Fundación Amén Comunicaciones2024-05-082024-05-082024-05-07http://72.167.44.240:4000/handle/123456789/551https://drive.google.com/file/d/168wezDCj_B1sK6LsH0KtdU-oVvollvGm/view?usp=drive_linkTRANSLITERACIÓN REFLEXIÓN PADRE CARLOS YEPES El episodio que nos presenta hoy el libro de los Hechos de los Apóstoles en el capítulo 16, es poco menos que pintoresco, más allá de la crueldad que señala la persecución del pueblo, el populacho en la ciudad de Filipo, cuando a Pablo y a Silas, con lujo de detalle, nos narra este capítulo 16. Les arrancan las vestiduras, los azotan con varas, los meten en la cárcel y los amarran sujetos los pies en el cepo, de tal manera que humillados, no tengan escapatoria. Pero es pintoresco, porque más allá de semejante crueldad, Pablo y Silas, lejos de amilanarsen, acobardarsen, amedrentarsen, oran cantando himnos a Dios en lo profundo de la medianoche y en la cárcel. De hecho, afirman que los demás presos los escuchaban, (esto indica que oraban y cantaban a todo pulmón). Nos habla de un temblor de tierra muy fuerte que hace que los cimientos de la cárcel se muevan, se abran las puertas de todas las mazmorras y el guardia al descubrir que todas las puertas están abiertas de par en par, piensa: “Pagaré con la vida este descuido”, sin caer en cuenta que ha sido un fuerte temblor de tierra o terremoto, y sacando la espada para suicidarse, Pablo a gritos le dice: “No te hagas daño alguno, todos los presos estamos aquí, continuamos aquí en la cárcel”. Dice el texto que el carcelero pidió una lámpara, saltó dentro de la mazmorra y en medio de la oscuridad temblando, encuentra a Pablo y a Silas, y conmovido, al ver que ha sido Dios el que les ha liberado del cepo, atado a sus pies, se convence que este temblor de tierra es una acción divina, y con humildad y conmovido afirma o mejor pregunta: “¿Qué tengo que hacer para salvarme?”, Pablo y Silas le contestan: “Cree en Jesús y te salvarás tú y tu familia”. Y nos dice que aquel hombre carcelero salvó su vida, y ese día se bautizó, no sin antes haberle lavado las heridas que había en Pablo y Silas por los azotes de los que habían sido víctimas. Con razón el salmo de hoy dice: “Tu derecha me salva, Señor”, entendiendo por derecha en la Biblia: “Tu poder me salva, Señor, el plan de Dios me salva, Señor”. Pero hablemos del evangelio de hoy, precioso, bellísimo, y distingamos tres momentos. El primero, la tristeza de los discípulos ante el anuncio de Jesús, de que ya no va a estar más con ellos, la tristeza por la ausencia de Jesús. Él sabe cómo nadie que tendrá que pasar por su pasión, crucifixión, muerte, resurrección y posterior ascensión al seno de su Padre Dios en el cielo. Pero en un segundo momento les dirá Jesús: “Que conviene que Él se ausente, porque sólo desde su ausencia podrá enviar el Espíritu Santo, el Espíritu Consolador, el Espíritu Divino, el Espíritu del Padre y del Hijo”. Tal parece y así lo indican todos estos textos de la Escritura, que es imposible la coexistencia al mismo tiempo de la persona humana de Jesús y la plenitud del envío del Espíritu Santo a los hombres. Dice: “Es necesario mi ausencia para una nueva presencia, la presencia del Espíritu de la Verdad, del Espíritu Paráclito, del Espíritu intercesor, que les voy a enviar”. Y concluirá Jesús su mensaje, con una expresión que nos parece enigmática y de alguna manera no fácil de descifrar, cuando dice: “A la llegada del Espíritu Santo al mundo, dejará esta tierra convicta de un pecado, de una justicia y de una condena”. Nos preguntamos cuando venga el maestro interior e ilumine nuestra vida, ¿cuál es el pecado que queda descubierto?: ¿la increencia?, ¿la falta de fe de los hombres en la persona divina de Jesús, en el Dios humanado, Jesucristo? Hoy ocurre lo mismo, una persona espiritual puede con toda libertad descubrir el pecado de aquellos increyentes que, con soberbia, con ceguera, con mucho racionalismo, con incapacidad para trascender en sus vidas, niegan y reniegan de Dios y de sus seguidores. Pero también habla de la realidad, la realización de una justicia, y es que con la venida del Espíritu Santo se va a cumplir el plan de Dios, y es que Cristo vino al mundo a salvar a los hombres, pero Cristo sale del mundo y regresa al Padre, según el plan providente del Padre Dios, del Padre Creador. Finalmente nos habla de la ejecución de una condena, al señalar que el príncipe del mundo, satanás, está condenado. Ya en los tiempos del Espíritu Santo, en los tiempos de Pentecostés, en los tiempos de la Iglesia que son los que vivimos, satanás, príncipe del mundo, está condenado porque ha quedado atado para siempre en la cruz en el Gólgota hace dos mil años, ha quedado atado el poder del pecado que era la muerte sobre el alma humana, sobre el espíritu del hombre. Nunca más la muerte para nadie, nunca más el mal será el destino final de ninguna persona, nunca más la condenación eterna. Si un hombre se abre al Espíritu Santo, será capaz de reconocer la vida divina y desenmascarar la mentira y al príncipe de este mundo que está condenado para siempre. Hoy y a pocos días de vivir Pentecostés y celebrarlo litúrgicamente en la Iglesia, pidamos la luz, el poder y la fuerza del Espíritu Santo, para que nos ayude a abrirnos a la vida nueva y no ser nunca más esclavos de nosotros mismos, que como lo hemos dicho tantas veces, somos los mayores carceleros, somos los mayores tiranos de nosotros mismos en nuestra voluntariedad, en nuestros instintos desordenados y ciegos. El hombre no solamente es lobo para los otros hombres, sino que el hombre es lobo destructivo para sí mismo, y Cristo vino a salvarnos, precisamente del lobo que hay dentro de cada uno de nosotros, para darnos el camino de la felicidad, la paz y la libertad. Bendícenos Señor a todos, abre nuestro corazón para recibir la vida divina y que nos bendigas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.REFERENCIA BÍBLICA DEL EVANGELIO Juan 16, 5-11 Lectura del día de hoy Lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles 16, 22-34 En aquellos días, la plebe de Filipos se amotinó contra Pablo y Silas, y los magistrados ordenaron que les arrancaran los vestidos y que los azotaran con varas; después de molerlos a palos, los metieron en la cárcel, encargando al carcelero que los vigilara bien; según la orden recibida, él los cogió, los metió en la mazmorra y les sujetó los pies en el cepo. A eso de media noche, Pablo y Silas oraban cantando himnos a Dios. Los presos los escuchaban. De repente, vino un terremoto tan violento que temblaron los cimientos de la cárcel. Al momento se abrieron todas las puertas, y a todos se les soltaron las cadenas. El carcelero se despertó y, al ver las puertas de la cárcel de par en par, sacó la espada para suicidarse, imaginando que los presos se habían fugado. Pero Pablo lo llamó a gritos, diciendo: «No te hagas daño alguno, que estamos todos aquí». El carcelero pidió una lámpara, saltó dentro, y se echó temblando a los pies de Pablo y Silas; los sacó y les preguntó: «Señores, ¿qué tengo que hacer para salvarme?». Le contestaron: «Cree en el Señor Jesús y te salvarás tú y tu familia». Y le explicaron la Palabra del Señor, a él y a todos los de su casa. A aquellas horas de la noche, el carcelero los tomó consigo, les lavó las heridas, y se bautizó enseguida con todos los suyos; los subió a su casa, les preparó la mesa, y celebraron una fiesta de familia por haber creído en Dios. Palabra de Dios. Te alabamos Señor. Salmo del día de hoy Salmo 138 (137), 1bcd – 2a. 2bcd-3. 7c-8 R/. Tu derecha me salva, Señor. Te doy gracias, Señor, de todo corazón, porque escuchaste las palabras de mi boca; delante de los ángeles tañeré para Ti; me postraré hacia tu santuario. R/. Daré gracias a tu Nombre: por tu misericordia y tu lealtad, porque tu promesa supera tu fama. Cuando te invoqué, me escuchaste, acreciste el valor en mi alma. R/. Tu derecha me salva. El Señor completará sus favores conmigo. Señor, tu misericordia es eterna, no abandones la obra de tus manos. R/. Evangelio del día de hoy Lectura del santo Evangelio según San Juan 16, 5-11 En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Ahora me voy al que me envió, y ninguno de ustedes me pregunta: “¿Adónde vas?”. Sino que, por haberles dicho esto, la tristeza les ha llenado el corazón. Sin embargo, les digo la verdad: les conviene que yo me vaya; porque si no me voy, no vendrá a ustedes el Paráclito. En cambio, si me voy, se lo enviaré. Y cuando venga, dejará convicto al mundo acerca de un pecado, de una justicia y de una condena. De un pecado, porque no creen en mí; de una justicia, porque me voy al Padre, y no me verán; de una condena, porque el príncipe de este mundo está condenado». Palabra del Señor. Gloria a ti Señor Jesús.AscensiónConsoladorEspíritu DivinoEspíritu del Padre y del HijoEspíritu SantoPadre DiosPlan de DiosParáclitoBibliaEvangelio¡Les enviaré el Espíritu Santo!Evangelizar sin miedo a las persecuciones