¡Con la fuerza del Espíritu!

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2024-12-07
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REFERENCIA BÍBLICA DEL EVANGELIO Mateo 9, 35-10, 1.5a.6-8 Lecturas del día de hoy: Primera Lectura: Del libro de Isaías 30, 18 -21.23-26 Así dice el Señor, el Santo de Israel: «Pueblo de Sión, que habitas en Jerusalén, no tendrás que llorar, porque se apiadará a la voz de tu gemido: apenas te oiga, te responderá. Aunque el Señor te dé el pan medido y el agua tasada, ya no se esconderá tu Maestro, tus ojos verán a tu Maestro. Si te desvías a la derecha o a la izquierda, tus oídos oirán una palabra a la espalda: «Éste es el camino, camina por él.» Te dará lluvia para la semilla que siembras en el campo, y el grano de la cosecha del campo será rico y sustancioso; aquel día, tus ganados pastarán en anchas praderas; los bueyes y asnos que trabajan en el campo comerán forraje fermentado, aventado con bieldo y horquilla. En todo monte elevado, en toda colina alta, habrá ríos y cauces de agua el día de la gran matanza, cuando caigan las torres. La luz de la Cándida será como la luz del Ardiente, y la luz del Ardiente será siete veces mayor. Cuando el Señor vende la herida de su pueblo y cure la llaga de su golpe.» Palabra de Dios, te alabamos Señor. Salmo del día de hoy: Salmo (147) Dichosos los que esperan en el Señor. Alabad al Señor, que la música es buena; Nuestro Dios merece una alabanza armoniosa. El Señor reconstruye Jerusalén, reúne a los deportados de Israel. Dichosos los que esperan en el Señor. Él sana los corazones destrozados, venda sus heridas. Cuenta el número de las estrellas, a cada una la llama por su nombre. Dichosos los que esperan en el Señor. Nuestro Señor es grande y poderoso, su sabiduría no tiene medida. El Señor sostiene a los humildes, humilla hasta el polvo a los malvados. Dichosos los que esperan en el Señor. Evangelio del día de hoy: Del santo Evangelio según san Mateo 9, 35-10, 1.5a.6-8 En aquel tiempo, Jesús recorría todas las ciudades y aldeas, enseñando en sus sinagogas, anunciando el Evangelio del reino y curando todas las enfermedades y todas las dolencias. Al ver a las gentes, se compadecía de ellas, porque estaban extenuadas y abandonadas, como ovejas que no tienen pastor. Entonces dijo a sus discípulos: – «La mies es abundante, pero los trabajadores son pocos; rogad, pues, al Señor de la mies que mande trabajadores a su mies.» Y llamando a sus doce discípulos, les dio autoridad para expulsar espíritus inmundos y curar toda enfermedad y dolencia. A estos doce los envió con estas instrucciones: – «Id a las ovejas descarriadas de Israel. Id y proclamad que el reino de los cielos está cerca. Curad enfermos, resucitad muertos, limpiad leprosos, echad demonios. Lo que habéis recibido gratis, dadlo gratis.» Palabra del Señor, Gloria a ti Señor Jesús.
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TRANSLITERACIÓN REFLEXIÓN PADRE CARLOS YEPES Hoy más que nunca, el mundo necesita con urgencia de anunciadores de la vida nueva, que sólo Jesucristo nos puede dar. Entre mil mensajes, entre mil estímulos y anuncios que la sociedad consumista nos dispara, nos escupe cada día, sobre todo a través de medios de comunicación y medios digitales, aprendamos a jerarquizar, a distinguir, a diferenciar, cuáles mensajes son verdaderamente importantes y verdaderos, útiles para nuestra vida. Hoy reconozcamos, que el mundo necesita que seamos portavoces, profetas de Jesús entre los hombres y mujeres de nuestro tiempo, que no nos callemos, que no nos silenciemos, en el anuncio del evangelio; que no lo hagamos por indiferencia frente a los demás, por comodidad en un falso respeto humano, diciendo, no es mi vida, no opino, no ilumino la vida de nadie, o simplemente no exhortemos, no hablemos a otros por egoísmo personal. Recuerda que viniste al mundo para dar fruto y ese fruto lo dio Jesús en abundancia, marcando y dividiendo la historia del mundo en dos momentos, antes de Él y después de Él. Pero reconozcamos palabras claves en el evangelio de hoy, cuando Jesús hace envío de sus discípulos, a las ciudades y aldeas en los alrededores, para anunciar la Buena Nueva. Hoy, en el siglo XXI, siente que este evangelio se dirige a tu vida y que es el mismo Jesucristo el que te envía y te pide que no te silencies, en el plano de tu familia, de tus amigos, de tu trabajo; en el plano social y eclesial, que no dejes de hablar, de convocar, más allá de pandemias, más allá de crisis económicas, políticas y sociales. Reconocemos estas palabras claves en el evangelio de hoy. La primera, Jesús enseñaba en las sinagogas. Cuánto necesitan los hombres y mujeres de nuestro tiempo ser enseñados, cuánta ignorancia espiritual, cuánto desconocimiento de Dios. Pero en un segundo momento se nos dice que Jesús, proclamaba la Buena Noticia del Reino de Dios. Y hoy se nos invita XX siglos después, a proclamar, a anunciar, gritar si se quiere, con serenidad, pero con firmeza, que Dios si existe, que Jesús es manifestación, revelación del Padre de los Cielos, que podemos vivir relaciones distintas, sin egoísmo, sin rencores, sin una ambición desmedida, sin ser utilitaristas y convenientes unos con otros. Pero en un tercer momento, descubrimos cómo el evangelio nos presenta a Jesús curando, toda clase de enfermedades y dolencias. Y hoy siente que, por tu oración, por tu bendición los papás sobre los hijos, los profesores sobre los alumnos, los sacerdotes sobre la comunidad, aún los gobernantes sobre los ciudadanos, podemos pedir la salud física y sobre todo espiritual para los demás. Estoy convencido que hoy no hay más sanaciones, porque nos falta fe, en el poder que Dios nos ha dado desde el día mismo de nuestro bautismo. Pero avanzamos en nuestra reflexión y encontramos que Jesús tiene un sentimiento muy humano por la multitud. Siente compasión de los hombres de su tiempo, porque andaban cansados y abatidos, como ovejas sin pastor. En nuestro mundo de tanto individualismo, indolencia, indiferencia, cuánto necesitamos ese “don de lágrimas”, del que habla el Papa Francisco, cuánto requerimos de esa compasión del corazón, para sentir el dolor, el sufrimiento de los demás. Pero avanzamos en nuestra reflexión y en una quinta palabra Jesús, invita a sus discípulos a que oren, a que recen continuamente, para que no falten obreros, evangelizadores en el campo, en la mies, en la cosecha del mundo; y reconoce que el campo es muy grande y los anunciadores, los cultivadores, si se quiere los cosechadores, son realmente pocos. Y por eso hay que orar, para que no falten las vocaciones sacerdotales, y hoy más que nunca, los laicos enamorados, fascinados con Cristo y llenos del fuego del Espíritu, que hablen de Dios. Pero en nuestra reflexión encontramos una sexta palabra y descubrimos como Jesús llama a 12 discípulos, los llama por su nombre, la iniciativa es de Jesús y dos mil años después sigue llamándonos a cada uno de nosotros. Hoy siente que, a través de esta reflexión, de una Eucaristía que escuchas, de una situación particular que estás viviendo, Dios te hace llamados, exhortaciones, envía mensajes a tu vida y quiere que existas, que desarrolles tu historia de otra manera. Nos dice que, a sus discípulos en una séptima palabra, les da poder para expulsar el mal y para curar enfermedades y dolencias. Hoy cuando nos escandalizamos de la maldad de algunos, aparentemente de la corrupción, la guerra, la injusticia, la violencia; recuerda que el bien de Dios, la fuerza del Espíritu es más grande, es más poderosa, que aparentemente el ruido que hace el mal en el corazón de los hombres y de nuestra sociedad. En un octavo momento, Jesús envía a los discípulos y en principio dice: “Vayan a las ovejas extraviadas del pueblo de Israel”. Y nosotros estamos llamados a ir a aquellos alejados, a los que no han conocido de Dios o quizás lo han conocido, pero han dejado enfriar, confundir o perder su fe religiosa cristiana. Y terminará Jesús diciendo a sus discípulos, y en ellos a nosotros: “Que estos dones de curación, de poder sobre el mal, lo hemos recibido gratis, por tanto, debemos darlo gratuitamente, sin cobrar por ello”. Nueve palabras, nueve sabidurías, nueve enseñanzas, donde Jesús no solo a los discípulos hace dos mil años, sino hoy en el siglo XXI, a ti y a mí, nos clama y nos exhorta, a ser los nuevos discípulos en los tiempos fascinantes de la Iglesia. Que no te acobardes, que no te sientas débil frente a la misión encomendada, que, con la fuerza de Dios, la fuerza del Espíritu, harás mucho bien a la humanidad, serás sal de la tierra y luz para muchos corazones. Que el Señor te bendiga en abundancia en este día, en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.
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Corazón sensato, Dios te llama, Dios te habla, Eucaristía, Escuchar a Dios, Oídos de discípulo, Palabra de vida, Reflexiones del Evangelio, Situación particular, Reconocer a Dios, Biblia, Evangelio
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