo que lo deje en la cárcel para que decida el Augusto, he dado orden de que se le custodie hasta que pueda remitirlo al César». V/. «Palabra de Dios». R/. «Te alabamos Señor». Salmo del día de hoy Salmo 103 (102) R/. El Señor puso en el cielo su trono. Bendice, alma mía, al Señor, y todo mi ser su santo Nombre. Bendice, alma mía, al Señor, y no olvides sus beneficios. R/. Como se levanta el cielo sobre la tierra, se levanta su bondad sobre los que le temen; como dista el oriente del ocaso, así aleja de nosotros nuestros delitos. R/. El Señor puso en el cielo su trono, su soberanía gobierna el universo. Bendigan al Señor, ángeles suyos, poderosos ejecutores de sus órdenes. R/. Evangelio del día de hoy Lectura del santo Evangelio según San Juan 21, 1a. 15-19 Habiéndose aparecido Jesús a sus discípulos, después de comer, le dice a Simón Pedro: «Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que estos?». Él le contestó: «Sí, Señor, tú sabes que te quiero». Jesús le dice: «Apacienta mis corderos». Por segunda vez le pregunta: «Simón, hijo de Juan, ¿me amas?». Él le contesta: «Sí, Señor, tú sabes que te quiero». Él le dice: «Pastorea mis ovejas». Por tercera vez le pregunta: «Simón, hijo de Juan, ¿me quieres?». Se entristeció Pedro de que le preguntara por tercera vez: «¿Me quieres?» y le contestó: «Señor, tú conoces todo, tú sabes que te quiero». Jesús le dice: «Apacienta mis ovejas. En verdad, en verdad te digo: cuando eras joven, tú mismo te ceñías e ibas adonde querías; pero, cuando seas viejo, extenderás las manos, otro te ceñirá y te llevará adonde no quieras». Esto dijo aludiendo a la muerte con que iba a dar gloria a Dios. Dicho esto, añadió: «Sígueme». Palabra del Señor, Gloria a ti Señor Jesús.Amor a DiosAmor a las almasEscándalo del sacrificioGenerosidad de la respuestaIntensidad del llamadoPedroPrimer PapaSeguimiento del maestroVocaciónBibliaEvangelio¿Me amas más que estos?¡Apacienta mis cordderos, pastorea a mis ovejas!