¡El amor de Dios no está en ustedes!
Date
2025-04-03
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REFERENCIA BÍBLICA DEL EVANGELIO
San Juan 5, 31-47
Lecturas del día de Hoy:
Primera Lectura: del libro del Éxodo 32, 7-14
En aquellos días, el Señor dijo a Moisés: «Anda, baja de la montaña, que se ha pervertido tu pueblo, el que tú sacaste de Egipto. Pronto se han desviado del camino que yo les había señalado. Se han hecho un becerro de metal, se postran ante él, le ofrecen sacrificios y proclaman: “Éste es tu Dios, Israel, el que te sacó de Egipto”». Y el Señor añadió a Moisés: «Veo que este pueblo es un pueblo de dura cerviz. Por eso, déjame: mi ira se va a encender contra ellos hasta consumirlos. Y de ti haré un gran pueblo». Entonces Moisés suplicó al Señor, su Dios: «¿Por qué, Señor, se va a encender tu ira contra tu pueblo, que sacaste de Egipto, con gran poder y mano robusta? ¿Por qué han de decir los egipcios: “Con mala intención los sacó, para hacerlos morir en las montañas y exterminarlos de la superficie de la tierra”? Aleja el incendio de tu ira, arrepiéntete de la amenaza contra tu pueblo. Acuérdate de tus siervos, Abrahán, Isaac e Israel, a quienes juraste por ti mismo: “Multiplicaré su descendencia como las estrellas del cielo, y toda esta tierra de que he hablado se la daré a su descendencia para que la posea por siempre”». Entonces se arrepintió el Señor de la amenaza que había pronunciado contra su pueblo.
Palabra de Dios. Te alabamos Señor.
Salmo de Hoy:
Salmo 106(105), 19-20. 21-22. 23
Acuérdate de mí, Señor, por amor a tu pueblo.
En Horeb se hicieron un becerro,
adoraron un ídolo de fundición;
cambiaron su gloria por la imagen de un toro que come hierba.
Acuérdate de mí, Señor, por amor a tu pueblo.
Se olvidaron de Dios, su Salvador,
que había hecho prodigios en Egipto,
maravillas en la tierra de Cam,
portentos junto al mar Rojo.
Acuérdate de mí, Señor, por amor a tu pueblo.
Dios hablaba ya de aniquilarlos;
pero Moisés, su elegido, se puso en la brecha frente a Él,
para apartar su cólera del exterminio.
Acuérdate de mí, Señor, por amor a tu pueblo.
Evangelio de Hoy:
Lectura del Santo Evangelio según San Juan 5, 31-47
En aquel tiempo, Jesús dijo a los judíos: «Si yo doy testimonio de mí mismo, mi testimonio no es verdadero. Hay otro que da testimonio de mí, y sé que es verdadero el testimonio que da de mí. Ustedes enviaron mensajeros a Juan, y él ha dado testimonio en favor de la verdad. No es que yo dependa del testimonio de un hombre; si digo esto es para que ustedes se salven. Juan era la lámpara que ardía y brillaba, y ustedes quisieron gozar un instante de su luz. Pero el testimonio que yo tengo es mayor que el de Juan: las obras que el Padre me ha concedido llevar a cabo, esas obras que hago dan testimonio de mí: que el Padre me ha enviado. Y el Padre que me envió, él mismo ha dado testimonio de mí. Nunca han escuchado su voz, ni visto su Rostro, y su palabra no habita en ustedes, porque al que Él envió no le creen.
Estudian las Escrituras pensando encontrar en ellas vida eterna; pues ellas están dando testimonio de mí, ¡y no quieren venir a mí para tener vida! No recibo gloria de los hombres; además, los conozco y sé que el amor de Dios no está en ustedes. Yo he venido en Nombre de mi Padre, y no me recibieron; si otro viene en nombre propio, a ese sí lo recibirán. ¿Cómo podrán creer ustedes, que aceptan gloria unos de otros y no buscan la gloria que viene del único Dios? No piensen que yo los voy a acusar ante el Padre, hay uno que los acusa: Moisés, en quien tienen su esperanza. Si creyeran a Moisés, me creerían a mí, porque de mí escribió él. Pero, si no creen en sus escritos, ¿cómo van a creer en mis palabras?».
Palabra del Señor». Gloria a ti Señor Jesús.
Description
TRANSLITERACIÓN REFLEXIÓN PADRE CARLOS YEPES
La primera lectura del Libro del Éxodo en el capítulo 32, nos muestra como el pueblo de Dios, el pueblo elegido y amado por el Señor, apostata de la Alianza que había sellado a través de Moisés en la montaña del Sinaí, entregándoles en dos tablas de piedra las diez leyes o preceptos fundamentales, a partir de los cuales iban a tener una sociedad, una forma de pueblo que viviera armónica y justamente. Pero el pueblo, olvidándose de la alianza de Dios que le guiaría, le sustentaría, le protegería, le sostendría, se hacen becerros de oro a partir del metal fundido, tomado de elementos artesanales de cada uno de los miembros del pueblo. Funden en una gran masa y con figura del becerro, un ídolo al que quieren adorar y al que quieren reconocer como el dios de sus vidas. Nos dice el libro del Éxodo que se enciende la ira de Dios, pero de manera dramática ante el castigo divino por la idolatría de su pueblo, de manera dramática y conmovedora, Moisés intercede por su pueblo, empleando primero el reconocimiento que Dios tiene no sólo entre el pueblo elegido, Israel, sino entre los pueblos o naciones paganas. Y en un segundo momento, acudiendo a la promesa de fidelidad que había hecho desde siempre Dios a través de los grandes patriarcas, Abraham, Isaac y Moisés, ante la súplica conmovedora de Moisés cuando dice: “Aleja el incendio de tu ira, arrepiéntete de la amenaza contra tu pueblo, acuérdate de tus siervos los patriarcas y la promesa de multiplicar su descendencia como las estrellas del cielo”, nos dirá el texto del Éxodo: “Que Dios se arrepintió de la amenaza que había pronunciado contra su pueblo”.
A veces, cuando sentimos “que se nos viene el Cristo de espaldas” (como decían las abuelas), que se nos juntan todas las malas situaciones en un momento determinado, quizás es la circunstancia y el tiempo para reflexionar en qué nos hemos equivocado en la vida y reconocer como dicen textos de la carta a los hebreos o del mismo apóstol Santiago: “Dios pone a prueba a sus elegidos”, y aunque nadie quiere castigos ni reproches porque ellos duelen, en el fondo son pedagogías, modos educativos que Dios emplea para llamarnos a la conversión, a la renovación, a la transformación de nuestra vida.
Hoy te reitero, si sientes que hay un mal momento en tu existencia, te invito a que no reclames a Dios airadamente, a que con soberbia no te iguales a Él y digas: no te volveré a rezar, me olvidaré de ti, no volveré a la Eucaristía en mi parroquia, porque tal vez nos hemos equivocado y a partir de una situación que nos parece humanamente dolorosa y contraria a nuestros proyectos, el Señor nos está educando. Clamemos a Él, pidamos su bendición, su benevolencia y con espíritu contrito y arrepentido, muy propio de este tiempo de la Cuaresma, con seguridad que obtendremos el favor y la bendición de Dios.
Pero pasemos al evangelio de san Juan en el capítulo 5, cuando en una eterna disputa de Jesús con sus discípulos y concretamente de Jesús y los discípulos contra el pueblo de Israel, ellos no reconocen la autoridad de Jesús, no reconocen que sus obras puedan venir de Dios. De alguna forma, es la incredulidad de todos los tiempos, la dureza de corazón eterna del hombre que es capaz de reconocer glorias humanas, grandezas en otras personas, pero no es capaz de reconocer la gloria y la grandeza de Dios. Jesús, ante su incredulidad los cuestiona y de ser juzgado pasa a ser juez de los suyos, de los juzgadores, y les dirá en un primer lugar: “Miren como Juan el Bautista, el precursor, anunció que venía uno que es más importante que todos los demás profetas y al cual Juan ni siquiera merecía desatarle la correa de las sandalias”.
Pero en un segundo argumento pide estudiar el testimonio de las Escrituras y la misma ley de Moisés, y convencerse de que en la Sagrada Biblia estaba profetizada, anunciada la venida del Mesías, que haría las obras del Padre Dios.
En un tercer argumento, Jesús les dirá: “Que, si no creen a sus obras de sanación, de curación de ciegos, sordos, leprosos, paralíticos, por lo menos crean en las obras que el Padre de los Cielos hace a través de Él y que dan testimonio de la verdad, la veracidad que le acompaña en su vida”. Pero me llama poderosamente la atención cómo Jesús señala: “Los conozco (hablando de los judíos) y sé que el amor de Dios no está en ustedes”.
Hoy me quedo pensando en esa expresión y viene a mi memoria la expresión también de san Juan cuando dice: “En esto consiste el amor, en que Dios tomó la iniciativa, en que el Señor nos amó primero”. Hoy reconozco en mi vida y te invito a que mires tu propia existencia y descubras que la experiencia más alta, más auténtica, más profunda del sello del cristiano, es la impronta del amor divino en su alma, hasta llegar a transformar y renovar con libertad y gozo la vida de cualquier ser humano, más allá de esclavitudes y oscuridades, tristezas y heridas por el pecado personal.
Hoy te invito para que reconozcas que no eres católico, no eres cristiano, no eres creyente, no eres hijo de Dios, porque sepas un poco de teología, de catecismo, de ritualidad litúrgica, de normas morales evangélicas, de dogma o conceptos cristianos; sino que solo se es verdadero católico, cristiano y creyente cuando hemos experimentado de manera profunda, transformante y duradera el amor redentor de Dios manifestado en Cristo Jesús. Te lo diré en otras palabras, si experimentas que has sido levantado de caídas, sanado de heridas, liberado de ataduras, redimido de tu pecado, no creas que es la acción personal, el mérito propio desde lo humano, sino que es la obra del amor de Dios.
Le escuchaba a un viejo y sabio sacerdote esta expresión: “A uno sólo lo cambia profundamente el amor de Dios”. Es que cuando experimentamos de manera radical y lo repito profunda en el alma humana, la ternura y el cariño divinos, nos aproximamos a una experiencia que nunca jamás habíamos conocido y que hace nueva y revolucionaria nuestra existencia, y ningún amor humano, ninguna experiencia afectiva del mundo ni de lejos, se aproxima a la experiencia liberadora, sanadora, redentora de un amor que nos quiere enloquecer de alegría, de un amor que nos inunda de paz, de un amor que nos llena de confianza y de esperanza como nunca más lo habíamos experimentado en nuestra vida. Que Jesús no diga de nosotros como lo enunció de los judíos de su tiempo: “Los conozco, sé que son legalistas, sé que son pegados a la literalidad de las leyes, pero el amor de Dios, no está en ustedes, no lo han conocido”. Por el contrario, te invito a que digas como el apóstol Pablo en romanos 5, 5: “El amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que se nos ha dado”. O que digas también como el apóstol san Pablo en la carta a los romanos, capítulo 8 ¿quién me separará del amor de Dios: la cruz, la aflicción, la tristeza, la persecución, el hambre, la desnudez, la espada? Y Pablo mismo responde a la pregunta que él se formula: “En todo esto salgo vencedor, triunfante fácilmente, gracias a aquel que me ha amado”. Es que Pablo entendió que antes que ser apóstol, que antes que ser misionero, fue el hombre místico, transido, pletórico, lleno, traspasado por el amor de Cristo, manifestado en su entrega sacrificial en la cruz.
Que el Señor te bendiga en abundancia en este día. En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.
Keywords
Amor, Eucaristía, No olvidar a Dios, No reclamar a Dios, Oración, Refugiarse en Dios, San Juan, Biblia, Evangelio