¡Dos actitudes ante Dios!

dc.contributor.authorFundación Amén Comunicaciones
dc.date.accessioned2025-03-28T17:56:26Z
dc.date.available2025-03-28T17:56:26Z
dc.date.issued2025-03-29
dc.descriptionTRANSLITERACIÓN REFLEXIÓN PADRE CARLOS YEPES La parábola del evangelista san Lucas del capítulo 18, es paradigmática a propósito de lo que es la verdadera oración de un hombre lleno de sí mismo, lleno de orgullo o por el contrario un hombre, una mujer vacíos de sí mismos, esto es humildes ante Dios. Nos presenta Lucas de manera magistral, la oración de un fariseo y un publicano. El fariseo era un hombre piadoso, fungía como cumplidor de la ley, era conocido y reconocido, mirado y admirado por la sociedad de su tiempo; el publicano, por el contrario, era un cobrador de impuestos, mirado siempre con sospecha y desprecio, porque si bien servía aparentemente a su pueblo, lo esclavizaba cobrando dinero para entregarlo al sostenimiento del ejército romano que oprimía al pueblo de Israel. En esta oración encontramos, que mientras el fariseo ora en el templo de pie, erguido, el publicano por el contrario agacha su cabeza y no se atreve a levantar los ojos al cielo. En un segundo momento descubrimos, que mientras el fariseo se justifica en sus obras religiosas, dando supuestamente gracias a Dios porque no es como los demás hombres a los que califica de ladrones, injustos, adúlteros, y no es como ese publicano que alcanza a mirar de reojo, allí mismo en el espacio geográfico del templo, mientras esto hace el fariseo, el publicano simplemente se golpea su pecho, en la parte de atrás del templo, dice: “Oh Dios, ten compasión de mí que soy un pecador”. Encontramos dos actitudes completamente distintas: el fariseo, afirmándose en sus obras religiosas, señala que ayuna dos veces por semana y paga el diezmo de todo lo que tiene como bienes materiales; por el contrario, el publicano se siente muy pequeño, muy indigno ante Dios. Al final de esta parábola magistral, preguntará ¿cuál de los dos salió justificado, es agradable a la mirada de Dios? La respuesta es clara, el publicano de humilde corazón es escuchado en su plegaria, es agradable y amado por Dios, al contrario del orgulloso fariseo, que está allí simplemente por cumplimiento (cumplo y miento). Culminará el evangelio diciendo, una máxima repetida en distintos momentos a lo largo de las Sagradas Escrituras: “Todo el que se enaltece en este mundo, será humillado y por el contrario, el que se humilla en esta tierra será enaltecido por Dios”. Reconocemos en esta parábola evangélica, el valor inmenso de la humildad, camino seguro para la verdad, y descubrimos tres grandes máximas para nuestra vida, y sobre todo en nuestras relaciones interpersonales. El humildes es por excelencia un hombre sabio para decidir, por eso decía Teresa de Jesús (la santa y mística española): “Que el humilde de corazón camina en la verdad”; por el contrario, pudiéramos decir, que el soberbio en su alma siempre camina en mentira y es apenas un sapo inflado (recordando la fábula de los griegos) y descubrimos que muchas decisiones en la vida, las tomamos de manera equivocada por soberbia. Es que por orgullo se han iniciado guerras, por soberbia se han invadido naciones, por orgullo se han acabado matrimonios, se han presentado renuncias en una empresa, dejando a un lado un buen puesto de trabajo, por orgullo has terminado una relación, has roto con tu familia, te has distanciado de ella. No está bien, tomar decisiones movidos por la soberbia humana. Pero hay una segunda sabiduría, el humilde además de decidir acertadamente, el humilde es libre para actuar, no está pendiente, y sobre todo esclavo, encadenado por el qué dirán, qué pensarán, qué opinarán los demás, no es esclavo de su ego, no está encadenado a su propia imagen, él sabe (él humilde de corazón), que vale solo lo que es ante Dios y ante sí mismo y no ante los hombres. Que libertad tan grande la que tiene el humilde de corazón, por eso en el mundo necesitamos tanto esta libertad interior, para no vivir esclavos de apariencias, sobre todo en la sociedad moderna de las redes sociales, del mundo digital. Terminamos nuestra reflexión señalando, cómo el hombre de corazón humilde es amado por Dios, escuchado en su plegaria, socorrido en sus necesidades, levantado más allá de sus caídas y humillaciones, iluminado en momentos de penumbra y de oscuridad. Nunca olvides que la soberbia es simplemente una falsa, una falsa fortaleza y que el hombre de humilde corazón si es fuerte de verdad, porque sabe que el sustento de su vida no viene de sí mismo, si no del inmortal, del que lo puede todo, Dios Padre, Dios creador, Dios de los cielos. Que el Señor, te bendiga abundantemente y te de la gracia de la humildad de corazón. Y te bendigo en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén
dc.description.abstractREFERENCIA BÍBLICA DEL EVANGELIO San Lucas 18, 9-14 Lecturas del día de Hoy: Primera Lectura: de la profecía de Oseas 6, 1-6 «Vamos, volvamos al Señor. Porque Él ha desgarrado, y Él nos curará; Él nos ha golpeado, y Él nos vendará. En dos días nos volverá a la vida y al tercero nos hará resurgir; viviremos en su Presencia y comprenderemos. Procuremos conocer al Señor. Su manifestación es segura como la aurora. Vendrá como la lluvia, como la lluvia de primavera que empapa la tierra». ¿Qué haré de ti, Efraín, qué haré de ti, Judá? El amor de ustedes es como nube mañanera, como el rocío que al alba desaparece. Sobre una roca tallé mis mandamientos; los castigué por medio de los profetas con las palabras de mi boca. Mi juicio se manifestará como la luz. Quiero misericordia y no sacrificio, conocimiento de Dios, más que holocaustos. Palabra de Dios. Te alabamos Señor. Salmo de Hoy: Sal. 51(50), 3-4. 18-19. 20-21ab Quiero misericordia, y no sacrificio. Misericordia, Dios mío, por tu bondad, por tu inmensa compasión borra mi culpa; lava del todo mi delito, limpia mi pecado. Quiero misericordia, y no sacrificio. Los sacrificios no te satisfacen: si te ofreciera un holocausto, no lo querrías. El sacrificio agradable a Dios es un espíritu quebrantado; un corazón quebrantado y humillado, Tú, oh, Dios, Tú no lo desprecias. Quiero misericordia, y no sacrificio. Señor, por tu bondad, favorece a Sion, reconstruye las murallas de Jerusalén: entonces aceptarás los sacrificios rituales, ofrendas y holocaustos. Quiero misericordia, y no sacrificio. No endurezcan hoy su corazón; escuchen la voz del Señor. Quiero misericordia, y no sacrificio. Evangelio de Hoy: Lectura del Santo Evangelio según San Lucas 18, 9-14 En aquel tiempo, dijo Jesús esta parábola a algunos que confiaban en sí mismos por considerarse justos y despreciaban a los demás: «Dos hombres subieron al templo a orar. Uno era fariseo; el otro, publicano. El fariseo, de pie, oraba así en su interior: “¡Oh, Dios!, te doy gracias porque no soy como los demás hombres: ladrones, injustos, adúlteros; ni tampoco como ese publicano. Ayuno dos veces por semana y pago el diezmo de todo lo que tengo”. El publicano, en cambio, quedándose atrás, no se atrevía ni a levantar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho diciendo: “¡Oh, Dios!, ten compasión de este pecador”. Les digo que este bajó a su casa justificado, y aquél no. Porque todo el que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido». Palabra del Señor. Gloria a ti Señor Jesús.
dc.identifier.urihttp://72.167.44.240:4000/handle/123456789/887
dc.subjectLibertad interior
dc.subjectSabiduría
dc.subjectSan Lucas
dc.subjectSer amado por Dios
dc.subjectSer escuchado por Dios
dc.subjectSer socorrido por Dios
dc.subjectBiblia
dc.subjectEvangelio
dc.title¡Dos actitudes ante Dios!
dc.title.alternativeHumildad
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