¡Bendita Eucaristía!

dc.contributor.authorFundación Amén Comunicaciones
dc.date.accessioned2024-04-29T21:35:26Z
dc.date.available2024-04-29T21:35:26Z
dc.date.issued2024-04-19
dc.descriptionTRANSLITERACIÓN REFLEXIÓN PADRE CARLOS YEPES Sin lugar a dudas, la más célebre de todas las conversiones y cambio radical de vida contenido en las Sagradas Escrituras, es la conversión de Saulo el apóstata, en Pablo el apóstol. El libro de los Hechos de los Apóstoles nos narra en tres oportunidades y de manera repetida, la conversión del llamado apóstol de los pueblos gentiles, esto es, no judíos. Saulo, el eterno Saulo nos dirá el libro de los Hechos de los Apóstoles, respiraba amenaza de muerte contra todos los discípulos del Señor y los que se atrevieran a pedir la fe y siguieran el camino o el nuevo camino, como se le llamaba a los creyentes en la iglesia primitiva. Es en su camino a Damasco, cuando una luz celestial lo envuelve y es capaz de cegarlo, escucha en medio del resplandor una voz que le dice: “Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?, él responde: “¿Quién eres, Señor?”, y la voz vuelve a hablarle: “Soy Jesús, a quien tú persigues”. Hoy cuando pienso en tantos perseguidores del cristianismo, en un odio que a veces siento visceral, fanático, ciego, enfebrecido contra la Iglesia, contra la fe cristiana, contra los católicos, contra los sacerdotes, hay que decir: ¿lo hacen por desconocimiento, por ignorancia a ejemplo de Saulo?, porque cuando Jesús le habla, él simplemente en su ignorancia, en su desconocimiento pregunta: “¿Quién eres?”, (como quien dice, no conozco, ni reconozco esa voz). Pero avanzamos en este texto de Hechos de los Apóstoles, capítulo 9, y una vez tocado de manera extraordinaria por la gracia de Dios, Saulo es llevado a Damasco y allí debe de presentarse ante un tal Ananías para ser instruido y luego curado de su ceguera y bautizado. Ananías opone objeciones a semejante perseguidor, y así se lo dice al Señor: “Si este hombre se lleva presos a todos los que invocan tu nombre”, pero el Señor le responde hace 2000 años y hoy a cada uno de nosotros: “Anda, ve que ese hombre es un instrumento elegido por mí, para llevar mi nombre a pueblos y reyes y a los hijos de Israel, yo le mostraré lo que tiene que sufrir por mi nombre”. Por eso, cuando encuentres a una persona adversa a la fe o indiferente, piensa en Saulo, luego Pablo el gran apóstol y evangelizador, y reconoce que Dios no deja de sorprendernos en sus proyectos y planes, es más, como dice el viejo adagio de la sabiduría popular: “Cuando el hombre hace planes, Dios se ríe”, Él nos va conduciendo por senderos y caminos impensables, insospechados, y de este sanguinario y cruel fanático perseguidor de los cristianos, luego se convierte con toda seguridad en el más grande anunciador de la fe en Cristo, especialmente en aquellos pueblos no judíos. Saulo es sanado de su ceguera, es bautizado permanece un tiempo en Damasco y luego empezará su apasionante vida misionera, la aventura de la fe en Jesús, que terminará sólo con la decapitación, cortarle la cabeza en la ciudad de Roma. Pero pasemos al evangelio de hoy, los discípulos de Jesús y los judíos en general discutían entre sí: “¿Cómo puede este hombre decir que Él es el Pan de vida y que lo comamos?, ¿cómo podemos comer su carne?, no somos antropófagos, no somos caníbales”. Y Jesús, con exousia, con autoridad afirmará: “En verdad, en verdad les digo, (cuando se va a dar una afirmación o una enseñanza profunda y cierta), si no comen la carne del Hijo del Hombre y no beben su sangre, no tienen vida en ustedes”. Hoy reconoce cuando te sientes como agonizando espiritualmente, cuando vives de tristeza en tristeza, de depresión en depresión, de estrés en estrés, de cansancio en cansancio en tu vida, si no comemos la carne y la sangre de Cristo en la Eucaristía de cada día, no tendremos verdadera vida en nosotros. Afirmará san Juan: “Que la carne de Cristo es verdadera comida y su sangre es verdadera bebida”, y afirmará una unión ontológica profunda: “Sólo el que come en cada Eucaristía el Pan de vida, habita en Cristo y Cristo habita en él”. Hoy si participas de la Eucaristía, pero no comulgas por una situación irregular en tu relación de pareja, por un pecado que te da vergüenza confesar, por un reato de conciencia; busca orientación, pero no vayas solamente a la Eucaristía a escuchar, a participar a distancia y a no comer el Pan de vida porque quedas a mitad del camino. Lo más grande que nos puede pasar es celebrar la bendita Eucaristía de cada día, que es nuestra fuerza, es nuestra paz, es nuestra esperanza; sentimos que Jesús ya no es más un concepto, una idea, una abstracción, que Jesús no está muerto, no es un recuerdo diluido por allá en el pasado, sino que Jesús es una persona, un nombre concreto, y sentimos el fuego, el fuego de su amor en nuestro corazón, cuando con fe, recogimiento y consciencia, comemos el Pan de la Vida. Terminaré diciéndote, que muchas personas al borde de la muerte y en el comienzo de la vida post - mortem (más allá de la muerte), llorarán y gritarán con dolores de entraña, por no haber valorado más, por no haber recibido más, por no haber amado más la Eucaristía de cada día, un tesoro que más allá de si el sacerdote es santo o pecador, gritón o habla en voz baja, tiene un buen o mal equipo de sonido en el templo, la Eucaristía de Cristo siempre será la Eucaristía de Cristo, independiente del sacerdote que la celebre, y tú no te prives de ese tesoro tan grande; recuerda lo que Jesús te hizo una promesa: “Estaré siempre con ustedes hasta el final de los tiempos”, y esta promesa se concreta en la Eucaristía como memorial, como presencia y como alimento de cada día. El Señor bendiga tu vida y fortalezca tu fe eucarística como sacramento pascual por excelencia, en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
dc.description.abstractREFERENCIA BÍBLICA DEL EVANGELIO Juan 6, 52-59 Lectura del día de hoy Lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles 9, 1-20 En aquellos días, Saulo, respirando todavía amenazas de muerte contra los discípulos del Señor, se presentó al sumo sacerdote y le pidió cartas para las sinagogas de Damasco, autorizándolo a traerse encadenados a Jerusalén a los que descubriese que pertenecían al Camino, hombres y mujeres. Mientras caminaba, cuando ya estaba cerca de Damasco, de repente una luz celestial lo envolvió con su resplandor. Cayó a tierra y oyó una voz que le decía: «Salo, Saulo, ¿por qué me persigues?». Dijo él: «¿Quién eres, Señor?». Respondió: «Soy Jesús, a quien tú persigues. Pero levántate, entra en la ciudad, y allí se te dirá lo que tienes que hacer». Sus compañeros de viaje se quedaron mudos de estupor, porque oían la voz, pero no veían a nadie. Saulo se levantó del suelo, y, aunque tenía los ojos abiertos, n o veía nada. Lo llevaron de la mano hasta Damasco. Allí estuvo tres días ciego, sin comer ni beber. Había en Damasco un discípulo, que se llamaba Ananías. El Señor lo llamó en una visión: «Ananías». Respondió él: «Aquí estoy, Señor». El Señor le dijo: «Levántate y ve a la calle llamada Recta, y pregunta en casa de Judas por un tal Saulo de Tarso. Mira, está orando, y ha visto en visión a un cierto Ananías que entra y le impone las manos para que recobre la vista». Ananías contestó: «Señor, he oído a muchos hablar de ese individuo y del daño que ha hecho a tus santos en Jerusalén, y que aquí tiene autorización de los sumos sacerdotes para llevarse presos a todos los que invocan tu Nombre». El Señor le dijo: «Anda, ve; que ese hombre es un instrumento elegido por mí para llevar mi Nombre a pueblos y reyes, y a los hijos de Israel. Yo le mostraré lo que tiene que sufrir por mi Nombre». Salió Ananías, entró en la casa, le impuso las manos y dijo: «Hermano Saulo, el Señor Jesús, que se te apareció cuando venías por el camino, me ha enviado para que recobres la vista y seas lleno de Espíritu Santo». Inmediatamente se le cayeron de los ojos una especie de escamas, y recobró la vista. Se levantó, y fue bautizado. Comió, y recobró las fuerzas. Se quedó unos días con los discípulos de Damasco, y luego se puso a anunciar en las sinagogas que Jesús es el Hijo de Dios. Palabra de Dios. Te alabamos Señor. Salmo del día de hoy Salmo 117 (116), 1. 2 R/. Vayan al mundo entero y proclamen el Evangelio. Alaben al Señor todas las naciones, aclámenlo todos los pueblos. R/. Firme es su misericordia con nosotros, su fidelidad dura por siempre. R/. Evangelio del día de hoy Lectura del santo Evangelio según San Juan 6, 52-59 En aquel tiempo, disputaban los judíos entre sí: «¿Cómo puede este darnos a comer su carne?». Entonces Jesús les dijo: «En verdad, en verdad les digo: si no comen la Carne del Hijo del hombre y no beben su Sangre, no tienen vida en ustedes. El que come mi Carne y bebe mi Sangre tiene vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día. Mi Carne es verdadera comida, y mi Sangre es verdadera bebida. El que come mi Carne y bebe mi Sangre habita en mí y yo en él. Como el Padre que vive me ha enviado, y yo vivo por el Padre, así, del mismo modo, el que me come vivirá por mí. Este es el Pan que ha bajado del Cielo: no como el de sus padres, que lo comieron y murieron; el que come este pan vivirá para siempre». Esto lo dijo Jesús en la sinagoga, cuando enseñaba en Cafarnaúm. Palabra del Señor. Gloria a ti Señor Jesús.
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dc.subjectCorazón
dc.subjectCuerpo y Sangre de Cristo
dc.subjectEucaristía
dc.subjectFuego de Amor
dc.subjectJesús no es una abstracción
dc.subjectJesús no es una idea
dc.subjectJesús no es un concepto
dc.subjectJesús no está muerto
dc.subjectPan sagrado
dc.subjectPan de vida eterna
dc.subjectBiblia
dc.subjectEvangelio
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dc.title.alternativeEucaristía
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