Fundación Amén Comunicaciones2024-04-112024-04-112023-05-23http://72.167.44.240:4000/handle/123456789/412https://drive.google.com/file/d/1ALLHgLlw4LAWqe5fKivldZNEtNv9zNCD/view?usp=drive_linkTRANSLITERACIÓN REFLEXIÓN PADRE CARLOS YEPES Las lecturas que la liturgia de la Iglesia nos presenta en este día, tanto en Hechos de los Apóstoles capítulo 20, como en el evangelio de san Juan capítulo 17, nos habla de dos contextos de despedida humana; Pablo en Mileto, manda llamar a los presbíteros de Éfeso y les da unos consejos finales a propósito de que no volverá a encontrarse con ellos. En efecto afirmará: “Han comprobado como he procedido con ustedes todo el tiempo que he estado aquí, sirviendo al Señor con toda humildad, con lágrimas y en medio de las pruebas que me sobrevinieron por las maquinaciones e intrigas de los judíos”. Encontramos como el apóstol Pablo se lamenta precisamente por esas intrigas humanas de su propio pueblo, recordando la famosa frase que decían las abuelas: “No hay cuña que más apriete que la del propio palo”. Es en Pablo, una constante el ver las acusaciones, la cizaña, las injusticias que su propio pueblo después de que se convierte al cristianismo, realiza contra él, pero el apóstol de los gentiles no se acobarda y por el contrario dice a los presbíteros de Efeso reunidos en Mileto: “No he omitido por miedo nada de cuánto les pudiera aprovechar del mensaje de Jesús, predicando y enseñando en público y en privado, dando solemne testimonio tanto a judíos como a los paganos griegos”; y finalmente, Pablo se despide de ellos diciendo: “Me dirijo a la ciudad de Jerusalén, encadenado por el Espíritu”, y como un hombre que vive de la fe desnuda afirmará: “No sé lo que me pasará allí, salvo que el Espíritu Santo de ciudad en ciudad, me da testimonio de que me aguardan cadenas y tribulaciones”. Pero es tal la mística del apóstol san Pablo, que el mismo se responde: “Pero a mí no me importa la vida, no me importa lo que me ocurra, sino completar mi carrera y consumar el servicio, el ministerio que recibí del Señor Jesús, ser testigo del evangelio, de la gracia de Dios”. En lo personal, cuando leo y medito este texto de Hechos de los Apóstoles capítulo 20, me digo a mí mismo como sacerdote, quien tuviera el coraje, la parresía, la libertad interior, la fe inquebrantable de un apóstol como san Pablo, que más allá de las incomprensiones de los suyos, la misma institución judía no dejó de anunciar el evangelio, y más allá de su final, sabe que tiene que completar la carrera de la fe, la misión que Dios le ha encomendado, aunque ello implique incomprensiones, dificultades y persecuciones. Pero pasemos al evangelio de hoy, donde iniciamos la lectura continuada de la llamada oración sacerdotal y también como en el caso de Pablo, pero en un contexto distinto, Jesús empieza un discurso que más que cargado de doctrina o razonamientos, es un mensaje profundamente humano, existencial y si se quiere cargado de sentimientos, los sentimientos íntimos de su corazón. En la despedida previa y antes de la última cena, Jesús ora al Padre y dice, ha llegado la hora esperada, ha llegado el momento definitivo de su vida, ha llegado la consumación plena de la misión que el Padre Dios le había encomendado; y Él sabe que en obediencia, en cumplimiento esa misión que implica humillación, ponerse en manos de hombres rabiosos, envidiosos y mal intencionados, a partir de lo que llamamos su pasión, su crucifixión y su muerte pública y humillante; así es como el Padre Dios ha dispuesto que Jesús glorificara al Padre de los cielos. En efecto, dirá Jesús: “Padre, ha llegado la hora, glorifica a tu Hijo para que tu Hijo te glorifique a ti, y por el poder que tú le has dado sobre toda carne, dé la vida eterna a todos los que les has dado”. Pero en un segundo momento encontramos, que Jesús define entre líneas y a veces se nos pasa porque lo leemos de largo, lo que es la vida con Dios, la vida en plenitud, la vida abundante que Él llama la vida eterna y la define así: “Esta es la vida eterna, que te conozcan a ti, único Dios verdadero, y a tu enviado Jesucristo”. El conocer, el verbo conocer en la Biblia, no es ni siquiera cercano al verbo conocer de los griegos, que entendemos perfectamente en el mundo de occidente, el conocer griego y en occidente es un conocer intelectivo, pero para un hombre semita, un hombre de la Biblia, un hombre de oriente, el conocer significa experimentar. La vida eterna entonces es experimentar la vida nueva de Dios Padre, el amor infinito de Dios Padre y de su Hijo Jesucristo. Atrás queda el derecho canónico, atrás queda la simple moral de la vida: moral sexual, moral social, moral de la vida; atrás queda la mera ritualidad o liturgia, atrás quedan los dogmatismos, doctrinas o definiciones, y nos muestra Jesús, que la vida cristiana no es nada distinto, sino experimentar la vida eterna que Dios Padre y su Hijo Jesús son capaz de darnos, son capaz de compartirnos, son capaz de entregarnos. Finalmente, en un tercero y último punto, nos presenta el evangelista san Juan, como Jesús dirá al Padre: “Yo te he glorificado sobre la tierra”, y esa acción de glorificación, de reconocimiento al Padre de los cielos, la ha cumplido en obediencia a la obra de evangelización que el Padre le ha encomendado y que Jesús ha cumplido obedientemente, y terminará diciendo Jesús: “Ahora Padre glorifícame junto a ti, con la gloria que Yo tenía junto a ti, antes que el mundo existiese”. Aquí se revela la divinidad de Jesús, como procede del Padre y al Padre volverá, justo cuando ya hemos vivido la solemnidad de la Ascensión del Señor y estamos a pocos días del envío y recepción de Pentecostés, El Espíritu Santo. Hoy reconoce, que das gloria a Dios, que eres luz y testimonio para los demás, sólo cuando en obediencia cumples la misión que Dios ha encomendado a tu vida, aunque ella en el plano familiar, laboral, social o de amigos, implique cruz y sufrimiento como lo implicó para Jesús. Que el buen Dios te bendiga en abundancia en este día, en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.REFERENCIA BÍBLICA DEL EVANGELIO Juan 17, 11,1 -11a Lectura del día de hoy Lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles 20, 17-27: En aquellos días, Pablo, desde Mileto, envió recado a Éfeso para que vinieran los presbíteros de la Iglesia. Cuando se presentaron, les dijo: Ustedes han comprobado cómo he procedido con ustedes todo el tiempo que he estado aquí, desde el primer día en que puse el pie en Asia, sirviendo al Señor con toda humildad, con lágrimas y en medio de las pruebas que me sobrevinieron por las maquinaciones de los judíos; cómo no he omitido por miedo nada de cuanto les pudiera aprovechar, predicando y enseñando en público y en privado, dando solemne testimonio tanto a judíos como a griegos, para que se convirtieran a Dios y creyeran en nuestro Señor Jesús. Y ahora, miren, me dirijo a Jerusalén, encadenado por el Espíritu. No sé lo que me pasará allí, salvo que el Espíritu Santo, de ciudad en ciudad, me da testimonio de que me aguardan cadenas y tribulaciones. Pero a mí no me importa la vida, sino completar mi carrera y consumar el ministerio que recibí del Señor Jesús: ser testigo del Evangelio de la gracia de Dios. Y ahora, miren: sé que ninguno de ustedes, entre quienes he pasado predicando el Reino, volverá a ver mi rostro. Por eso testificó en el día de hoy que estoy limpio de la sangre de todos: pues no tuve miedo de anunciarles enteramente el plan de Dios. Palabra de Dios. Te alabamos Señor. Salmo del día de hoy Salmo 68: R/. Reyes de la tierra, canten a Dios. Derramaste en tu heredad, oh, Dios, una lluvia copiosa, aliviaste la tierra extenuada; y tu rebaño habitó en la tierra que tu bondad, oh, Dios, preparó para los pobres. R/. Bendito el Señor cada día, Dios lleva nuestras cargas, es nuestra salvación. Nuestro Dios es un Dios que salva, el Señor Dios nos hace escapar de la muerte. R/. Evangelio del día de hoy Lectura del santo Evangelio según San Juan 17, 1- 11ª: En aquel tiempo, levantando los ojos al cielo, dijo Jesús: Padre, ha llegado la hora, glorifica a tu Hijo, para que tu Hijo te glorifique a ti y, por el poder que tú le has dado sobre toda carne, dé la vida eterna a todos los que le has dado. Esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, único Dios verdadero, y a tu enviado, Jesucristo. Yo te he glorificado sobre la tierra, he llevado a cabo la obra que me encomendaste. Y ahora, Padre, glorifícame junto a ti, con la gloria que yo tenía junto a ti antes que el mundo existiera. He manifestado tu nombre a los que me diste de en medio del mundo. Tuyos eran, y tú me los diste, y ellos han guardado tu palabra. Ahora han conocido que todo lo que me diste procede de ti, porque yo les he comunicado las palabras que tú me diste, y ellos las han recibido, y han conocido verdaderamente que yo salí de ti, y han creído que tú me has enviado. Te ruego por ellos; no ruego por el mundo, sino por estos que tú me diste, porque son tuyos. Y todo lo mío es tuyo, y lo tuyo mío; y en ellos he sido glorificado. Ya no voy a estar en el mundo, pero ellos están en el mundo, mientras yo voy a ti. Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.Amor por DiosConocer a DiosEscuchar la palabra de JesúsExperiencia personal con DiosExperimentar la vida nueva en JesúsObedecer los mandamientoBibliaEvangelio¡Esta es la vida eterna!¡Que te conozcan a ti, único Dios verdadero, y a tu enviaddo Jesuscristo!Animation