¡Dar todo para recibir todo!

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2024-03-17
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REFERENCIA BÍBLICA DEL EVANGELIO Juan 12, 20-30 Primera lectura del día de hoy Jr 31,31-34: Haré una alianza nueva y no recordaré sus pecados. Mirad que llegan días -oráculo del Señor- en que haré con la casa de Israel y la casa de Judá una alianza nueva. No como la que hice con vuestros padres, cuando los tomé de la mano para sacarlos de Egipto: Ellos, aunque yo era su Señor, quebrantaron mi alianza; -Oráculo del Señor-. Sino que así será la alianza que haré con ellos, después de aquellos días -oráculo del Señor-. Meteré mi ley en su pecho, la escribiré en sus corazones; yo seré su Dios y ellos serán mi pueblo. Y no tendrá que enseñar uno a su prójimo, el otro a su hermano, diciendo: Reconoce al Señor. Porque todos me conocerán, desde el pequeño al grande -oráculo del Señor-, cuando perdone sus crímenes y no recuerde sus pecados. Salmo del día de hoy Salmo 51/ 50,3-4.12-13.14-15: Oh Dios, crea en mí un corazón puro. Misericordia, Dios mío, por tu bondad, por tu inmensa compasión borra mi culpa; lava del todo mi delito, limpia mi pecado. Oh Dios, crea en mí un corazón puro, renuévame por dentro con espíritu firme; no me arrojes lejos de tu rostro, no me quites tu santo espíritu. Devuélveme la alegría de tu salvación, afiánzame con espíritu generoso: enseñaré a los malvados tus caminos, los pecadores volverán a ti. Segunda lectura del día de hoy Hb 5,7-9: Aprendió a obedecer y se ha convertido en autor de salvación eterna. Cristo, en los días de su vida mortal, a gritos y con lágrimas, presentó oraciones y súplicas al que podía salvarlo de la muerte, cuando en su angustia fue escuchado. Él, a pesar de ser Hijo, aprendió, sufriendo, a obedecer. Y, llevado a la consumación, se ha convertido para todos los que le obedecen en autor de salvación eterna. Evangelio del día de hoy Jn 12,20-33: Si el grano de trigo cae en tierra y muerte, da mucho fruto. En aquel tiempo, entre los que habían venido a celebrar la fiesta había algunos griegos; éstos, acercándose a Felipe, el de Betsaida de Galilea, le rogaban: – «Señor, quisiéramos ver a Jesús.» Felipe fue a decírselo a Andrés; y Andrés y Felipe fueron a decírselo a Jesús. Jesús les contestó: – «Ha llegado la hora de que sea glorificado el Hijo del hombre. Os aseguro que si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda infecundo; pero si muere, da mucho fruto. El que se ama a sí mismo se pierde, y el que se aborrece a sí mismo en este, mundo se guardará para la vida eterna. El que quiera ser­virme, que me siga, y donde esté yo, allí también estará mi ser­vidor; a quien me sirva, el Padre lo premiará. Ahora mi alma está agitada, y ¿qué diré?: Padre, líbrame de esta hora. Pero si por esto he venido, para esta hora. Padre, glorifica tu nombre.» Entonces vino una voz del cielo: -«Lo he glorificado y volveré a glorificarlo.» La gente que estaba allí y lo oyó decía que había sido un trueno; otros decían que le había hablado un ángel. Jesús tomó la palabra y dijo: -«Esta voz no ha venido por mí, sino por vosotros. Aho­ra va a ser juzgado el mundo; ahora el Príncipe de este mundo va a ser echado fuera. Y cuando yo sea elevado sobre la tierra atraeré a todos hacia mí.» Esto lo decía dando a entender la muerte de que iba morir. Palabra del Señor, Gloria a ti Señor Jesús.
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TRANSLITERACIÓN REFLEXIÓN PADRE CARLOS YEPES Acercándonos a la Semana Santa y a la Pascua del Señor, miremos el evangelio que hoy nos presenta san Juan, donde se describe de una manera casi dramática, toda la acción salvífica del Señor en nuestra vida, todo el misterio de su Pascua, esto es, de su paso de la muerte a la vida, invitándonos a nosotros a entender, que no alcanzaremos la verdadera vida, si primero no morimos a nosotros mismos. Esto lo entendieron claramente los místicos como san Juan de la Cruz, cuando decía: “Para recibir al que es todo, hay que darlo y entregarlo todo en la vida”. Descubramos en el evangelio de hoy, como en siete actos, esta obra máxima de la redención, la salvación del mundo entero. En un primer acto, Jesús, al grupo de sus discípulos les dice: “Ha llegado la hora de que sea glorificado, exaltado, reconocido el Hijo del Hombre”. Está hablando de sí mismo y de la hora definitiva de su pasión, muerte y resurrección, que va a refrendar y de alguna manera a evidenciar, toda la obra salvadora que hizo con sus milagros, sus sanaciones, sus exorcismos, la predicación con exousia, con autoridad. Jesús va a Jerusalén no simplemente a morir, Jesús sube a la ciudad de Jerusalén a entregar su vida, porque la hora señalada por el Padre ya se ha dado. En un segundo momento Jesús anticipa su muerte y en la imagen magnífica que todos conocemos del grano de trigo, reconoce que si éste no muere, queda infecundo; pero por el contrario, si muere, da mucho fruto. Ese grano de trigo no solamente es Jesús, ese grano de trigo somos tú y yo, y reconocemos esa dinámica pascual, morir para vivir, entregarnos para recibirlo todo; choca contra todas las lógicas humanas que buscan la conservación, la acumulación, la autoprotección. Ciertamente está dinámica pascual, es un salto al vacío que sólo damos desde la fe, porque el mundo, en una lógica humana muy entendible, nos habla de cuidarnos, de preservarnos, y Jesús nos habla de entregarnos, de morir a nosotros mismos a la manera del grano de trigo, para que demos fruto en una nueva semilla. Pero continúa en esta obra salvífica de Jesús un tercer acto dentro del drama humano divino de la salvación, y ya no habla de la hora que ha llegado, no habla del grano de trigo que tiene que morir; habla de que el hombre que se ama a sí mismo se pierde, el hombre que busca simplemente su seguridad, su éxito, su comodidad, su bienestar, al final pierde el sentido último de la vida que Dios ha colocado en el corazón humano, que es donarnos, entregarnos, gastar la vida por los demás. Reconoce y ratifica que sólo el que se odie a sí mismo, entendamos el que se entrega a sí mismo, se guarda y se prepara, se asegura podríamos decir, la vida definitiva, la vida en plenitud con Dios. El mundo y una persona que vive de espaldas a Dios, entiende este mensaje como locura. Tú escuchas a alguien con la mentalidad mundana y dirá: “He venido a esta tierra a hacer dinero, a tener bienestar, a pasarla bien, a no maltratarme, a no sacrificarme por nadie”. El mundo y la sociedad están llenos de este tipo de personas y sin embargo son seres humanos tan insatisfechos, tan vacíos, y mientras más quieren llenar su soledad, más soledad hay en ellos. Pero avanzamos en esta reflexión en un cuarto momento dentro de este acto y acción salvífica universal, Jesús dirá a sus discípulos siguiendo al evangelista san Juan: “El que quiera servirme que me siga, y donde esté Yo, allí también estará mi servidor, a quien me sirva, mi Padre lo honrará”. Jesús, no sólo en el lavado de los pies a sus discípulos, no sólo en la preocupación por los enfermos, no sólo en la enseñanza a los ignorantes, no sólo en la liberación con exousia, con autoridad del mal, está sirviendo a los demás, sino que quiere que nosotros entendamos, que la vida es grande sólo cuando se da. Digámoslo en estas palabras, sólo hay vida cuando entregas tu vida, a la manera en que una madre siente la realización de su misión de mamá, cuando se dona y se entrega generosa y oblativamente por sus hijos, sacrificándose por ellos, y así encuentra el sentido, la alegría y la plenitud de su maternidad. Pero avanzamos en esta reflexión en un quinto momento, Jesús reconoce que frente a esta realidad de su Pascua, su pasión, muerte y resurrección, su alma está agitada y en algún momento determinado tiene una lucha personal con su voluntad humana y frente a su alma agitada se pregunta: “Padre, Padre Dios, líbrame de esta hora”. Pero luego recapacita y afirma: “Pero si para esta hora y esta obra de redención he venido al mundo, Padre, estoy llamado a glorificar tu nombre, por mi entrega sacrificial en la cruz, podríamos decir nosotros”. En un sexto y penúltimo momento encontramos, como se oye una voz del cielo, según atestigua el evangelio de san Juan que afirma: “Lo he glorificado y volveré a glorificarlo”. Es la frase más paradójica, Jesús triunfa desde el fracaso de la cruz, Jesús vence el pecado, el sufrimiento y la muerte en la humanidad, desde el fracaso de la pasión, la soledad, el abandono, la injusticia, la crucifixión y la muerte. Toda lógica humana lo repetimos, se siente desafiada ante el plan de Dios, pero así es el Padre de los cielos, ¡que le vamos a hacer! Terminará el texto evangélico de este día afirmando: “Esta voz no ha venido a hablar por mí, sino por ustedes, ahora va a ser juzgado el mundo, ahora el príncipe de este mundo, satanás, va a ser echado fuera, y cuando yo sea elevado sobre la tierra hablando de su elevación en la cruz en el Gólgota, atraeré a todos hacia mí”. No temamos momentos de cruz, por el contrario abracemos la cruz, no en vano, la segunda lectura de hoy, tomada de la carta a los Hebreos, nos dice que: “Jesús con gritos y lágrimas, presentó al Padre Dios, oraciones y súplicas, para ser salvado de la muerte en su voluntad humana; pero siendo escuchado por Dios, aprendió sufriendo a obedecer y llevada la consumación su obra, (ir hasta la muerte), se convirtió para todos los que le obedecen en autor de salvación eterna. Señor, qué impresionante estas lecturas de hoy, ayúdame a ser crítico con la mentalidad y el pensamiento del mundo, ayúdame a reconocer que hay que morir a nosotros mismos, a nuestro ego, a nuestra soberbia, a nuestro egoísmo, para vivir en la plenitud del amor de Dios. Ser macerados, morir como la semilla, como el grano de trigo, para nacer en una nueva planta, en una nueva vida. Que el buen Dios te bendiga en abundancia en este día, en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.
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Amor, Compartir, Entrega, Entregar la vida, Fruto, Grano de trigo, Gratitud, Jesús, Jerusalén, Morir a ti mismo, Nueva Semilla, Servicio, Vida, Biblia, Evangelio
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2024-03-21 15:17:59
¡Dar todo para recibir todo! 2
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