¡El que coma de este pan, vivirá para siempre!

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2023-04-27
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REFERENCIA BÍBLICA DEL EVANGELIO Juan 6, 44-51 Lectura del día de hoy Lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles 8, 26-40 En aquellos días, un ángel del Señor habló a Felipe y le dijo: «Levántate y marcha hacia el sur, por el camino de Jerusalén a Gaza, que está desierto». Se levantó, se puso en camino y, de pronto, vio venir a un etíope; era un eunuco, ministro de Candaces, reina de Etiopía e intendente del tesoro, que había ido a Jerusalén para adorar. Iba de vuelta, sentado en su carroza, leyendo al profeta Isaías. El Espíritu dijo a Felipe: «Acércate y pégate a la carroza». Felipe se acercó corriendo, le oyó leer el profeta Isaías, y le preguntó: «¿Entiendes lo que estás leyendo?». Contestó: «¿Y cómo voy a entenderlo si nadie me guía?». E invitó a Felipe a subir y a sentarse con él. El pasaje de la Escritura que estaba leyendo era éste: «Como cordero fue llevado al matadero, como oveja muda ante el esquilador, así no abre su boca. En su humillación no se le hizo justicia. ¿Quién podrá contar su descendencia? Pues su vida ha sido arrancada de la tierra». El eunuco preguntó a Felipe: «Por favor, ¿de quién dice esto el profeta?; ¿de él mismo o de otro?». Felipe se puso a hablarle y, tomando pie de este pasaje, le anunció la Buena Nueva de Jesús. Continuando el camino, llegaron a un sitio donde había agua, y dijo el eunuco: «Mira, agua. ¿Qué dificultad hay en que me bautice?». Mandó parar la carroza, bajaron los dos al agua, Felipe y el eunuco, y lo bautizó. Cuando salieron del agua, el Espíritu del Señor arrebató a Felipe. El eunuco no volvió a verlo, y siguió su camino lleno de alegría. Felipe se encontró en Azoto y fue anunciando la Buena Nueva en todos los poblados hasta que llegó a Cesarea. V/. «Palabra de Dios». R/. «Te alabamos Señor». Salmo del día de hoy Salmo 66 (65), 8-9. 16-17. 20 R/. Aclama al Señor, tierra entera. Bendigan, pueblos, a nuestro Dios; hagan resonar sus alabanzas, porque Él nos ha devuelto la vida y no dejó que tropezaran nuestros pies. R/. Los que temen a Dios, vengan a escuchar, les contaré lo que ha hecho conmigo: a él gritó mi boca y lo ensalzó mi lengua. R/. Bendito sea Dios, que no rechazó mi súplica ni me retiró su favor. R/. Evangelio del día de hoy Lectura del santo Evangelio según San Juan 6, 44-51 En aquel tiempo, dijo Jesús al gentío: «Nadie puede venir a mí si no lo atrae el Padre que me ha enviado. Y yo lo resucitaré en el último día. Está escrito en los profetas: “Serán todos discípulos de Dios”. Todo el que escucha al Padre y aprende, viene a mí. No es que alguien haya visto al Padre, a no ser el que está junto a Dios: ése ha visto al Padre. En verdad, en verdad les digo: el que cree tiene vida eterna. Yo soy el pan de la vida. Sus padres comieron en el desierto el maná y murieron; este es el pan que baja del cielo, para que el hombre coma de él y no muera. Yo soy el Pan vivo que ha bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre. Y el pan que yo daré es mi carne por la vida del mundo». V/. «Palabra del Señor». «Gloria a ti Señor Jesús».
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TRANSLITERACIÓN REFLEXIÓN PADRE CARLOS YEPES Jueves 27 de abril, continuamos en este tiempo precioso de la Pascua, la lectura de uno de los libros más hermosos del nuevo testamento, el libro de los Hechos o actos de los Apóstoles, que narra la naciente Iglesia, el cristianismo primitivo y las acciones que el grupo de apóstoles después de la muerte y sobre todo la Resurrección de Jesús, realizan con autoridad, con poder, generando solamente sorpresa y la alegría de una vida nueva que nos viene por la acción de Cristo muerto y resucitado. Hoy, Hechos de los Apóstoles capítulo 8, nos habla de Felipe, que siente que un mensajero de Dios le habla a su corazón y le dice: “Levántate y marcha hacia el sur, por el camino de Jerusalén, a Gaza, que está en el desierto, se levanta el apóstol Felipe y se pone en camino y encuentra a un hombre africano, concretamente de Etiopía, un hombre que por servir a la reina de Etiopía, la reina del sur, y como ministro de ella, ministro de Candace es esta reina etíope, le exigían algo ser eunuco, ser castrado, precisamente para evitar que nunca tuviera deseos frente a ella y siendo un hombre importante, era el intendente del tesoro de este pueblo etíope. Había ido a Jerusalén para adorar al verdadero Dios y de regreso a su tierra el Espíritu dice al apóstol Felipe, acércate a donde está el eunuco y háblale, pégate a su carroza, escucha a Felipe, que está leyendo el eunuco al profeta Isaías, pero no entiende claramente las palabras como cordero fue llevado al matadero, como oveja muda ante el esquilador, y así no abre la boca, en su humillación no se le hizo justicia, ¿quién podrá contar su descendencia? pues su vida ha sido arrancada de la tierra. El eunuco un ignorante en temas religiosos, simplemente pregunta con espontaneidad al apóstol Felipe, ¿si el profeta Isaías está hablando de sí mismo o de alguien más?, y Felipe le dice, que este es uno de los cánticos de los cuatro cánticos o himnos del siervo sufriente de Yahvé, y que Isaías no está hablando propiamente de sí, sino que está profetizando lo que 600, 700 años después va a ocurrir, y es la Pasión de Cristo, el Mesías esperado y anunciado por los profetas, el Hijo de Dios entregado en la cruz, muerto en ella y resucitado para darnos salvación”. Este anuncio que Felipe hace al hombre eunuco, ministro de Candace, lo lleva a llenarse de alegría y a pedir cuando pasan frente a una fuente de agua, que pueda ser bautizado en la nueva vida de Cristo, como efectivamente es bautizado inicia la semilla del cristianismo allá en África, allí precisamente donde se cumple el mandato: “Vayan a todos los rincones de la tierra y anuncien el nuevo camino, la nueva vida que Jesús nos ofrece”. Toda esta primera lectura nos lleva a responder con el salmo 65: “Aclama al Señor tierra entera, bendigan pueblos a nuestro Dios, hagan resonar sus alabanzas, porque Él nos ha devuelto la vida y no ha dejado que tropezaran nuestros pies; benditos los que temen y respetan a Dios, vengan a escuchar, les contaré las maravillas que Dios ha hecho en mi vida, a Él grito mi fe, mi boca y mi lengua lo ha ensalzado”. Pero ahora pasemos al capítulo 6 de san Juan, que hemos venido leyendo y meditando por estos días y descubramos tres sencillas enseñanzas para nuestra vida. La primera, Jesús nos advierte a todos: “Nadie puede tener fe, nadie puede tener hambre de Cristo, si primero el Espíritu del Padre Dios, no lo ha suscitado en él”. En una sociedad donde a veces con soberbia y no poca necedad e insensatez, nos apreciamos de ateísmo, miramos con desprecio la fe religiosa cristiana y a los católicos en general, no culpes a nadie, a aquella persona por intelectual, inteligente, importante que parezca, a ojos de unos pobres hombres, no tiene el don que tú tienes, ¡el hambre de Cristo!, la búsqueda del Señor que sólo se da cuando el Espíritu Santo los suscita en cada corazón. Ora por aquella persona, que deje su endurecimiento de alma, que se aleje de su mundanidad, que descubra que todo lo del mundo con sus vanidades pasa y es pura apariencia, y que la única vida verdadera es la que se da cuando vivimos de cara a Jesús, en el amor, en la paz interior, en la libertad profunda del alma, en la compasión y en la misericordia y perdón frente a los demás. Pero viene una segunda enseñanza del evangelio de hoy, cuando Jesús afirmará y lo dice de una manera categórica, abriendo con estas palabras: “En verdad, en verdad les digo, el que cree tiene vida eterna”. La fe, dicho de otra manera, es la gran virtud teologal para alcanzar la vida en plenitud, no la vida miserable, llena de sufrimientos, en medio de envidias, de ambiciones, cuidándonos y defendiéndonos de los demás, recordando la famosa expresión de Thomas Hobbes, “el hombre es lobo para el hombre”, no, la vida que ofrece Jesús es una vida en plenitud; porque es una vida en amor, una vida en justicia, una vida en solidaridad, una vida en gracia, una vida en perdón, una vida en paz, y ésta sólo se alcanza cuando creemos a Jesús, cuando confiamos en Él, cuando toda nuestras esperanzas las ponemos solo en Él; nunca el mal, nunca el ruido de los gritones llenos de odio, polarizadores de sociedades, enfrentando ricos contra pobres, blancos contra morenos, hombres, contra mujeres, izquierda contra derecha, nunca esos falsos profetas de odio que hoy polarizan y dividen ingenuamente a las personas que no tienen un poco de sentido crítico, podrán construir una sociedad o un mundo mejor, por más que hablen de justicia para los pobres. La justicia sólo se construye desde el amor y no desde la violencia, no desde el odio, no desde el enfrentamiento del hombre contra el hombre, de la mujer contra la mujer. Sólo el que cree en Jesús, tiene esa vida en plenitud. Finalmente, en una tercera enseñanza, Jesús dirá de manera categórica, muy a propósito de ese don inmenso que tenemos en miles de parroquias, capillas, monasterios, sagrarios, conventos, ¡la Eucaristía!, Jesús dirá: “Yo, soy el pan vivo que ha bajado del cielo, el que coma de este pan vivirá para siempre”. Jesús nos anuncia aquí uno de los más hermosos títulos cristológicos, Él es el pan de vida, Él es el alimento que nos vivifica, que hace que no vivamos en depresión, en ansiedad, en estrés, en angustia, en nervios crispados, como viven hoy millones de personas, a veces con cargos directivos en empresas, en una sociedad que paliamos todo sufrimiento con pastillitas y terapias psicológicas; Jesús nos dice, es tan simple, no necesitas pagarle al terapeuta, no necesitas comprar en la farmacia este medicamento, ven a mí, que ¡soy el alimento, el pan vivo bajado del cielo!, y sólo el que coma con fe, reciba diariamente este pan de vida en la Eucaristía, conocerá lo que es la verdadera vida, conocerá la verdad y sólo la verdad te hace libre. Que el Señor a ti y a mí, y a todos los que escuchen este mensaje, nos bendiga en abundancia en este día y nos ilumine, en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.
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Cielo, Creer, Espíritu del Padre Dios, Fe, Jesús es amor, Hambre de Cristo, Palabra de Dios, Pan vivo, Vida eterna, Biblia, Evangelio
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