¡Quedate con nosotros!

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2025-04-23
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REFERENCIA BÍBLICA DEL EVANGELIO San Lucas 24, 13 -35 Lecturas del día de Hoy: Primera Lectura: Hechos 3, 1-10 En aquellos días, Pedro y Juan subían al templo, a la oración de la hora de nona, cuando vieron traer a cuestas a un lisiado de nacimiento. Solían colocarlo todos los días en la puerta del templo llamada Hermosa, para que pidiera limosna a los que entraban. Al ver entrar en el templo a Pedro y a Juan, les pidió limosna. Pedro, con Juan a su lado, se quedó mirándolo y le dijo: Míranos. Clavó los ojos en ellos, esperando que le darían algo. Pero Pedro le dijo: No tengo plata ni oro, pero te doy lo que tengo: en nombre de Jesucristo Nazareno, levántate y anda. Y agarrándolo de la mano derecha lo incorporó. Al instante se le fortalecieron los pies y los tobillos, se puso en pie de un salto, echó a andar y entró con ellos en el templo por su pie, dando brincos y alabando a Dios. Todo el pueblo lo vio andando y alabando a Dios, y, al caer en la cuenta de que era el mismo que pedía limosna sentado en la puerta Hermosa del templo, quedaron estupefactos y desconcertados ante lo que le había sucedido. Palabra de Dios. Te alabamos Señor. Salmo de Hoy: Salmo 105(104), 1-2.3-4.6-7.8-9 Que se alegren los que buscan al Señor. Den gracias al Señor, invoquen su nombre, den a conocer sus hazañas a los pueblos. Cántenle al son de instrumentos, hablen de sus maravillas. Que se alegren los que buscan al Señor. Gloríense de su Nombre santo, que se alegren los que buscan al Señor. Recurran al Señor y a su poder, busquen continuamente su Rostro. Que se alegren los que buscan al Señor. ¡Estirpe de Abrahán, su siervo; hijos de Jacob, su elegido! El Señor es nuestro Dios, él gobierna toda la tierra. Que se alegren los que buscan al Señor. Se acuerda de su alianza eternamente, de la palabra dada, por mil generaciones; de la alianza sellada con Abrahán, del juramento hecho a Isaac. Que se alegren los que buscan al Señor. Evangelio de Hoy: Lectura del Santo Evangelio según San Lucas 24, 13-35 Aquel mismo día, el primero de la semana, dos de los discípulos de Jesús iban caminando a una aldea llamada Emaús, distante de Jerusalén unos sesenta estadios; iban conversando entre ellos de todo lo que había sucedido. Mientras conversaban y discutían, Jesús en persona se acercó y se puso a caminar con ellos. Pero sus ojos no eran capaces de reconocerlo. Él les dijo: ¿Qué conversación es esa que traen mientras van de camino? Ellos se detuvieron con aire entristecido. Y uno de ellos, que se llamaba Cleofás, le respondió: ¿Eres tú el único forastero en Jerusalén que no sabes lo que ha pasado allí estos días?. Él les dijo: ¿Qué? Ellos le contestaron: Lo de Jesús el Nazareno, que fue un profeta poderoso en obras y palabras, ante Dios y ante todo el pueblo; cómo lo entregaron los sumos sacerdotes y nuestros jefes para que lo condenaran a muerte, y lo crucificaron. Nosotros esperábamos que él iba a liberar a Israel, pero, con todo esto, ya estamos en el tercer día desde que esto sucedió. Es verdad que algunas mujeres de nuestro grupo nos han sobresaltado, pues habiendo ido muy de mañana al sepulcro, y no habiendo encontrado su cuerpo, vinieron diciendo que incluso habían visto una aparición de ángeles, que dicen que está vivo. Algunos de los nuestros fueron también al sepulcro y lo encontraron como habían dicho las mujeres; pero a Él no lo vieron. Entonces él les dijo: ¡Qué necios y torpes son para creer lo que dijeron los profetas! ¿No era necesario que el Mesías padeciera esto y entrara así en su gloria? Y, comenzando por Moisés y siguiendo por todos los profetas, les explicó lo que se refería a él en todas las Escrituras. Llegaron cerca de la aldea adonde iban y él simuló que iba a seguir caminando; pero ellos lo apremiaron, diciendo: Quédate con nosotros, porque atardece y el día va de caída. Y entró para quedarse con ellos. Sentado a la mesa con ellos, tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo iba dando. A ellos se les abrieron los ojos y lo reconocieron. Pero Él desapareció de su vista. Y se dijeron el uno al otro: ¿No ardía nuestro corazón mientras nos hablaba por el camino y nos explicaba las Escrituras? Y, levantándose en aquel momento, se volvieron a Jerusalén, donde encontraron reunidos a los Once con sus compañeros, que estaban diciendo: Era verdad, ha resucitado el Señor y se ha aparecido a Simón. Y ellos contaron lo que les había pasado por el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan. Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.
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TRANSLITERACIÓN REFLEXIÓN PADRE CARLOS YEPES La primera lectura tomada del libro de los Hechos de los Apóstoles nos presenta como frente a la llamada Puerta de Salomón o Puerta Hermosa del Templo de Jerusalén (por sus decorados), se da una de las más impresionantes curaciones de que se tenga noticia en la Iglesia primitiva, en el cristianismo naciente. Justamente cuando Pedro y Juan entraban al templo para hacer la oración de la tarde y encuentran a un lisiado de toda la vida, lisiado de nacimiento, pidiendo limosna, Pedro y Juan clavan sus ojos en el enfermo y le dicen de manera autoritativa: “Míranos”. El hombre obedece y mira a los apóstoles esperando que le dieran algo de limosna, pero Pedro, con autoridad y sabiduría le dice: “No tengo oro, ni plata, pero lo que tengo, te lo doy, en nombre de Jesucristo el Nazareno, levántate y camina”. Y nos dice el texto de Hechos de los Apóstoles que Pedro, tomándolo de la mano derecha, lo incorporó. Al instante se le fortalecieron los pies y los tobillos y se puso en pie de un salto, echó a andar y entró con ellos en el templo por sus propios medios, dando saltos y alabando a Dios. Todos quedaron estupefactos y desconcertados ante lo sucedido, porque conocían como nadie al pobre desdichado que toda la vida tullido, había pedido limosna en la llamada Puerta Hermosa del templo de Jerusalén. Pero pasemos al evangelio de hoy, de una riqueza sin igual. Nos presenta el relato de los dos caminantes o peregrinos que vuelven a su tierra, Emaús, después del acontecimiento para ellos de la muerte de Jesús, pero sin entender claramente, ni asumir ni mucho menos la Resurrección del mismo. Es que Emaús es la más hermosa catequesis sobre la Pascua que podemos encontrar y que ha dado origen a un movimiento mundial que muchos conocemos; pero también podríamos decir que Emaús es la gran fotografía del hombre de hoy, cuando, bajo el signo de la derrota, regresa a su antigua vida sin descubrir que Cristo camina a nuestro lado aún en los momentos que sentimos de prueba o dificultad en nuestra existencia. De este relato aprendamos lecciones universales para nuestra vida. La primera, todos somos caminantes en la vida, buscadores eternos de verdad, peregrinos en busca de Dios, recordando que caminar es vivir, vivir es caminar. A veces somos peregrinos desde la esperanza, confiando nuestras situaciones, sufrimientos, circunstancias particulares a Dios; pero muchas veces somos peregrinos desde el desánimo, el abatimiento, el cansancio, el volver a la rutina de la vida, como aconteció a los peregrinos de Emaús. Somos a veces caminantes como ciegos, que no reconocemos la presencia de Dios en nuestra vida porque estamos como abrumados por los compromisos, por el trabajo, las deudas, los problemas de familia, estamos como enceguecidos. Pero hay una segunda enseñanza central en el evangelio de hoy y es cómo Jesús en persona se acerca a Cleofás y su amigo, los dos caminantes de regreso a Emaús, su pueblo. Sin embargo, ellos no reconocen la presencia de Jesús Resucitado en sus vidas, por más que Él se haga el encontradizo hace 2000 años, y por más que hoy en el siglo XXI, nosotros muchas veces no reconocemos la presencia del Señor en personas concretas, en rostros puntuales, en situaciones que de alguna manera nosotros sabemos que son mensajes de Dios, pero a veces no alcanzamos a reconocerlos. Es más, nos dice el evangelio que en los rostros de los caminantes de Emaús se veía la tristeza, el abatimiento, la decepción, la desilusión y el desencanto de la vida, y lo único que atinan a decirle a este extraño caminante que se hace el encontradizo con ellos: “Oye, eres tú el único forastero en Jerusalén que no sabes lo que ha pasado este fin de semana allí”. La ironía es que los que supuestamente saben la verdad son unos ignorantes y el que se hace supuestamente el ignorante, Cristo Resucitado, si sabía realmente lo que había acontecido porque se había dado la Pasión, Muerte y Resurrección en su propia vida. Esto nos muestra como somos ignorantes, creyendo saberlo todo en la vida y olvidando que debemos de pasar de una fe teórica a una fe práctica y sentir a Jesús vivo en nuestra existencia. Pero en un tercer momento descubramos como Jesús les dice a Cleofás y su amigo: “Que era necesario que el Mesías sufriera, viviera la Pasión, la Muerte como pasos previos a su glorificación, a su Resurrección. Los invita a no escandalizarse por el dolor y a reconocer que todo esto que ha acontecido el fin de semana en la ciudad de Jerusalén está en el plan providente y misterioso de Dios”. Por más de que nosotros nos escandalicemos ante el dolor y lo que nos parece el fracaso, es parte del plan amoroso y providente de Dios en nuestras vidas. Los discípulos dudan, creen muerto a Jesús por más que las mujeres de Jerusalén dicen haberlo visto, el ángel de la Resurrección dice ¿por qué buscan entre los muertos al que vive?, y por más que algunos discípulos lo habían visto. Pero tal vez en un cuarto momento, una de las expresiones más profundas y emotivas del evangelio de Emaús, es cuando Jesús al caer la tarde, hace ademán de seguir adelante, de alguna manera un amago de abandonar a los discípulos de Emaús y ellos, espontáneamente lanzan esta expresión: “Quédate con nosotros que cae la tarde y llega la noche”. Cuántas veces tú y yo en nuestra vida sentimos temor frente al futuro, vemos negros nubarrones sobre el mañana, descubrimos como incierto qué nos espera en los próximos días, semanas o meses, y por eso clamamos desde el misterio de la oscuridad interior de nuestra alma, clamamos con toda la fuerza de nuestro corazón ¡Quédate con nosotros que anochece en mi alma, quédate con nosotros, Jesús, que necesitamos de tu presencia; nos sentimos niños pequeños que requieren del cariño y la protección de aquel que les puede brindar cuidado, amor y protección a sus vidas! Cuando esto acontece y Jesús está con ellos, los discípulos se hacen una reflexión, cuando ellos, mirando en retrospectiva el acompañamiento de Jesús, piensan ¿por qué ardía nuestro corazón mientras nos explicaba la Palabra? Es que la Palabra vivifica, la Palabra de Dios enamora, la Palabra nos da luz y entendimiento para comprender muchas realidades en nuestra vida. Pero ellos, al pedirle a Jesús que se quede a compartir la vida con Cleofás y su amigo, lo descubren más presente, es justo en la mesa cuando tomando el pan pronuncia la bendición y luego parte y comparte y reparte el pan hasta el punto que nos dice el relato de Lucas: “Que a los discípulos como que se les abrieron los ojos” y solo primero preparados por la lectura de la palabra o la explicación de la palabra, pero solo en la Eucaristía, en la fracción del pan, reconocieron con ojos abiertos a Jesús Resucitado. Ya la palabra se había hecho carne, se había hecho comida, se había hecho sacramento, y ya no hay necesidad de que Cristo, ese misterioso compañero de camino a Emaús esté presente, por eso desaparece, y ahora lo único que importa es su presencia sacramental en la Palabra y, sobre todo, en el Pan de la Eucaristía. De ahí que los escrituristas o estudiosos de la Sagrada Escritura afirmen: “Que Emaús es la más estupenda catequesis sobre la Eucaristía Sacramento Pascual, sacramento sanador y liberador, sacramento vivificador por excelencia que nos permite escuchar a Jesús en su Palabra y sobre todo, reconocerlo en la fracción del pan, Pan de vida eterna que nosotros todos comemos”. Ante esta expectativa, los dos discípulos que habían estado en Jerusalén y habían salido de la ciudad santa decepcionados, desilusionados, tristes y con el corazón roto, ahora regresan alegres, presurosos, emocionados, transformados, convertidos y dicen al grupo, a la comunidad creyente de los apóstoles: “Es verdad, no es un cuento, no es una novela, no es una fábula; en verdad, Jesús ha resucitado, se ha aparecido a Simón”. Y dice que ellos contaron a la comunidad de los apóstoles, los 11 (ya no estaba Judas), cómo Jesús se les apareció, cómo se hizo el encontradizo por el camino a Jerusalén, que es el camino a Emaús, que es el camino de nuestras vidas, y cómo solo lo reconocieron en la Eucaristía, en la fracción del pan (como le decían en la Iglesia primitiva a la celebración de la Eucaristía). Palabra, Eucaristía comunidad, y todo esto se da en el gran día domingo, el primer día de la semana para los judíos, el gran día de Resurrección para nosotros los creyentes. Que el Señor te permita tener el corazón de los peregrinos de Emaús y te bendigo en este día. En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
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Buscadores eternos de la verdad, Caminantes en la vida, Discípulos, Escandalizarse ante el dolor, Pascua, Peregrinos, Plan amoroso de Dios, Plan providente de Dios, Presencia del Señor, Reconocer a Dios, Resurrección, San Lucas, Biblia, Evangelio
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