¡Que yo pueda ver!

dc.contributor.authorFundación Amén Comunicaciones
dc.date.accessioned2024-11-21T21:59:14Z
dc.date.available2024-11-21T21:59:14Z
dc.date.issued2024-11-18
dc.descriptionTRANSLITERACIÓN REFLEXIÓN PADRE CARLOS YEPES En este final del año litúrgico, comenzamos la lectura más o menos continuada del último libro de la Sagrada Escritura, el libro del Apocalipsis, (también conocido como el libro de las Revelaciones). Escrito por san Juan junto con su evangelio y tres pequeñas cartas, es sin lugar a dudas, el texto más denso, más cargado de simbolismos y por eso más difícil de interpretar. Comienza el libro del Apocalipsis diciendo: “Revelación de Jesucristo, que Dios le encargó mostrar a sus siervos acerca de lo que tiene que suceder pronto. Dio a conocer esta revelación enviando su ángel a su siervo Juan, el cual fue testigo de la palabra de Dios y del testimonio de Jesucristo de todo cuanto vio”. Y agregará el libro del Apocalipsis en el comienzo del texto: “Bienaventurado el que lee este libro, y los que escuchan las palabras de esta profecía y guardan lo que en ella está escrita, porque el tiempo está cerca”. Comenzará Juan dirigiendo palabras precisas a las siete iglesias de Asia y saludándolas: “Gracia y paz a ustedes de parte del que es, el que era y el que ha de venir, de parte de los siete espíritus que están ante su trono”. Finalmente, reconoce Juan escritor del libro del Apocalipsis: “La perseverancia y los sufrimientos por el nombre de Jesucristo que han recibido los habitantes de estas iglesias de Asia”. Pero también les hace un reproche que podría ser actual para los hombres y mujeres de nuestro tiempo cuando Juan dice: “Vengo contra ustedes que han abandonado el amor primero”. Por eso nos invita: “A la conversión y a reconocer que más allá de nuestras caídas, es Jesús, el Rey que está sentado en el trono, el que nos ha liberado a todos”. Por eso, en esta línea consonante está el salmo primero, que tiene la gran sabiduría de invitarnos a reconocer: “Que, en el temor de Dios, en el respeto a Dios, en la obediencia a los mandatos de Dios (que en el fondo es lo mismo), está la grande sabiduría para la vida de los hombres”. Dirá el salmista en efecto: “Al vencedor le daré a comer del árbol de la vida”, y comenzamos en oración este salmo afirmando: “Dichoso el hombre que no sigue el consejo de los malvados, ni entra por la senda, el camino de los pecadores, ni se sienta a la reunión de los hombres cínicos, sino que su alegría y su gozo es la ley de Dios y la medita día y noche”. Y agregará el salmista: “Este hombre bueno, justo y sabio será como un árbol plantado al borde de la acequia, da fruto a su tiempo y no se marchitan sus hojas, y cuando emprende tiene buen fin”. Y aclarará finalmente: “Que el malvado no será como ese árbol plantado al borde de la acequia o riachuelo, sino que será paja liviana que arrebata el viento, porque Dios siempre protege, cuida y guía el camino del justo”. Pero nos recuerda: “Que el camino del malvado, aunque de momento triunfe, siempre termina mal”. Que esta primera lectura y el salmo nos preparen para meditar el texto evangélico de Lucas, capítulo 18, cuando Jesús se acercaba al pequeño villorrio de Jericó y había allí un ciego de nacimiento sentado al borde del camino y pidiendo limosna. No puede ser más dramática la descripción del personaje: ciego, pobre, limosnero, probablemente andrajoso, pidiendo ayuda, pidiendo limosna. El ciego escucha que Jesús el Nazareno va a pasar por allí y lanza un grito: “Jesús, Hijo de David (que es lo mismo), descendiente del rey David, ten compasión de mí”. Algunos que escuchaban al ciego limosnero gritar, lo regañan para que se calle, pero él lejos de desanimarse por otros hombres que no lo ayudaban, grita con más fuerza por segunda vez: “Jesús, descendiente del rey David, ten compasión de mí”. Hoy te invito como una primera enseñanza, a que descubras que siempre la puerta de entrada al corazón de Dios en Jesucristo es clamar, es pedir, es gritar la compasión de Dios, porque todos los seres humanos, por más que nos sintamos llenos de juventud, de sabiduría, de riqueza, somos frágiles. Somos como la hierba que por la mañana nace y crece, y en la tarde se marchita y muere. Hoy, en tus dificultades, en tus enfermedades, en tus soledades, en tus crisis personales, en los dolores y pruebas con tu familia clama al Señor como el ciego cerca de Jericó: “Jesús, ten compasión de mí”, pídele a Dios misericordia y créeme que Él escuchará tu súplica. Pero viene una segunda reflexión bien importante, y es que Jesús atiende el lamento de este pobre hombre, que él tiene una nueva mirada por la fe y le dice, ¿qué puedo hacer por ti? El ciego no pide dinero, no pide comida, no pide limosna; pide algo más grande para su vida: “Señor, que yo pueda ver, que yo recobre la luz en mis ojos”. En el fondo no se trataba solamente de la sanación del nervio óptico, se trataba, sobre todo, de pedirle a Jesús la luz de la fe que nos lleva a mirar la vida y los acontecimientos de ella de una manera distinta. Hoy, como el ciego de Jericó, clama a Dios: ¡Señor, que yo pueda ver con claridad en mi vida!, ¿qué es importante?, ¿qué no vale la pena?, ¿por qué luchar?, ¿por qué no desgastarme sin necesidad? ¿Acaso no ha sentido en tu vida en algún momento de silencio y reflexión donde en tu interior te preguntas: tanto esfuerzo, tantas fatigas, tantos desvelos por una persona, por una empresa, por un empleo, tal vez no valía la pena? Hoy descubre que lo único esencial en tu vida es Dios y que este ciego camino de Jericó pidió a Jesús lo más importante, la sanación de su nervio óptico claro que sí, pero sobre todo la luz de la fe. ¿Hoy crees que eres sabio porque has pasado por una universidad?, ¿por qué has pasado por la escuela de la vida?, ¿por qué has conocido de la condición humana? Claro, todo esto te ha ayudado a hacer aprendizajes, pero no olvides la sabiduría más alta, buscar a Dios, conocer y experimentar a Dios, amar a Dios y de esta manera abrir la puerta de tu alma para vivir la vida plena con Dios. Terminará el evangelio diciéndonos que Jesús le dice al hombre: “Recobra tu vista, tu fe te ha curado”. El ciego recobró la vista, y dirá san Lucas: “Que empezó un proceso de seguimiento de Jesús, de discipulado de Jesús, de aprender de Él, e iba por el camino glorificando a Dios”. Hoy reconoce que tu vida y la mía son un camino donde podemos hacer seguimiento de personas, empresarios, políticos, artistas, deportistas que nos pueden inspirar, inclusive nuestros padres, familiares y amigos. Pero realmente descubre que en el único que vale la pena hacer seguimiento es de Cristo Jesús, modelo universal de hombre, verdadero hombre y verdadero Dios. Que el Señor te bendiga en abundancia en este día, en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.
dc.description.abstractREFERENCIA BÍBLICA DEL EVANGELIO Lucas 18, 35-43 Lecturas del día de hoy: Primera Lectura: Ap 1, 1-4; 2,1-5a: Esta es la revelación que Dios ha entregado a Jesucristo, para que muestre a sus siervos lo que tiene que suceder pronto. Dio la señal enviando su ángel a su siervo Juan. Este, narrando lo que ha visto, se hace testigo de la palabra de Dios y del testimonio de Jesucristo. Dichoso el que lee y dichosos los que escuchan las palabras de esta profecía y tienen presente lo que en ella está escrito, porque el plazo está cerca. Juan a las siete iglesias de Asia: Gracia y paz a vosotros de parte del que es y era y viene y de parte de los siete espíritus que están ante su trono. Oí una voz que decía desde el cielo: Al ángel de la Iglesia de Éfeso escribe así: -Esto dice el que tiene las siete estrellas en su mano derecha y anda entre los siete candelabros de oro: Conozco tu manera de obrar, tu fatiga y tu aguante; sé que no puedes soportar a los malvados, que pusiste a prueba a los que se llamaban apóstoles sin serlo y descubriste que eran unos embusteros. Eres tenaz, has sufrido por mí y no te has rendido a la fatiga; pero tengo en contra tuya que has abandonado el amor primero. Recuerda de dónde has caído, conviértete y vuelve a proceder como antes. Palabra del Señor. Te alabamos Señor Salmo del día de hoy: Salmo 1, 1-2.3.4.6: Al que salga vencedor le daré a comer del árbol de la vida. Dichoso el hombre que no sigue el consejo de los impíos; ni entra por la senda de los pecadores, ni se sienta en la reunión de los cínicos, sino que su gozo es la ley del Señor, y medita su ley día y noche. Al que salga vencedor le daré a comer del árbol de la vida. Será como un árbol plantado al borde de la acequia: da fruto en su sazón, y no se marchitan sus hojas; y cuanto emprende tiene buen fin. Al que salga vencedor le daré a comer del árbol de la vida. No así los impíos, no así: serán paja que arrebata el viento, porque el Señor protege el camino de los justos, pero el camino de los impíos acaba mal. Al que salga vencedor le daré a comer del árbol de la vida. Evangelio del día de hoy: Del Santo Evangelio según San Lucas 18, 35-43: En aquel tiempo, cuando se acercaba Jesús a Jericó, había un ciego sentado al borde del camino, pidiendo limosna. Al oír que pasaba gente, preguntaba qué era aquello; y le explicaron: -Pasa Jesús Nazareno. Entonces gritó: -¡Jesús, hijo de David, ten compasión de mí! Los que iban delante le regañaban para que se callara, pero él gritaba más fuerte: -¡Hijo de David, ten compasión de mí! Jesús se paró y mandó que se lo trajeran. Cuando estuvo cerca, le preguntó: -¿Qué quieres que haga por ti? El dijo: -Señor, que vea otra vez. Jesús le contestó: -Recobra la vista, tu fe te ha curado. Enseguida recobró la vista y lo siguió glorificando a Dios. Y todo el pueblo, al ver esto, alababa a Dios. Palabra del Señor, Gloria a ti Señor Jesús.
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dc.subjectAtentos al Señor
dc.subjectCeguera
dc.subjectEstar dispuesto
dc.subjectFe madura
dc.subjectGratitud
dc.subjectJesús modelo universal de hombre
dc.subjectMirar la vida de una manera distinta
dc.subjectRecobrar la vista
dc.subjectSan Lucas
dc.subjectSeguir al Señor
dc.subjectSer humilde
dc.subjectVerdadero Dios
dc.subjectBiblia
dc.subjectEvangelio
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dc.title.alternativeSeguir a Cristo
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