¡Domingo de Ramos!
Date
2025-04-13
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REFERENCIA BÍBLICA DEL EVANGELIO
San Lucas 23, 1-49
Lecturas del día de Hoy:
Primera lectura: Isaίas 50, 4-7
En aquel entonces, dijo Isaías: «El Señor me ha dado una lengua experta, para que pueda confortar al abatido con palabras de aliento.
Mañana tras mañana, el Señor despierta mi oído, para que escuche yo, como discípulo.
El Señor Dios me ha hecho oír sus palabras y yo no he opuesto resistencia ni me he echado para atrás.
Ofrecí la espalda a los que me golpeaban, la mejilla a los que me tiraban de la barba. No aparté mi rostro de los insultos y salivazos.
Pero el Señor me ayuda, por eso no quedaré confundido, por eso endurecí mi rostro como roca y sé que no quedaré avergonzado».
Palabra de Dios. Te alabamos Señor.
Salmo de Hoy:
Salmo 21, 8-9. 17-18a. 19-20. 23-24
Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?
Todos los que me ven, de mí se burlan;
me hacen gestos y dicen:
«Confiaba en el Señor, pues que él lo salve;
si de veras lo ama, que lo libre».
Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?
Los malvados me cercan por doquiera
como rabiosos perros.
Mis manos y mis pies han taladrado
y se puedan contar todos mis huesos.
Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?
Reparten entre sí mis vestiduras
y se juegan mi túnica a los dados.
Señor, auxilio mío, ven y ayudarme,
no te quedes de mí tan alejado.
Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?
Contaré tu fama a mis hermanos,
en medio de la asamblea te alabaré.
Fieles del Señor, alábenlo;
glorifíquenlo, linaje de Jacob,
témelo, estirpe de Israel.
Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?
Segunda lectura: Filipenses 2, 6-11
Cristo, siendo Dios, no consideró que debía aferrarse a las prerrogativas de su condición divina, sino que, por el contrario, se anonadó a sí mismo, tomando la condición de siervo,
y se hizo semejante a los hombres.
Así, hecho uno de ellos, se humilló a sí mismo y por obediencia aceptó incluso la muerte, y una muerte de cruz.
Por eso Dios lo exaltó sobre todas las cosas y le otorgó el nombre que está sobre todo nombre, para que, al nombre de Jesús, todos doblen la rodilla en el cielo, en la tierra y en los abismos, y todos reconozcan públicamente que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre.
Palabra de Dios. Te alabamos Señor .
Evangelio de Hoy:
Lectura del Santo Evangelio según San Lucas 23, 1-49
En aquel tiempo, el consejo de los ancianos, con los sumos sacerdotes y los escribas, se levantaron y llevaron a Jesús ante Pilato. Entonces comenzaron a acusarlo, diciendo: «Hemos comprobado que éste anda amotinando a nuestra nación y oponiéndose a que se pague tributo al César y diciendo que él es el Mesías rey».
Pilato preguntó a Jesús: «¿Eres tú el rey de los judíos?» Él le contestó: «Tú lo has dicho». Pilato dijo a los sumos sacerdotes y a la turba: «No encuentro ninguna culpa en este hombre». Ellos insistían con más fuerza, diciendo: «Solivianta al pueblo enseñando por toda Judea, desde Galilea hasta aquí». Al oír esto, Pilato preguntó si era galileo, y al enterarse de que era de la jurisdicción de Herodes, se lo remitió, ya que Herodes estaba en Jerusalén precisamente por aquellos días.
Herodes, al ver a Jesús, se puso muy contento, porque hacía mucho tiempo que quería verlo, pues había oído hablar mucho de él y esperaba presenciar algún milagro suyo. Le hizo muchas preguntas, pero él no le contestó ni una palabra. Estaban ahí los sumos sacerdotes y los escribas, acusándolo sin cesar. Entonces Herodes, con su escolta, lo trató con desprecio y se burló de él, y le mandó poner una vestidura blanca. Después se lo remitió a Pilato. Aquel mismo día se hicieron amigos Herodes y Pilato, porque antes eran enemigos.
Pilato convocó a los sumos sacerdotes, a las autoridades y al pueblo, y les dijo: «Me han traído a este hombre, alegando que alborota al pueblo; pero yo lo he interrogado delante de ustedes y no he encontrado en él ninguna de las culpas de que lo acusan. Tampoco Herodes, porque me lo ha enviado de nuevo. Ya ven que ningún delito digno de muerte se ha probado. Así pues, le aplicaré un escarmiento y lo soltaré».
Con ocasión de la fiesta, Pilato tenía que dejarles libre a un preso. Ellos vociferaron en masa, diciendo: «¡Quita a ése! ¡Suéltanos a Barrabás!» A éste lo habían metido en la cárcel por una revuelta acaecida en la ciudad y un homicidio.
Pilato volvió a dirigirles la palabra, con la intención de poner en libertad a Jesús; pero ellos seguían gritando: «¡Crucifícalo, crucifícalo!» Él les dijo por tercera vez: «¿Pues qué ha hecho de malo? No he encontrado en él ningún delito que merezca la muerte; de modo que le aplicaré un escarmiento y lo soltaré». Pero ellos insistían, pidiendo a gritos que lo crucificara. Como iba creciendo el griterío, Pilato decidió que se cumpliera su petición; soltó al que le pedían, al que había sido encarcelado por revuelta y homicidio, y a Jesús se lo entregó a su arbitrio.
Mientras lo llevaban a crucificar, echaron mano a un cierto Simón de Cirene, que volvía del campo, y lo obligaron a cargar la cruz, detrás de Jesús. Lo iba siguiendo una gran multitud de hombres y mujeres, que se golpeaban el pecho y lloraban por él. Jesús se volvió hacia las mujeres y les dijo: «Hijas de Jerusalén, no lloren por mí; lloren por ustedes y por sus hijos, porque van a venir días en que se dirá: ‘¡Dichosas las estériles y los vientres que no han dado a luz y los pechos que no han criado!’ Entonces dirán a los montes: ‘Desplómense sobre nosotros’, y a las colinas: ‘Sepúltennos’, porque si así tratan al árbol verde, ¿qué pasará con el seco?»
Conducían, además, a dos malhechores, para ajusticiarlos con él. Cuando llegaron al lugar llamado «la Calavera», lo crucificaron allí, a él y a los malhechores, uno a su derecha y el otro a su izquierda. Jesús decía desde la cruz: «Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen». Los soldados se repartieron sus ropas, echando suertes.
El pueblo estaba mirando. Las autoridades le hacían muecas, diciendo: «A otros ha salvado; que se salve a sí mismo, si él es el Mesías de Dios, el elegido». También los soldados se burlaban de Jesús, y acercándose a él, le ofrecían vinagre y le decían: «Si tú eres el rey de los judíos, sálvate a ti mismo». Había, en efecto, sobre la cruz, un letrero en griego, latín y hebreo, que decía: «Éste es el rey de los judíos».
Uno de los malhechores crucificados insultaba a Jesús, diciéndole: «Si tú eres el Mesías, sálvate a ti mismo y a nosotros». Pero el otro le reclamaba indignado: «¿Ni siquiera temes tú a Dios estando en el mismo suplicio? Nosotros justamente recibimos el pago de lo que hicimos. Pero éste ningún mal ha hecho». Y le decía a Jesús: «Señor, cuando llegues a tu Reino, acuérdate de mí». Jesús le respondió: «Yo te aseguro que hoy estarás conmigo en el paraíso».
Era casi el mediodía, cuando las tinieblas invadieron toda la región y se oscureció el sol hasta las tres de la tarde. El velo del templo se rasgó a la mitad. Jesús, clamando con voz potente, dijo: «¡Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu!» Y dicho esto, expiró.
Aquí se arrodillan todos y se hace una breve pausa.
El oficial romano, al ver lo que pasaba, dio gloria a Dios, diciendo: «Verdaderamente este hombre era justo». Toda la muchedumbre que había acudido a este espectáculo, mirando lo que ocurría, se volvió a su casa dándose golpes de pecho. Los conocidos de Jesús se mantenían a distancia, lo mismo que las mujeres que lo habían seguido desde Galilea, y permanecían mirando todo aquello.
Palabra de Dios. Gloria a ti Señor Jesús.
Description
TRANSLITERACIÓN REFLEXIÓN PADRE CARLOS YEPES
En este Domingo de Ramos encontramos una riquísima contemplación de todas las lecturas bíblicas que la liturgia de la Iglesia nos propone pedagógicamente para este día. En efecto, en un extenso relato de la Pasión y Muerte de nuestro Señor Jesucristo, según san Lucas, encontramos una clara descripción de lo que fue la vida de Jesús con sus luces y sombras, con sus bendiciones y desdichas.
Aprendamos de este relato tres breves y sencillas enseñanzas para nuestra vida.
La primera, encontramos en la Pasión de nuestro Señor Jesucristo, según san Lucas, una clarísima descripción de lo que es la condición humana de hoy, de ayer y de todos los tiempos. Encontramos en una seguidilla de personajes y escenas que aparecen en las últimas horas de la vida de Jesús, cómo hay apoyo de unos, pero también huida de otros, cómo hay gratitud de unos y por otro lado, la ingratitud de otros muy cercanos; cómo encontramos la lealtad de una María, su Madre, de una Magdalena su amiga, de Marta y Bethania, de las mujeres de Jerusalén, de Juan, el discípulo más joven de todos. Pero también encontramos la deslealtad, o por lo menos la cobardía y el abandono del grupo de los discípulos que se encerraron en casas judías con puertas y ventanas bien trancadas por miedo a las autoridades de la ciudad.
Hoy, no te extrañes que, en los buenos momentos de la vida, muchos estén contigo: te llamen, te visiten, te feliciten, te aplaudan, te conozcan y reconozcan, te miren y admiren. Y tampoco te extrañe, ni te escandalice que, en momentos de desventura o infortunio, muchos de los que se llamaban tus amigos y probablemente tus aduladores, ya no están contigo. La turba acompañaba a Jesús cuando entraba triunfal en Domingo de Ramos, en la ciudad de Jerusalén, y entonaban cánticos y vítores, alabanzas a aquel que viene en nombre del rey David. Pero luego esa misma turba, unos pocos días después, en Viernes Santo, grita su Muerte y su Crucifixión, lo abandona a su suerte. Esa es la condición humana ¿qué le vamos a hacer?, y si la vivió el Santo de los Santos, el justo de los justos, Jesucristo, qué podremos esperar nosotros, hombres y mujeres de a pie.
Pero encontramos una segunda realidad a manera de enseñanza universal, y es que el abandono de los suyos en la adversidad es una realidad que no puede desanimarnos en nuestros proyectos de hacer el bien. Con frecuencia, el Papa Francisco clama en sus predicaciones: “No nos cansemos de hacer el bien”. Y Jesús más allá de la negación de Pedro y de su cobardía, más allá de la traición de Judas por 30 monedas de plata, más allá de que se esconden y se hacen a un lado la mayoría de los discípulos y de que la multitud a la que le predicó el amor, la justicia, la bondad, el bien, a los que sanó de sus cegueras, parálisis, sorderas, lepras y demás, ahora gritan su crucifixión y su muerte. Jesús no desanima, Jesús no deja de realizar el proyecto de Dios en su vida, Jesús es obediente al Padre de los cielos, Jesús cumple hasta el final su tarea y su misión redentora cuando en una de las últimas frases antes de morir dice: “Todo está cumplido”. Tú y yo tenemos que reflexionar, por más que el mundo aparentemente decepcione, abandone, sea ingrato, defraude o traicione, no dejemos de hacer el bien, no dejemos de predicar el evangelio, Buena noticia de Jesús, Salvador, triunfador sobre la muerte, sobre el mal y sobre todo sufrimiento humano.
Hoy te digo, si los buenos de esta tierra se desaniman, si los hombres y mujeres rectos, llenos de Dios, se desconsuelan, se sienten abatidos, ¿quién quedará en el mundo para ser luz?, ¿quién quedará en el mundo para ser fermento en la masa?, ¿quién quedará en el mundo para ser sal de la tierra? No te puede desanimar, porque Jesús, nuestro inspirador, nuestro guía, no dejó de hacer el bien, no se desanimó y no dejó de cumplir su tarea, su misión hasta el final, derramando hasta la última gota de sangre, la última experiencia de su propia vida.
Terminamos con una tercera y última enseñanza, Jesús con su vida donada, con su sangre derramada, con su existencia entregada, nos deja una enseñanza inmortal al mundo entero, a los hombres y mujeres de buena voluntad que entienden que el evangelio falso del mundo es un engaño y que, por el contrario, en el evangelio de Cristo hay una sabiduría que es locura para el mundo, pero que es poder de Dios y fuerza de Dios.
Esta sabiduría la podríamos sintetizar en esta afirmación: ¡La vida solo se conquista y se gana entregándola y perdiéndola cada día! Mientras el mundo te habla de cuidarte, consentirte, tasarte, no sacrificarte por nadie, pensar sólo en ti mismo de manera egocéntrica y egoísta, descubre que el mensaje de Jesús con sus palabras, pero sobre todo con las obras de su vida y con las últimas horas de su existencia en su entrega dolorosa, en su Pasión gloriosa, en su Resurrección triunfante, nos muestra que la vida solo se conquista cuando se entrega. Jesús resucitó porque entregó su vida, no se le arrebataron, Él la dio libremente. Esto no es fácil de entender, no es fácil de asumir, y nuestro mundo, repito, habla de que te cuides, de que pienses sólo en ti y en tu bienestar, tu confort, tu comodidad; pero el evangelio que es sabiduría poderosa de Dios, aunque resulte necedad para el mundo nos dice ¿quieres verdaderamente ganar tu vida?, entrégala cada día en amor, en servicio, en solidaridad con los demás. Saca de tu tiempo, cambia tus planes de cada día, desvíate del camino como el buen samaritano y encuentra la alegría de la vida plena, sólo cuando donamos la vida personal.
Que el Señor en este Domingo de Ramos te bendiga en abundancia y te conceda una buena Semana Santa, pero sobre todo una bendecida Pascua del Señor, paso de Dios por tu vida renovándote y transformándote. Y te bendigo. En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Keywords
Abandono en la adversidad, Conquistar la vida, Desanimarse, Entregar la vida, Fe, Fidelidad de Dios, Ganar la vida, Hacer el bien, San Lucas, Ser humano cambiante, Vivir en conciencia, Biblia, Evangelio