¡Ven Espiritu Santo!

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2023-05-28
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REFERENCIA BÍBLICA DEL EVANGELIO Juan 20, 19-23 Primera lectura del día de hoy Lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles 2, 1-11: Al cumplirse el día de Pentecostés, estaban todos juntos en el mismo lugar. De repente, se produjo desde el cielo un estruendo, como de viento que soplaba fuertemente, y llenó toda la casa donde se encontraban sentados. Vieron aparecer unas lenguas, como llamaradas, que se dividían, posándose encima de cada uno de ellos. Se llenaron todos de Espíritu Santo y empezaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les concedía manifestarse. Residían entonces en Jerusalén judíos devotos venidos de todos los pueblos que hay bajo el cielo. Al oírse este ruido, acudió la multitud y quedaron desconcertados, porque cada uno los oía hablar en su propia lengua. Estaban todos estupefactos y admirados, diciendo: «¿No son galileos todos esos que están hablando? Entonces, ¿cómo es que cada uno de nosotros los oímos hablar en nuestra lengua nativa? Entre nosotros hay partos, medos, elamitas y habitantes de Mesopotamia, de Judea y Capadocia, del Ponto y Asia, de Frigia y Panfilia, de Egipto y de la zona de Libia que limita con Cirene; hay ciudadanos romanos forasteros, tanto judíos como prosélitos; también hay cretenses y árabes; y cada uno los oímos hablar de las grandezas de Dios en nuestra propia lengua». Palabra de Dios Salmo del día de hoy Salmo 104 (103) R/.Envía tu Espíritu, Señor, y repuebla la faz de la tierra Bendice, alma mía, al Señor: ¡Dios mío, qué grande eres! Cuántas son tus obras, Señor; la tierra está llena de tus criaturas. R/. Les retiras el aliento, y expiran y vuelven a ser polvo; envías tu espíritu, y los creas, y repueblas la faz de la tierra. R/. Gloria a Dios para siempre, goce el Señor con sus obras; que le sea agradable mi poema, y yo me alegraré con el Señor. R/. Segunda lectura del día de hoy Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios 12, 3b-7.12-13: Hermanos: Nadie puede decir: «Jesús es Señor», sino por el Espíritu Santo. Y hay diversidad de carismas, pero un mismo Espíritu; hay diversidad de ministerios, pero un mismo Señor; y hay diversidad de actuaciones, pero un mismo Dios que obra todo en todos. Pero a cada cual se le otorga la manifestación del Espíritu para el bien común. Pues, lo mismo que el cuerpo es uno y tiene muchos miembros, y todos los miembros del cuerpo, a pesar de ser muchos, son un solo cuerpo, así es también Cristo. Pues todos nosotros, judíos y griegos, esclavos y libres, hemos sido bautizados en un mismo Espíritu, para formar un solo cuerpo. Y todos hemos bebido de un solo Espíritu. Palabra de Dios Secuencia Ven, Espíritu divino, manda tu luz desde el cielo. Padre amoroso del pobre; don, en tus dones espléndido; luz que penetra las almas; fuente del mayor consuelo. Ven, dulce huésped del alma, descanso de nuestro esfuerzo, tregua en el duro trabajo, brisa en las horas de fuego, gozo que enjuga las lágrimas y reconforta en los duelos. Entra hasta el fondo del alma, divina luz, y enriquécenos. Mira el vacío del hombre, si tú le faltas por dentro; mira el poder del pecado, cuando no envías tu aliento. Riega la tierra en sequía, sana el corazón enfermo, lava las manchas, infunde calor de vida en el hielo, doma el espíritu indómito, guía al que tuerce el sendero. Reparte tus siete dones, según la fe de tus siervos; por tu bondad y tu gracia, dale al esfuerzo su mérito; salva al que busca salvarse y danos tu gozo eterno. Evangelio del día de hoy Lectura del santo evangelio según san Juan 20, 19-23: Al anochecer de aquel día, el primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo: «Paz a ustedes». Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús repitió: «Paz a ustedes. Como el Padre me ha enviado, así también los envío yo». Y, dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo: «Reciban el Espíritu Santo; a quienes les perdonen los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengan, les quedan retenidos». Palabra del Señor. Gloria a ti Señor Jesús.
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TRANSLITERACIÓN REFLEXIÓN PADRE CARLOS YEPES Con inmensa alegría, la Iglesia en el mundo entero celebra en este domingo, el final del tiempo pascual y la gran Solemnidad de Pentecostés, ¡el envío del Espíritu Santo, del Espíritu del Resucitado! a todos los hombres y mujeres de buena voluntad, celebrado y actualizado por la liturgia al hoy de nuestras vidas. ¿Pero qué significa a un mundo que vive en apatía?, o ¿a un hombre lleno de soledades y de vacíos sobre el sentido profundo de su vida?, ¿qué significa celebrar Pentecostés? Es recibir en plenitud la vida nueva de Dios en Jesucristo por su Espíritu, es toda la conjunción de la Trinidad que se da a la humanidad, y lo repetimos, a los hombres y mujeres de buena voluntad, que, con un corazón abierto y una fe firme y sincera, se abren al Espíritu de Cristo resucitado. Pero detallamos cómo puede llegar esa acción del Espíritu a nuestra vida, y a partir de los textos litúrgicos que hoy nos presenta la Iglesia, reconozcamos varios puntos. El primero, Jesús se presenta a sus discípulos como portador de paz: en una sociedad dividida, polarizada, en un mundo de naciones en guerra, en una cultura donde hoy parece que reivindicar los derechos es enfrentarnos a otros, y reclamar con violencia lo que creemos nos pertenece o a lo que tenemos derecho, cómo hace falta en los hombres y mujeres de nuestro tiempo, recordar que Jesús, es Señor y dador de vida con el Espíritu Santo y esa vida nueva se nos da por la paz que el Espíritu del Resucitado nos ofrece. No más almas rotas, no más espíritus con miedos, no más vidas encadenadas, no más corazones llenos de violencia interior, no más agresión ni violencia entre los hombres; la paz de Jesús, que va más allá del silenciamiento de los fusiles en el armisticio o la firma de un tratado de paz en una guerra, la paz de Jesús, es armonía con nosotros mismos, con los demás, con la creación y con el mismo Creador, fuente de todo bien. Pero hablemos de esta experiencia de la paz y reconocemos que Jesús más allá de las puertas cerradas y trancadas donde se encontraban los discípulos, Él es capaz de traspasar esas fronteras; y hoy se sientes las puertas de tu corazón cerradas, si hay desconfianza, si no hay fervor de espíritu, si tu fe es vacilante, simplemente te invito a que reconozcas, que, si hay un poco de luz, por ese resquicio entrará el Señor resucitado y su Espíritu, a tu vida. Si dejas esas puertas cerradas y las abres saliendo de tu egoísmo, de tus ambiciones escondidas, de tus orgullos personales, de tus rencores ocultos, créeme que podrá haber nueva vida para ti. Pero además se presenta Jesús, como el crucificado una vez resucitado; es que el Resucitado que habla a los apóstoles es el mismo crucificado que les presenta las manos, el costado, las llagas que hay en su cuerpo. Hoy reconozcamos que no es un fantasma, no es un espíritu ajeno al que conocieron los discípulos en vida, multiplicando alimentos, sanando enfermos, liberando del mal a los posesos y haciendo acciones grandiosas, además de que va creando con su palabra nuevas realidades. Pero además de este primer don de la paz que entrega a los suyos, Jesús les da una misión, les hace un envío misionero y les dirá: “Como mi Padre me envió, así también yo los envío”. Somos mensajeros del amor de Dios, de la luz de Dios, de la sabiduría de Dios, de la esperanza de Dios, de la paz de Dios, para mostrar que el reino humano construido sobre egoísmo, astucias, el poder de los más fuertes, las intrigas, las envidias; no está llamado a prevalecer en las relaciones humanas y en la vida de los hombres, y que por el contrario, desde Pentecostés, los discípulos, llenos de parresía, de libertad, de fortaleza interior, irradiaron con su mensaje las sociedades, los pueblos, las familias y los corazones de las personas de buena voluntad que los escucharon, renovando sus vidas para siempre. De ello es testimonio la entrega misma de los discípulos, que en la vida humana de Jesús fueron cobardes, peleadores y ambiciosos entre sí, y una vez llega Pentecostés, (el Espíritu del Resucitado) a sus vidas, se vuelven alegres, generosos, solidarios, iluminados, libres, y sobre todo, misioneros, celosos en el anuncio de la vida nueva que Jesús quiere comunicar a la humanidad. En un tercer aspecto reconocemos, la forma como ese don del Espíritu se da, a los hombres y mujeres de buena voluntad que hace 2000 años vivieron esta experiencia única, Jesús llega a sus vidas, sopla sobre ellos y les dice: “Reciban el más grande don que les puedo dar, el Espíritu santificador, el Espíritu liberador, el Espíritu reconciliador, el Espíritu que es renovador de la vida en ellos; y junto con ese espíritu, les da a los apóstoles el poder de perdonar pecados, de reconciliar los corazones, de ir a lo más profundo, donde no llega ninguna disciplina humana, ni la psicología, el psicoanálisis, la psiquiatría, que llegan simplemente en niveles medios del misterio humano. A lo más hondo, donde hay heridas, donde hay desfases, donde hay situaciones irresueltas del misterio humano, allí llega la fuerza sanadora, perdonadora y reconciliadora del Espíritu Santo, del Espíritu del Resucitado, a través de los discípulos, para sanar el corazón de aquellos que reciben a Jesús. También aparecen signos claros, el viento o el aire, el fuego que calienta según nos dice la primera lectura de hoy, son signos que siempre han aparecido a lo largo de la historia de salvación, no sólo en el antiguo testamento, sino hoy de manera especial en Pentecostés. Que ese espíritu renovador, que hizo de María de Nazareth, una fiel obediente y pura discípula de Jesús, que ese Espíritu que resucitó a Jesús a una existencia nueva y definitiva, que ese Espíritu que llenó la vida de los apóstoles en Pentecostés, sea el que hoy llegue a nuestra vida y nos haga hombres y mujeres nuevos, porque eso es lo que quiere el Señor, según su promesa: “He aquí que vengo a hacer cielos nuevos, tierra nueva, hombres renovados por la fuerza del Espíritu del Resucitado”. Concluyamos, con este bellísimo himno que la liturgia de la Iglesia nos propone antes del evangelio de manera secuencial, e invoquemos el Espíritu Santo para el hoy, el hoy de nuestras vidas, el hoy de nuestras familias, el hoy de la humanidad. Ven Espíritu divino, manda tu luz desde el cielo, Padre amoroso del pobre, donen tus dones espléndido, luz que penetra las almas, fuente del mayor consuelo. Ven dulce huésped del alma, descanso de nuestro esfuerzo, tregua en el duro trabajo, brisa en las horas de fuego, gozo que enjuga las lágrimas y reconforta en los duelos. Entra hasta el fondo del alma, divina luz y enriquécenos. Mira el vacío del hombre, si tú le faltas por dentro; mira el poder del pecado, cuando no envías tu aliento. Riega la tierra en sequía, sana el corazón enfermo, lava las manchas, infunde calor de vida en el hielo, doma el espíritu indómito, guía al que tuerce el sendero. Reparte tus siete dones, según la fe de tus siervos; por tu bondad y tu gracia, dale al esfuerzo su mérito; salva al que busca salvarse y danos tu gozo eterno. Amén. Que el Señor te bendiga en este gran domingo de Pentecostés y te llene del Espíritu del Resucitado, en el nombre del Padre y del Hijo, y del Espíritu Santo. Así sea.
Keywords
Día del Espíritu Santo, Don, Esperanza en Dios, Espíritu del Resucitado, Espíritu Santificador, Mensajero del amor, Mensajero de la sabiduría, Mensajero de la luz, Paráclito, Paz, Pentecostés, Vida nueva, Biblia, Evangelio
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