¡El Fariseo y el publicano!
Date
2024-03-09
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REFERENCIA BÍBLICA DEL EVANGELIO
Lucas 18, 9-14
En aquel tiempo, dijo Jesús esta parábola a algunos que confiaban en sí mismos por considerarse justos y despreciaban a los demás: «Dos hombres subieron al templo a orar. Uno era fariseo; el otro, publicano. El fariseo, de pie, oraba así en su interior: “¡Oh, Dios!, te doy gracias porque no soy como los demás hombres: ladrones, injustos, adúlteros; ni tampoco como ese publicano. Ayuno dos veces por semana y pago el diezmo de todo lo que tengo”. El publicano, en cambio, quedándose atrás, no se atrevía ni a levantar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho diciendo: “¡Oh, Dios!, ten compasión de este pecador”. Les digo que este bajó a su casa justificado, y aquél no. Porque todo el que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido».
Palabra del Señor, Gloria a ti Señor Jesús.
Description
TRANSLITERACIÓN REFLEXIÓN PADRE CARLOS YEPES
Sin lugar a dudas Jesús es un maestro de la parábola y se sirve de este género literario, para trasmitir, comunicar, enseñar, los grandes mensajes y sabidurías del Reino de los Cielos. Hoy, a propósito de la parábola del hombre fariseo que se siente justo y el publicano que se reconoce pecador, Jesús habla a aquellos hombres y mujeres que le escuchaban y que en su interior se sentían mejores, distintos y más buenos que los demás.
En la parábola en un primer momento y como primera enseñanza, se nos muestra como el orgullo a un ser humano se le nota y nos hace impresentables y poco agradables a la mirada de Dios. En efecto, el orgulloso fariseo, oraba de pies adelante en el templo; pero se nos dice que da gracias a Dios a partir de sus méritos, con los que pretende justificarse ante Dios y dice: “Te doy gracias porque no soy como los demás”. Y en un tercer momento entra a juzgar de los otros: “Ellos, los demás, que no yo, son ladrones. Ellos, los demás, que no yo, son injusto. Ellos, los demás, que no yo, son adúlteros. Ellos, los demás, que no yo, son publicanos y pecadores”. Pero además continúa el fariseo con su elenco de justificaciones ante Dios, apoyado en una religiosidad exterior y afirmará: “Ayuno dos veces por semana” y dirá también: “Pago el diezmo de todos los cultivos del comino, del anís, de la pimienta, soy un hombre que cumple con la ley”.
Esta historia del fariseo, no es solamente aplicable hace 2000 años en tiempos de Jesucristo, sino hoy en los tiempos de la Iglesia, los fariseos de siempre, los de toda la vida, tienen características universales que podrían ser narradas en cualquier autor Nobel de literatura. El fariseo es hipócrita, el fariseo es orgulloso, el fariseo se apoya en la norma, en la literalidad de la ley, al fariseo le encanta fungir como justo hombre, recto y probo, y al fariseo, sobre todo, le encanta murmurar y juzgar de los demás.
Pero viene una segunda enseñanza y en la parábola evangélica aparece la imagen inmensa del publicano, es el hombre humilde que se hace agradable y presentable ante Dios. Mientras el fariseo ora de pie, el publicano no se atreve a levantar su cabeza y su mirada al cielo. Mientras el fariseo ora delante en el templo, el publicano pecador se queda atrás porque se siente indigno. Mientras el fariseo juzga de los demás, el publicano pecador con un corazón arrepentido, se golpea su pecho. Mientras el fariseo se siente mejor que los demás, el publicano pecador solo pide a Dios compasión y misericordia por sus pecados. Al final de la parábola dirá Jesús: “El orgulloso fariseo no es escuchado por Dios, y el humilde pecador y publicano sale justificado del templo ante Dios, porque solo un corazón contrito que sabe ser humilde, es escuchado por el corazón de Dios”.
La vida nos enseña y es la última máxima evangélica o enseñanza, nos enseña cómo se cumple la parte final de este evangelio, cuando Jesús al terminar la parábola afirmará: “Todo el que se enaltezca en esta vida será humillado, y por el contrario el que se humilla será enaltecido”. Las abuelas con gran sabiduría afirmaban: “Que aquel que sube como palma, cae como coco”, y también nos dice otro aforismo de la sabiduría popular: “Cuídate de saludar a aquellos con los que te encuentras mientras subes y asciendes profesional y humanamente, porque te encontrarás a esas mismas personas cuando desciendas profesional y humanamente”.
Es que somos tan susceptibles de elevarnos por pequeños triunfos o glorias humanas y olvidamos que en lo esencial, todos los seres humanos nacemos de la misma manera, todos los seres humanos nos enfermamos como cualquiera, todos los seres humanos necesitamos dramáticamente ser amados, todos los seres humanos nos morimos como cualquiera. ¿Para qué tanto orgullo a partir de exterioridades y construyendo la vanidad personal desde mi dinero, mi casa más grande, mi carro más nuevo, mi título profesional, los viajes que he hecho, los estudios universitarios que he adelantado, el color de mi piel, las palabras y el lenguaje y el léxico que utilizo? Son puras exterioridades, cosas que van y vienen y en definitiva pasan, las que nos llenan de un orgullo que cierra nuestro corazón y te repito, nos hacen impresentables ante Dios. Políticos, empresarios, Papas, generales de ejércitos poderosos, hombres de ciencia y académicos, artistas y futbolistas famosos, todos tienen su cuarto de hora y al final con los años, con un fracaso, con la enfermedad, con la vejez, todo lo humano de lo que nos jactábamos y engreíamos vanamente, todo pasa, sólo Dios permanece.
Ojalá no dejemos enorgullecer nuestro corazón, llenarnos de un falso ego, porque sólo el humilde como el publicano de la parábola de hoy, camina en la verdad, sólo el humilde es escuchado por el mismo Dios.
Que el Señor, que conoce como nadie nuestro corazón, nos mire con misericordia y nos bendiga en este día, en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.
Keywords
Caminar en la verdad, Dios, Fragilidad, Humildad, Impresentable, Llave, Mirada de Dios, Orgullo, Poco agradable, Ser escuchado por Dios, Biblia, Evangelio