¡Solo por la fe, alcanzas la vida!

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2025-04-10
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REFERENCIA BÍBLICA DEL EVANGELIO San Juan 8, 51-59 Lecturas del día de Hoy: Primera Lectura: Gn 17, 3-9: Serás padre de muchedumbre de pueblos. En aquellos días, Abrán cayó de bruces, y Dios le dijo: – «Mira, éste es mi pacto contigo: Serás padre de muchedumbre de pueblos. Ya no te llamarás Abrán, sino que te llamarás Abrahán, porque te hago padre de muchedumbre de pueblos. Te haré crecer sin medida, sacando pueblos de ti, y reyes nacerán de ti. Mantendré mi pacto contigo y con tu descendencia en futuras generaciones, como pacto perpetuo. Seré tu Dios y el de tus descendientes futuros. Os daré a ti y a tu descendencia futura la tierra en que peregrinas, la tierra de Canaán, como posesión perpetua, y seré su Dios.» Dios añadió a Abrahán: -«Tú guarda mi pacto, que hago contigo y tus descendientes por generaciones.» Palabra de Dios. Te alabamos Señor. Salmo de Hoy: Salmo 105(104), 4-5.6-7.8-9: El Señor se acuerda de su alianza eternamente. Recurrid al Señor y a su poder, buscad continuamente su rostro. Recordad las maravillas que hizo, sus prodigios, las sentencias de su boca. El Señor se acuerda de su alianza eternamente. ¡Estirpe de Abrahán, su siervo; hijos de Jacob, su elegido! El Señor es nuestro Dios, él gobierna toda la tierra. El Señor se acuerda de su alianza eternamente. Se acuerda de su alianza eternamente, de la palabra dada, por mil generaciones; de la alianza sellada con Abrahán, del juramento hecho a Isaac. El Señor se acuerda de su alianza eternamente. Evangelio de Hoy: Lectura del Santo Evangelio según San Jn 8, 51-59: Abrahán, vuestro padre, saltaba de gozo pensando ver mi día. En aquel tiempo, dijo Jesús a los judíos: – «Os aseguro: quien guarda mi palabra no sabrá lo que es morir para siempre.» Los judíos le dijeron: – «Ahora vemos claro que estás endemoniado; Abrahán murió, los profetas también, ¿y tú dices: «Quien guarde mi palabra no conocerá lo que es morir para siempre»? ¿Eres tú más que nuestro padre Abrahán, que murió? También los profetas murieron, ¿por quién te tienes?» Jesús contestó: -«Si yo me glorificara a mí mismo, mi gloria no valdría nada. El que me glorifica es mi Padre, de quien vosotros decís: «Es nuestro Dios», aunque no lo conocéis. Yo sí lo conozco, y si dijera: no lo conozco» sería, como vosotros, un embustero; pero yo lo conozco y guardo su palabra. Abrahán, vuestro padre, saltaba de gozo pensando ver mi día; lo vio, y se llenó de alegría.» Los judíos le dijeron: – «No tienes todavía cincuenta años, ¿y has visto a Abrahán?» Jesús les dijo: – «Os aseguro que antes que naciera Abrahán, existo yo.» Entonces cogieron piedras para tirárselas, pero Jesús se escondió y salió del templo. Palabra del Señor. Gloria a ti Señor Jesús,
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TRANSLITERACIÓN REFLEXIÓN PADRE CARLOS YEPES La primera lectura del libro del Génesis nos muestra la eterna promesa que Dios hizo a Abraham, siendo él un hombre viejo, enfermo y en el final de su vida sin esperanza de un hijo, porque era estéril junto con su esposa. Sin embargo, Dios, que hace posible lo que es imposible desde el punto de vista humano, hace una promesa, o mejor, sella un pacto eterno con Abrahán y le dice: “Serás padre de una gran multitud de pueblos, ya no te llamarás Abraham, sino Abrahán, porque te hago padre de una multitud de naciones. Te haré fecundo, sin medida, y de ti sacaré pueblos, y de allí nacerán reyes, y esta será una promesa perpetua. Te daré a ti, Abrahán, y a tus descendientes, como posesión perpetua, la tierra por la que ahora caminas como peregrino, todo el país de Canaán, y Él, Dios asegura la promesa reconociendo que viene de su parte”. Hoy reconocemos que la fe de Abrahán es la que le consiguió no solamente la posesión de la tierra de Canaán, sino la que le ganó posteridad, descendencia, hijos, y que se cumpliera realmente la promesa que Dios le había hecho. La fe vivifica, como lo vemos tantas veces en las curaciones que Jesús hace de numerosísimos enfermos, cuando Él les dice: “Por tu fe has sido curado” bien de la lepra, bien de la sordo mudez, bien de la parálisis, bien de una ceguera o sanaciones interiores, del miedo, del odio, del desánimo, de la desesperanza. Jesús siempre obra con poder sanador a partir de la fe del enfermo o por lo menos de la fe de terceras personas. Este texto de la primera lectura de Génesis nos introduce de manera magnífica al evangelio de hoy, cuando en su parte central nos dice: “Les aseguro que el que guarda mis palabras, el que cree en mí, no verá la muerte eterna”. Detengámonos un poco en esta expresión y digamos que en el hombre de todos los tiempos, más allá de la raza, de la religión, de la nacionalidad, de la condición socio económico o cultural, el hombre y la mujer de todos los tiempos y de toda la historia han manejado un miedo universal y silencioso frente a la muerte, un misterio del que no quisiéramos hablar, una realidad que quisiéramos conjurar o exorcizar, un tema tabú para el hombre del siglo XXI que quiere hablar de inmortalidad, de eterna salud, que no quiere saber de vejez, de deterioro, que está hasta la coronilla de pandemias y de guerras. Hoy Jesús nos promete vencer la muerte eterna si guardamos sus palabras, si creemos en ellas, simplemente es descubrir que la fe vivifica, que la fe en Cristo es capaz de derrumbar el muro de miedo, de desesperanza, de sin sentido que hay en la vida de millones de personas y que solamente por esa fe vivida de manera privilegiada en la próxima Semana Santa y Pascua del Señor, por el misterio de su paso por nuestra vida, por el misterio de su paso pascual, Jesús que muere y hace que muera en nosotros el pecado y que resucita y nos abre una nueva vida, podemos ser hombres que venzamos de manera definitiva la muerte y que ella no nos siga aterrorizando. Hoy reconoce en tu vida que Jesús viene a sanarte de ese veneno de serpiente, el pecado, que no quiere que circule por tu sistema circulatorio, tus venas y arterias, que no quiere que te envenene, te intoxique y te mate. Pero Jesús va más allá y crucificando con Él en la cruz el pecado de toda la humanidad, por la Resurrección que obró el Padre Dios en su vida, quiere darnos nueva vida, quiere resucitarnos a nosotros en una vida que no conoce de atardecer, de crepúsculo, de ocaso, que no tiene fin, la vida eterna con Dios, la vida de comunión de vida, comunión de amor con el Padre de los cielos. Es fácil decirlo, es más difícil imaginarlo y, sobre todo, mucho más difícil asumirlo y vivirlo, pero tú y yo, a diferencia de nuestra mascota, el perro o el gato de la casa, ellos si mueren para siempre, tú y yo, que somos criaturas, imagen de Dios con alma espiritual, estamos llamados no a la muerte eterna, sino a la victoria definitiva con Cristo, una victoria que nos llena de esperanza en esta tierra y que sólo se puede alimentar por la fe en el Señor, más allá de que veamos signos de guerra, de peste, de hambre, de inflación, de inestabilidad económica, política y social, Dios no ha muerto, Dios no está enfermo, “Arriba de Dios no vive nadie” (lo aprendimos en la fe sencilla de nuestras abuelas). Pues hoy repitámonos esta expresión de Jesús: “Les aseguro que el que cree en mí y guarda mis palabras, no verá la muerte eterna”. No temas más, avanza en esta Cuaresma con ilusión, con esperanza, y recuerda, si Abrahán, por su fe, recibió la vida abundante en millones de personas descendientes de él, nosotros, por la fe, ya no en Abrahán, sino en Jesucristo, recibiremos la vida eterna, vida de amor, vida de paz, vida de alegría y esperanza, vida de justicia y de ternura al lado del Padre Dios. Cree, es la única salida en el viacrucis que muchas veces es la vida humana. Que el Señor te bendiga en abundancia y fortalezca tu fe y la de tus seres queridos, y te bendigo. En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
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Alegrías, Amor, Creer en la enseñanzas de Jesús, Esperanza, Guardar la palabras de Jesús, Fidelidad a Dios, Justicia, Paz, San Juan, Ternura, Vida eterna, Vencer la muerte, Biblia, Evangelio
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