¡Sáname de mis lepras!

Abstract
REFERENCIA BÍBLICA DEL EVANGELIO Marcos 1, 40-45 En aquel tiempo, se acercó a Jesús un leproso, suplicándole de rodillas: -«Si quieres, puedes limpiarme.» Sintiendo lástima, extendió la mano y lo tocó, diciendo: -«Quiero: queda limpio.» La lepra se le quitó inmediatamente, y quedó limpio. Él lo despidió, encargándole severamente: -«No se lo digas a nadie; pero, para que conste, ve a presentarte al sacerdote y ofrece por tu, purificación lo que mandó Moisés.» Pero, cuando se fue, empezó a divulgar el hecho con grandes ponderaciones, de modo que Jesús ya no podía entrar abiertamente en ningún pueblo; se quedaba fuera, en descampado; y aun así acudían a Él de todas partes. Palabra del Señor, Gloria a ti Señor Jesús.
Description
TRANSLITERACIÓN REFLEXIÓN PADRE CARLOS YEPES En un precioso texto el evangelista san Marcos, nos muestra la sanación que Jesús hace de un hombre leproso, sin lugar a dudas, uno de los enfermos y una de las enfermedades más estigmatizantes, no solo en el mundo antiguo, sino en todas las épocas de la historia. Hay que recordar que el leproso, por el contagio de la enfermedad, debía ser retirado del seno de su familia, debía de ser sacado de su comunidad, del villorrio donde vivía, y debía ser excluido de la comunidad religiosa, en la que participaba de su fe judía. Además de eso, vivía solo o cuándo más en pequeñas comunidades de leprosos y tenía que ir, a la vera de los camino pidiendo limosna, colocándose las llamadas campanas o campanitas del leproso en las rodillas, o gritando a voz en cuello, soy un leproso, para que nadie se le acercara y pudiera contagiarse y sólo recibir a distancia, una limosna, un mendrugo de pan. Pero de la sanación que Jesús hace de este leproso, aprendamos siete verdades para nuestra vida, en lo que se constituye un verdadero camino espiritual. Primera verdad, el leproso se acerca a Jesús, en actitud corporal de rodillas, que indica que hay humildad en su corazón y una súplica sincera en su alma. Si sientes que en tu vida hay lepras exteriores, llagas en la piel o lepras en el alma que quizás son peores, situaciones trágicas de tu historia que no has podido sanar y que permanecen abiertas como heridas, por traumas, situaciones de tu infancia, de tu adolescencia, de tu juventud; aprende como el leproso del evangelio, a acercarte de rodillas, esto es, con actitud suplicante de humildad ante Jesús. Luego en una segunda verdad, dile a Jesús con toda la fuerza de tu corazón como lo hizo el leproso: “Jesús, Salvador, si quieres puedes sanarme”. Llama la atención que el leproso no le pidió a Jesús dinero, como lo harían la mayoría de ellos, no le pidió a Jesús comida como lo haría la mayoría de los leprosos de su época. Este leproso distinto de los demás, apunta a lo esencial, apunta a lo más importante, quiere la sanación de su cuerpo, siente el dolor de la exclusión, de la marginación, de la humillación a la que se ha visto expuesto a lo largo de los años en que ha tenido la lepra. Y hoy dile a Jesús, no pidiéndole el pan de cada día o el trabajo de cada día, el empleo para este mes o para esta temporada; pídele algo más alto, más grande: sáname de las lepras que hay en mi corazón, la lepra del egoísmo, la lepra de la lujuria, la lepra de la envidia, la lepra de los rencores, la lepra de la ira, la lepra de la vanidad, la lepra del orgullo, la lepra de la pereza, la lepra de la incapacidad para perdonar, la lepra de la incapacidad para ser misericordioso. En una tercera verdad, nos dice el evangelista Marcos, que Jesús siente compasión. Es la típica fotografía del corazón del Hijo de Dios, un corazón compasivo, un corazón que se mueve en sus entrañas, un corazón que siente infinita ternura y misericordia, y hace lo impensable. Jesús, violando la ley ritual que prohibía tocar a un leproso bajo pena de quedar impuro, no sólo se acerca al leproso, sino que lo toca, hay contacto físico con él, lo que era inconcebible, impensable en la ley ritual judía, llena de prohibiciones en este sentido. Pero Jesús entiende que para salvar a este enfermo, tiene que acercarse a él, tiene que tener contacto humano con él. Hoy, déjate tocar por Jesús, deja que Él se aproxime a tu vida, deja las prevenciones frente a la Iglesia, deja los prejuicios frente a la fe, deja los resentimientos frente a lo religioso; déjate tocar por Jesús y aun tú mismo, si eres instrumento de Jesús para sanar a otros, acércate y toca en un abrazo, toca en una suave caricia a esa madre, a esa hermana, hermano, con los que has disgustado, y sánense de la lepra del disgusto y del rencor. En una cuarta verdad encontramos, la voluntad de Jesús que siempre es esta, a la pregunta del leproso, “¿si puedes sanarme?”, Él siente compasión y le dirá: “Claro que puedo sanarte y quiero que quedes sanado de tu lepra”. La voluntad de Jesús es siempre que sanemos, que curemos de nuestras enfermedades; Dios no nos quiere enfermos, Dios no nos quiere sufriendo, Dios no es sádico, Dios no se complace en el dolor de nadie. Y a esa pregunta tan normal, “¿puedes sanarme?”, Jesús, sintiendo compasión en el tercer momento, en el cuarto dice: “Quiero sanarte y quedas limpio de la lepra”, e inmediatamente el hombre sanó. Pero Jesús respeta la ley judía y en un quinto momento manda al leproso sanado al sacerdote, cumpliendo la ley ritual, para que se presente y sea la autoridad religiosa en la persona del sacerdote, quien certifique su sanación y su reincorporación al seno de la familia, de la comunidad social y la comunidad religiosa. Nos dice en una sexta verdad y penúltima, que el leproso proclama, grita a todos la sanación, alaba a Dios. Hoy te pregunto, ¿alabas al Señor?, ¿gritas al mundo las maravillas, las bendiciones que ha obrado en tu vida?, ¿sientes en verdad que eres agradecido y que eres un instrumento de Dios o instrumento al servicio de Dios cuando Él te ha bendecido en abundancia?, o ¿sólo buscas a Dios en tus necesidades y cuando te las ha cubierto, cuando ha atendido tu problema, simplemente te olvidas de Él y miras para otro lado?. Aprendamos del leproso a ser agradecidos una vez hemos sido sanados y alabemos a Dios. Terminemos en una séptima verdad, con humildad, pidiendo sanación de todas nuestras lepras. Ante el mundo podemos parecer personas muy sanas y muy limpias, ¿pero sabes cuántas lepras y cuántos miedos producen esas lepras en tu vida?. Tienes derecho a ser feliz, no te dejes ahogar por el dolor de esa herida, de desamor, de ingratitud, de traición, de engaño, de deslealtad, de maldad, que otros han dejado en tu alma como una herida sangrante; pídele al Señor, como hizo el leproso hoy en el evangelio: “Si quieres puedes sanarme”, ten la seguridad, de que si lo haces de corazón con humildad y en espíritu orante, el Señor hoy mismo, sanará las heridas y las lepras que hay en tu alma. Que el buen Dios te bendiga en abundancia en este día y te dé la plena salud de cuerpo y de espíritu, en el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Keywords
Alma, Corazón, Humildad, Jesús, Lepras, Leprosos, Salud, Sanación, Si quieres puedes sanarme, Súplica sincera, Biblia, Evangelio
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