¡Aquí estoy para hacer tu voluntad!

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2025-01-28
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REFERENCIA BÍBLICA DEL EVANGELIO Marcos 3, 31-35 Lecturas del día de Hoy: Primera Lectura: de la carta a los Hebreos 10, 1-10: La Ley, que presenta sólo una sombra de los bienes definitivos y no la imagen auténtica de la realidad, siempre, con los mismos sacrificios, año tras año, no puede nunca hacer perfectos a los que se acercan a ofrecerlos. Si no fuera así, habrían dejado de ofrecerse, porque los ministros del culto, purificados una vez, no tendrían ya ningún pecado sobre su conciencia. Pero en estos mismos sacrificios se recuerdan los pecados año tras año. Porque es imposible que la sangre de los toros y de los machos cabríos quite los pecados. Por eso, cuando Cristo entró en el mundo dijo: «Tú no quiere sacrificios ni ofrendas, pero me has preparado un cuerpo; no aceptas holocaustos ni víctimas expiatorias. Entonces yo dije lo que está escrito en el libro: “Aquí estoy, oh Dios, para hacer tu voluntad.”» Primero dice: No quieres ni aceptas sacrificios ni ofrendas, holocaustos ni víctimas expiatorias, que se ofrecen según la ley. Después añade: Aquí estoy yo para hacer tu voluntad. Niega lo primero, para afirmar lo segundo. Y conforme a esa voluntad todos quedamos santificados por la oblación del cuerpo de Jesucristo, hecha una vez para siempre. Palabra del Señor. Te alabamos Señor Salmo de Hoy: Salmo 40/39, 2.4ab.7-8a.10.11 Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad Yo esperaba con ansia al Señor; Él se inclinó y escuchó mi grito; me puso en la boca un cántico nuevo, un himno a nuestro Dios. Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad Tú no quieres sacrificios ni ofrendas, y, en cambio, me abriste el oído; no pides sacrificio expiatorio, entonces yo digo: Aquí estoy. Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad He proclamado tu salvación ante la gran asamblea; no he cerrado los labios: Señor, tú lo sabes. Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad No me he guardado en el pecho tu defensa, he contado tu fidelidad y tu salvación, no he negado tu misericordia y tu lealtad ante la gran asamblea. Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad Evangelio de Hoy: Lectura del Santo Evangelio según San Marcos 3, 31-35: En aquel tiempo, llegaron la madre y los hermanos de Jesús y desde fuera lo mandaron llamar. La gente que tenía sentada alrededor le dijo: «Mira, tu madre y tus hermanos están fuera y te buscan.» Les contestó: «¿Quienes son mi madre y mis hermanos?» Y, paseando la mirada por el corro, dijo: «Estos son mi madre y mis hermanos. El que cumple la voluntad de Dios, ése es mi hermano y mi hermana y mi madre.» Palabra del Señor, Gloria a ti Señor Jesús.
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TRANSLITERACIÓN REFLEXIÓN PADRE CARLOS YEPES El hermoso texto de la carta a los hebreos en el capítulo 10 (y repitamos que este texto tiene un profundo contenido sacerdotal que nos habla de Cristo que ofrenda sacerdotalmente su vida para el perdón de los pecados de todos los hombres y mujeres de buena voluntad). Nos señala cómo Dios nunca quiso sacrificios, ni ofrendas, ni holocaustos de víctimas expiatorias de animales, según la ley del antiguo testamento, la ley mosaica o de Moisés; por el contrario, Él pide que el gran sacrificio que ofrezcamos al Padre de los cielos sea hacer su voluntad, así niega la primera, el primer tipo de alianza o de sacrificio para afirmar la voluntad de Dios. Y nos dirá esta carta a los hebreos: “Que, conforme a esa voluntad de Dios, todos quedamos santificados por la oblación, la ofrenda del cuerpo de Cristo, que se ha hecho de una vez para siempre en el monte Calvario, en el ara de la cruz”. A diferencia de los sacerdotes del antiguo testamento, que continuamente tenían que ofrecer sacrificios expiatorios con animales por nuestros pecados, en Jesús es un sacrificio único y definitivo. Con razón el salmo que hoy nos propone la liturgia es una hermosa ofrenda a Dios cuando dice el salmo 39: “Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad”. Y entre sus estrofas nos invita a meditar: “Yo esperaba con ansia al Señor, Él se inclinó y escuchó mi grito. Me puso en la boca un cántico nuevo, un himno a nuestro Dios. He proclamado tu justicia ante la gran asamblea, no he cerrado los labios, Señor, Tú lo sabes. No me he guardado en el pecho tu justicia, he contado tu fidelidad y tu salvación. No he negado tu misericordia y tu lealtad ante la gran asamblea”. Hoy te pregunto ¿cuántas veces en la vida sientes que la voluntad de Dios es tan distinta de tu voluntad personal y que la voluntad de Dios normalmente implica sacrificio, cruz, morir a nosotros mismos?, y ¿cuántas veces sólo en actitud de fe y sobrenaturalizando, esto es, mirando con los ojos de Dios una situación personal y puntual, te decimos, Señor, aunque no lo entienda, aunque me cueste, aunque haya lágrimas en mis ojos, aquí estoy, oh, Dios, para hacer tu voluntad. Pero avancemos en esta reflexión que se pone mucho más interesante cuando pasamos a leer el capítulo 3 del evangelio según san Marcos, cuando nos narra: “Que Jesús, en el atafago de su vida pública, una persona espontáneamente se acerca y le dice, mira maestro, tu Madre y tus familiares, (así se les decía a los hermanos y hermanas), algunos familiares están fuera de esta casa y te buscan”. Y la respuesta desconcertante de Jesús es preguntar a los que allí le escuchaban ¿quiénes son mi Madre?, ¿quiénes son mis familiares, mis hermanos? Y da una respuesta que nos parece desconcertante, que nos deja fríos. Afirmará: “Mi Madre y mis hermanos, mi Madre y mis familiares, los grandes amores de mi corazón no son por vínculo de sangre, sino por aquellos que hagan la voluntad de mi Padre Dios. Esos son mi Madre y mi hermano, y mi hermana y mi familia, y podríamos decir los que están en mi corazón”. Pero meditemos sobre esto ¿cómo hacer la voluntad de Dios cuando las lecturas de este día, especialmente en el salmo y en el evangelio, nos invitan a realizarla? Y te presento tres sencillos pasos metodológicos para hacer la voluntad de Dios que en ella no hay equívocos, aunque a veces suframos, carguemos cruz por cumplir la voluntad de Dios. Y por el contrario, cuando hacemos nuestra voluntad caprichosa y personal, cuantos sufrimientos y dolores de cabeza nos hemos granjeado, nos hemos ganado en la vida. Te hablaba, pues, de tres pasos metodológicos para descubrir la voluntad de Dios. El primero es discernir, entender, interpretar, precisar, aclarar, cuál es esa voluntad de Dios, ese propósito de Dios, ese plan o proyecto de Dios sobre tu vida a partir de la Palabra meditada cada día, a partir de la Eucaristía, de tu oración permanente, a partir de los carismas recibidos de manera personal, a partir de los acontecimientos en el hoy de tu historia y en general, a partir de tu vida personal. Descubre, interpreta, discierne cuál es la voluntad de Dios sobre ti. Coloco un ejemplo simple: una mujer estragada por algunos conflictos con su esposo me decía: “Padre, voy a divorciarme”. Escuchaba las razones que me daba y aunque en el fondo sentía dolor, en ella no veía causas profundas y sólidas para una decisión tan radical como el divorcio, y yo simplemente me limité a decirle: en tu voluntad personal, claro, quieres el divorcio, pero tal vez la voluntad de Dios es que te llenes de paciencia, comprensión y perdón con tu esposo. “Padre, pero ¿quién va a ser paciente, comprensivo y va a perdonar a una persona que me ha ofendido de tal manera? Y yo le contesté, seguramente que es así, pero en la voluntad de Dios, quizás no la tuya, está el que seas más paciente, más comprensiva y con más capacidad para perdonar a esta persona cercana, tu cónyuge, que te cuesta aceptar, que te cuesta amar. Pero en un segundo momento, y casi ya descrito para descubrir la voluntad de Dios, está la abnegación, negarnos a nosotros mismos. Jesús, horas antes de su Pasión, sufrimiento intenso, Crucifixión y Muerte ignominiosa, quiso hacer su voluntad, escapar de esta situación de muerte. Pero afirmará en Getsemaní, aunque al principio en su voluntad humana dice: “Aparta de mí este cáliz, este destino de sufrimiento”, luego, abandonado en Dios y con gran abnegación, negándose a sí mismo, afirmará (según consta en los evangelios de la Pasión): “No se haga mi voluntad, sino la tuya”. Hoy, frente a ese esposo difícil di, no se haga mi voluntad, sino la tuya. Hoy, frente a esa persona que te cuesta aceptar, amar, perdonar, comprender, servir, que apenas toleras, pídele a Dios abnegación, negarte a ti mismo al rechazo, al fastidio que sientes frente a ese ser humano y dile, no se haga mi voluntad, sino la tuya. Concluyo con un tercer paso en esta metodología para descubrir la voluntad de Dios y retomamos el primero, es discernir, aclarar esa voluntad de Dios, el segundo es la abnegación, negarnos a nosotros mismos. Y el tercer paso es abandonarte confiadamente en la gracia, en el auxilio, en el amor de Dios que todo lo sana, todo lo puede. Cuando con docilidad al Espíritu Santo, como María fue dócil: “He aquí la humilde esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra”. Como Jesús fue dócil: “No se haga mi voluntad, sino la tuya”, así nosotros también, ya no solamente en la parte humana, la abnegación, sino en fe, pongamos nuestra vida ante Dios y digámosle, sólo, sola como persona no soy capaz de hacer tu voluntad, de perdonar, de amar, de servir, de seguirme entregando. Me cansé, me siento desanimado, abatido en este proyecto matrimonial o de vida puntual, dame tu gracia, dame tu luz, dame tu amor, dame tu auxilio para hacer siempre tu voluntad. Uno, discernir, dos, negarnos a nosotros mismos, la abnegación, tres, ponernos confiadamente en Dios, en sus manos providentes porque somos tan débiles que sabemos que solos no podemos. Que el buen Dios te dé la gracia para hacer siempre su voluntad que es sabia y perfecta. Y te bendigo en este día, en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Keywords
Abandonarse confiadamente a Dios, Amor de Dios que todo lo sana, Dios todo lo sana, Dios todo lo puede, Discernimiento, Eucaristía, Forma de obrar, Interpretar, Negación de sí mismo, Oración, Palabra meditada, Reflexionar, San Marcos, Biblia, Evangelio
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