¡Ceguedad de vida!
Date
2025-04-01
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REFERENCIA BÍBLICA DEL EVANGELIO
San Juan 4, 1-16
Lecturas del día de Hoy:
Primera Lectura: de la profecía de Ezequiel 47, 1-9.12:
En aquellos días, el ángel me hizo volver a la entrada del templo del Señor.
De debajo del umbral del templo corría agua hacia el este —el templo miraba al este—. El agua bajaba por el lado derecho del templo, al sur del altar.
Me hizo salir por el pórtico exterior que mira al este. El agua corría por el lado derecho.
El hombre que llevaba el cordel en la mano salió hacia el este, midió quinientos metros y me hizo atravesar el agua, que me llegaba hasta los tobillos. Midió otros quinientos metros y me hizo atravesar el agua, que me llegaba hasta las rodillas. Midió todavía otros quinientos metros y me hizo atravesar el agua, que me llegaba hasta la cintura. Midió otros quinientos metros: era ya un torrente que no se podía vadear, sino cruzar a nado.
Entonces me dijo: «¿Has visto, hijo de hombre?»,
Después me condujo por la ribera del torrente.
Al volver vi en ambas riberas del torrente una gran arboleda.
Me dijo: «Estas aguas fluyen hacia la zona oriental, descienden hacia la estepa y desembocan en el mar de la Sal, Cuando hayan entrado en él, sus aguas serán saneadas. Todo ser viviente que se agita, allí donde desemboque la corriente, tendrá vida; y habrá peces en abundancia. Porque apenas estas aguas hayan llegado hasta allí, habrán saneado el mar y habrá vida allí donde llegue el torrente.
En ambas riberas del torrente crecerá toda clase de árboles frutales; no se marchitarán sus hojas ni se acabarán sus frutos; darán nuevos frutos cada mes, porque las aguas del torrente fluyen del santuario; su fruto será comestible y sus hojas medicinales».
Palabra de Dios. Te alabamos Señor
Salmo de Hoy:
Salmo (46)45, 2-3.5-6.8-9
El Señor del Universo está con nosotros, nuestro alcázar es el Dios de Jacob
Dios es nuestro refugio y nuestra fuerza,
poderoso defensor en el peligro.
Por eso no tememos aunque tiemble la tierra,
y los montes se desplomen en el mar.
El Señor del Universo está con nosotros, nuestro alcázar es el Dios de Jacob
Un río y sus canales alegran la ciudad de Dios,
el Altísimo consagra su morada.
Teniendo a Dios en medio, no vacila;
Dios la socorre al despuntar la aurora.
El Señor del Universo está con nosotros, nuestro alcázar es el Dios de Jacob
El Señor del universo está con nosotros,
nuestro alcázar es el Dios de Jacob.
Vengan a ver las obras del Señor,
las maravillas que hace en la tierra.
El Señor del Universo está con nosotros, nuestro alcázar es el Dios de Jacob
Evangelio de Hoy:
Lectura del Santo Evangelio según San Juan 5, 1-16:
Se celebraba una fiesta de los judíos, y Jesús subió a Jerusalén.
Hay en Jerusalén, junto a la Puerta de las Ovejas, una piscina que se llama en hebreo Betesda. Esta tiene cinco soportales, y allí estaban echados muchos enfermos, ciegos, cojos, paralíticos.
Estaba también allí un hombre que llevaba treinta y ocho años enfermo.
Jesús, al verlo echado, y sabiendo que ya llevaba mucho tiempo, le dice: «¿Quieres quedar sano?».
El enfermo le contestó: «Señor, no tengo a nadie que me meta en la piscina cuando se remueve el agua; para cuando llego yo, otro se me ha adelantado».
Jesús le dice: «Levántate, toma tu camilla y echa a andar».
Y al momento el hombre quedó sano, tomó su camilla y echó a andar.
Aquel día era sábado, y los judíos dijeron al hombre que había quedado sano: «Hoy es sábado, y no se puede llevar la camilla».
Él les contestó: «El que me ha curado es quien me ha dicho: “Toma tu camilla y echa a andar”».
Ellos le preguntaron: «¿Quién es el que te ha dicho que tomes la camilla y eches a andar?».
Pero el que había quedado sano no sabía quién era, porque Jesús, a causa del gentío que había en aquel sitio, se había alejado.
Más tarde lo encuentra Jesús en el templo y le dice: «Mira, has quedado sano; no peques más, no sea que te ocurra algo peor».
Se marchó aquel hombre y dijo a los judíos que era Jesús quien lo había sanado.
Por esto los judíos perseguían a Jesús, porque hacía tales cosas en sábado.
Palabra del Señor. Gloria a ti Señor Jesús.
Description
TRANSLITERACIÓN REFLEXIÓN PADRE CARLOS YEPES
La primera lectura tomada del profeta Ezequiel, nos presenta de manera simbólica como el profeta es guiado por un hombre, un misterioso personaje que le muestra como del costado y debajo del templo (el gran centro religioso de Israel) va brotando una corriente de agua que cada vez se hace más profunda hasta hacerse imposible de traspasar. En principio llega hasta los tobillos, luego hasta las rodillas, luego crece hasta llegar a la cintura de quienes atraviesan el agua, y finalmente, la corriente es tan intensa que es imposible de traspasar. Esta forma simbólica de hablar nos habla del agua como plenitud de vida, recordando el libro del Génesis, donde el agua es fuente de vida y de fecundidad milagrosa.
Pero en igual sentido podemos encontrar también la narración evangélica de hoy de Juan capítulo 5, donde Jesús en la fiesta judía, donde se encuentra en Jerusalén la llamada piscina pública de Betesda, haya un hombre que lleva 38 años paralítico, enfermo, sin poderse movilizar. La tradición y la creencia popular afirmaba que aquellas aguas que tenían ingreso por un lado de la piscina pública o del estanque público y salida por otra, en la medida en que llegaban aguas y recordando el texto de la profecía de Ezequiel, estas aguas eran milagrosas, purificadoras, sanadoras. De hecho, cuando llegaba la renovación del agua, muchos enfermos: ciegos, sordos, leprosos, paralíticos, se empujaban o los llevaban hasta allí para ser sanados, según la creencia popular. Pero este hombre se siente solo y seco en su vida y al encontrarse con Jesús y viendo que llevaba 38 años paralítico, Jesús le pregunta ¿quieres quedar sano? (El enfermo piensa que Jesús lo iba a llevar a la piscina o al estanque público de Betesda) y le dice de manera simple y ramplona: “Señor, no tengo nadie que me meta en la piscina cuando se remueve el agua” (a la que, repetimos se le atribuía un carácter milagroso y sanador). Y afirmará el hombre: “Para cuando llego yo, otros se me han adelantado y no puedo entrar en la piscina”. Pero Jesús quiere mostrar que Él es más grande y que su poder es más sanador, más liberador que el aparente poder a veces mágico que le atribuían algunas creencias viejas del judaísmo antiguo. Simplemente le dice al hombre: “Levántate, toma tu camilla en la que has estado recostado por tantos años y echa a andar”. Nos dice el texto de san Juan: “Que al momento el hombre quedó sano, tomó su camilla y se puso a caminar”, pero agregará un detalle: “Era día sagrado para los judíos” (el día sábado, donde la mayoría de las actividades estaban prácticamente prohibidas). De hecho, varios judíos, al ver al hombre caminando le dicen: “Hoy es sábado, día de descanso del Señor, día consagrado a Dios, y no puedes llevar la camilla en tus brazos”. El hombre, de manera espontánea contesta: “Es quien me ha curado, el que me ha dicho, toma tu camilla y echa a andar”, y ante la pregunta de ¿quién es el hombre?, él no sabe responder. Pero más tarde lo encuentra Jesús, al enfermo sanado en el templo, (seguramente agradeciendo a Dios), y le dice: “Mira, has quedado sano, no peques más, no sea que hacia el futuro te ocurra algo peor”.
Nos dice el evangelista Juan: “Que se marchó aquel hombre y dijo a los judíos que era Jesús quien lo había sanado, y los judíos, en vez de alegrarse y dar gloria a Dios por la sanación de un hombre que llevaba 38 años seco en sus piernas, lo persiguen a Jesús porque hacía tales sanaciones en día sábado, y en el fondo demuestra la sequedad, la miopía del corazón de estos ciudadanos judíos”.
Pero ¿qué enseñanzas podemos sacar para nuestra vida tanto de la primera lectura como del evangelio de Juan?
Descubramos que el agua tiene un sentido profundamente espiritual, a lo largo de la Sagrada Escritura, el agua es creadora y es fuente de vida. De hecho, lo entendemos claramente en su sentido más natural: fuimos hombres y mujeres creados con sed, una sed permanente hasta el punto de que un ser humano no puede pasar más de tres o cuatro días sin beber agua y que buena parte de su organismo está conformado por líquidos que lleva en el cuerpo. El agua es creadora, el agua participa de toda la dimensión de la creación del mundo y del cosmos cuando Dios afirmará: “Sepárese el agua de la tierra” y cuando la mentalidad bíblica, todo el Jardín del Edén, el paraíso original, estaba traspasado, transversalizado por sendos ríos que eran portadores de vida y fecundidad, alimento para los animales y también vida para los cultivos, para los árboles frutales, en general para la vida humana.
Pero además del sentido creador del agua y de su sentido vivificador, porque nos vivifica, nos hace sentir vivos, nos da fuerza cada día, y pensemos en la experiencia humana cuando hemos sentido una profunda sequedad o sed interior, cómo un vaso o una jarra de agua fresca, nos devuelve la vida al cuerpo.
Descubrimos en un segundo momento que el agua en la Biblia tiene un sentido purificador y recordamos entonces las aguas del diluvio universal, que fueron elemento, instrumento de Dios para purificar la humanidad de su pecado cuando diluvió, llovió incesantemente sin parar durante 40 días y 40 noches, hasta que el agua cubrió con toda o mejor, sobre toda la faz de la tierra, y sólo se salvaron aquellas criaturas que fueron colocadas en la gran arca que Noé, junto con su familia, había construido. En ese sentido, el agua del diluvio es purificadora, pero por excelencia el agua bautismal, la que recibimos cada uno de nosotros el día en que nos hacemos hijos de Dios, formamos parte de la Iglesia y pasamos por el misterio pascual de Cristo, su Muerte y Resurrección, esta agua bautismal por excelencia es purificadora de nuestro pecado, limpia nuestras manchas, nos levanta de nuestras caídas, sana nuestras heridas, cura nuestra enfermedad por el pecado global, también lo podríamos llamar el pecado de origen.
Finalmente, en una tercera acepción, además del agua ser creadora y vivificadora, y además del agua ser purificadora, el agua tiene un poder transformador. No hay nada que el agua, como el fuego toque y no transforme: allí donde hay sequedad, se genera vida, allí donde faltan fluidos, retorna la salud, el vigor, la fortaleza al organismo, porque nuevamente hay líquidos, fluidos, agua en nuestro ser, en nuestro cuerpo y sentimos su fuerza transformadora. Encontramos esa fuerza transformadora también en el evangelio de hoy, cuando en la llamada piscina o estanque de Betesda, más allá de la creencia popular de su poder sanador y milagrero, Jesús muestra cómo Él tiene poder para sanar, para liberar y seguramente muchos judíos fueron curados y sanados en las aguas milagrosas de Betesda, recordando las aguas vivificadoras, purificadoras, transformadoras de las que nos habla la profecía de Ezequiel.
Hoy te pregunto, claro, en los tiempos y en los días calurosos sientes sed, pero hoy te cuestiono ¿si la sed más profunda que hay en nuestra vida es una sed material?, o ¿es sobre todo una sed espiritual, una sed de amor, una sed de vida nueva, rompiendo con la rutina y el cansancio de la existencia que llevamos? ¿Si la sed que hay en tu corazón, en el fondo es una sed profunda de Dios al que no has conocido y sólo crees que existe en tu visión recortada y miope que tienes sobre Dios o en cumplir con alguna ritualidad, algunas normas, algunas conductas morales? La vida nueva que nos da Jesús por el agua bautismal es capaz de sanar, es capaz de desatar, es capaz de transformar y es capaz de saciar toda sed de vida y de Dios que hay en el corazón humano.
Que el Señor te bendiga en abundancia en este día. En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.
Keywords
Agua bautismal, Bautismo, Corazón humano, Purificación, Renovación, San Juan, Sed de vida, Transformación, Biblia, Evangelio