¡Si obedecen, mi Padre los amará!

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2024-04-29
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REFERENCIA BÍBLICA DEL EVANGELIO Juan 14, 21-26 Lectura del día de hoy Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles 14, 5-18 En aquellos días, cuando en Iconio se produjeron conatos de violencia de parte de los gentiles y de los judíos, con sus autoridades, para maltratar a Pablo y a Bernabé y apedrearlos; al darse cuenta de la situación, huyeron a las ciudades de Licaonia, a Listra y Derbe y alrededores, donde se pusieron a predicar el Evangelio. Había en Listra, sentado, un hombre impedido de pies; cojo desde el seno de su madre, nunca había podido andar. Estaba escuchando las palabras de Pablo, y éste, fijando en él la vista y viendo que tenía una fe capaz de obtener la salud, le dijo en voz alta: «Levántate, ponte derecho sobre tus pies». El hombre dio un salto y echó a andar. Al ver lo que Pablo había hecho, el gentío exclamó en la lengua de Licaonia: «Los dioses en figura de hombres han bajado a visitarnos». A Bernabé lo llamaban Zeus, y a Pablo, Hermes, porque se encargaba de hablar. El sacerdote del templo de Zeus que estaba a la entrada de la ciudad trajo a las puertas toros y guirnaldas y, con la gente, quería ofrecerles un sacrificio. Al oírlo los apóstoles Bernabé y Pablo, se rasgaron el manto e irrumpieron por medio del gentío, gritando y diciendo: «Hombres, ¿qué hacen ustedes? También nosotros somos humanos de la misma condición de ustedes; les anunciamos esta Buena Noticia: que dejen los ídolos vanos y se conviertan al Dios vivo “que hizo el cielo, la tierra y el mar y todo lo que contienen”. En las generaciones pasadas, permitió que cada pueblo anduviera su camino; aunque no ha dejado de dar testimonio de sí mismo con sus beneficios, mandándoles desde el cielo la lluvia y las cosechas a sus tiempos, dándoles comida y alegría en abundancia». Con estas palabras, a duras penas disuadieron al gentío de que les ofrecieran un sacrificio. Salmo del día de hoy Salmo de hoy (115) 113 B, 1-2. 3-4. 15-16 R/. No a nosotros, Señor, sino a tu nombre da la gracia No a nosotros, Señor, no a nosotros, sino a tu nombre da la gloria, por tu bondad, por tu lealtad. ¿Por qué han de decir las naciones: «Dónde está su Dios»? R/. Nuestro Dios está en el cielo, lo que quiere lo hace. Sus ídolos, en cambio, son plata y oro, hechura de manos humanas. R/. Benditos sean del Señor, que hizo el cielo y la tierra. El cielo pertenece al Señor, la tierra se les ha dado a los hombres. R/. Evangelio del día de hoy Lectura del santo evangelio según san Juan 14, 21-26 En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «El que acepta mis mandamientos y los guarda, ése me ama; y el que me ama será amado mi Padre, y yo también lo amaré y me manifestaré a él». Le dijo Judas, no el Iscariote: «Señor, ¿qué ha sucedido para que te reveles a nosotros y no al mundo?» Respondió Jesús y le dijo: «El que me ama guardará mi palabra, y mi Padre lo amará, y vendremos a él y haremos morada en él. El que no me ama no guarda mis palabras. Y la palabra que estáis oyendo no es mía, sino del Padre que me envió. Os he hablado de esto ahora que estoy a vuestro lado, pero el Paráclito, el Espíritu Santo, que enviará el Padre en mi nombre, será quien os lo enseñe todo y os vaya recordando todo lo que les he dicho». Palabra del Señor, Gloria a ti Señor Jesús.
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TRANSLITERACIÓN REFLEXIÓN PADRE CARLOS YEPES Más allá de lo que nos narra el libro de los Hechos de los Apóstoles, de cómo Pablo y Bernabé tuvieron que huir a las ciudades de Licaonia, a Listra y Derbe, cuando fueron perseguidos en Iconio con violencia por parte de gentiles y judíos, nos muestra precisamente la acción del Espíritu, cuando Pablo mirando a un hombre tullido de sus pies, le da la orden de levantarse, el hombre da un salto y echa a andar. La gente en Licaonia está maravillada, pero en su ignorancia dicen: “Los dioses en figura de hombres de Pablo y Bernabé, han bajado a visitarnos y a Bernabé lo llaman Zeus, y a Pablo Hermes, dioses paganos”. Ellos, los apóstoles, se rasgan las vestiduras, los mantos, en señal de estar escandalizados y gritan: “Que locura hacen ustedes multitud de personas, que se admiran por la curación de este tullido; ¿no se dan cuenta que nosotros somos humanos y de barro como ustedes?, les anunciamos esta buena noticia de la salvación, pero también les decimos que dejen los ídolos y los dioses vanos y se conviertan al Dios vivo manifestado en Jesús, que es capaz de dar vida nueva”. Es la corrección, es la enseñanza, es la instrucción que ellos van dando a las nuevas comunidades y por eso el salmo de hoy nos dice: “No a nosotros Señor, no a nosotros, sino a tu nombre, da la gloria”. Siempre será una tentación universal, buscar la gloria personal, prevalidos de los dones carismáticos que Dios ha dado a numerosos evangelizadores, en la predicación, en el canto, en la consejería, en la sanación, en la liberación. Pero tenemos que saber que somos pobres instrumentos en manos de Dios y que esa tentación por demás universal de cierta soberbia espiritual, es un engaño, una tentación en la que no podemos caer los evangelizadores. Pero avancemos en nuestra reflexión y miremos el evangelio de hoy en el capítulo 14, cuando Jesús de manera enfática afirmará: “Sólo el que acepta mis mandamientos y los obedece, los guarda, ese me ama, y al que me ama será amado por mi Padre, y también lo amaré Yo y me manifestaré a él”. Jesús, de manera indisoluble, te dice a ti y a mí, 2000 años después, que no hay verdadero amor a Él, no hay verdadero y auténtico amor a Dios, si no aceptamos, guardamos y obedecemos sus mandamientos, entre ellos el más importante, el amor, y de ahí otros derivados: sean misericordiosos, perdonen, llénense de paz, den la vida que para esto he venido, sirvan que he venido a servir. Pero tenemos que guardar los mandamientos, obedecerlos como la prueba más evidente de que nuestro amor a Dios y a su Hijo Jesús, no es un amor de palabra, de labios para afuera, sino un amor sincero. Luego ratifica esto y afirmará: “El que me ama guarda mi palabra, y mi Padre lo amará, y vendremos a él, y haremos morada en él”. Ya no es solamente hablar del amor, sino de que Dios habita en la criatura que vive en obediencia a los mandatos de Dios. Esta habitación, o mejor, inhabitación del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, la ha desarrollado mucho la mística carmelita Sor Isabel de la Trinidad, quien hablaba que por la obediencia a Dios, aún en los más pequeños y simples detalles, se da la inhabitación de la vida trinitaria: el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo en nosotros. ¿Qué más grande podríamos esperar en la vida?, ¿hay algo más noble y más hermoso que esto?, ¿que Dios habite plenamente en mí?, ¿que la Trinidad more en mi alma?, y el camino que se nos da en el evangelio de hoy es claro: “Obedece los mandatos de Dios, vive el espíritu de las bienaventuranzas, el decálogo que nos enseñó Moisés en el Sinaí o que recibió en el Sinaí y la Trinidad, el amor del Padre y del Hijo y del Espíritu, habitará en ti, la vida nueva estará en ti”. Es simplemente cuestión de docilidad y obediencia a lo que Dios nos manda en justicia, en solidaridad, en servicio, en perdón, en definitiva, en amor a los demás que es su gran precepto, su gran mandato. Concluirá el evangelio, anunciándonos ya en esta Pascua bien entrada la próxima venida del Espíritu Santo, y lo dirá en cinco ocasiones, una de éstas hoy, cuando hablará de que el Espíritu Santo enviado por el Padre en el nombre de Jesús, nos enseñe y nos recuerde todo lo que Jesús nos ha dicho. Es el Maestro interior, es el guía seguro, es la fuerza cierta, que nos muestra, nos enseña, nos recuerda, cómo debemos obediencia a Dios, y allí encontraremos, en la obediencia a los mandatos divinos, la plenitud de la vida. Que el Señor, te bendiga, te cuide, te guíe en este día, en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Keywords
Aceptar los mandamientos, Amor a Jesús, Amor del Padre, Docilidad, Guardar las palabras de Jesús, Guardar los mandamientos, Mandatos divinos, Morada en el Padre, Obedecer los mandamientos, Plenitud de la vida, Biblia, Evangelio
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