¡No te imaginas, cuanto te ama Dios!

Abstract
REFERENCIA BÍBLICA DEL EVANGELIO Juan 3, 14-21 En aquel tiempo, dijo Jesús a Nicodemo: «Lo mismo que Moisés elevó la serpiente en el desierto, así tiene que ser elevado el Hijo del hombre, para que todo el que cree en él tenga vida eterna. Porque tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Unigénito, para que todo el que cree en él no perezca, sino que tenga vida eterna. Porque Dios no envió a su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él. El que cree en él no será juzgado; el que no cree ya está juzgado, porque no ha creído en el nombre del Unigénito de Dios. Este es el juicio: que la luz vino al mundo, y los hombres prefirieron la tiniebla a la luz, porque sus obras eran malas. Pues todo el que obra el mal detesta la luz, y no se acerca a la luz, para no verse acusado por sus obras. En cambio, el que obra la verdad se acerca a la luz, para que se vea que sus obras están hechas según Dios». Palabra del Señor, Gloria a ti Señor Jesús.
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TRANSLITERACIÓN REFLEXIÓN PADRE CARLOS YEPES En lo personal, disfruto cuando leo de manera reflexiva y pausada, el evangelio de san Juan y aunque para muchos entre el grupo de los cuatro evangelios es el más complejo, cosa que es cierta, no deja de ser el evangelista más profundo, más denso, que mejor conoció la experiencia del amor de Dios. No en vano en la iconografía religiosa, se le simboliza con el águila, porque esta ave vuela no con vuelos bajos, ramplones como las gallinetas, sino que vuela alto, muy alto, en las cimas de la altas montañas y cordilleras, y Juan el evangelista teólogo, el que se recostó en el pecho de Jesús, voló alto, muy alto en la experiencia de Dios. De ahí la densidad de su pensamiento, que ciertamente es poesía pura, a la hora de describir y descubrir, el misterio insondable, impenetrable del amor divino. Hoy a propósito de este evangelio del capítulo tres, según san Juan, quedémonos con tres grandes enseñanzas para nuestra vida. La primera, el reconocimiento del amor inmenso, infinito, podríamos decir de Dios, por el hombre, por la mujer. En efecto afirmará en el texto: “Tanto amó Dios al mundo”, (entiéndase a la humanidad), que no se reservó a su propio Hijo, sino que lo entregó en la cruz, para que por su sacrificio, todo el que tenga fe en Él, todo el que crea en Él, en su sacrificio, en su redención universal, no perezca, sino que tenga vida eterna, (entiéndase vida plena con Dios). Desglosemos, analicemos un poco este texto: “Tanto amó Dios al mundo”. Créelo y créelo para siempre, nadie en esta tierra, nadie en esta vida, nadie en este universo, te ha amado, te ama y te amará, como lo ha hecho Dios contigo. Por amor creó el cosmos, el universo que apenas vislumbramos. Por amor nos dio este planeta tierra del que gozamos con sus estaciones, su cielo azul, las nubes, las montañas, los valles, las selvas, la fauna, la flora, los pájaros, el viento, el sol, la luna, las estrellas, una naturaleza creada, toda al servicio del hombre. Por amor ha creado Dios al hombre, un organismo muy cercano a la perfección, con mil sistemas que le permite pensar, tener conciencia; pero sobre todo por amor, Dios nos hace a imagen y semejanza suya, no siendo simplemente una criatura biológica u orgánica, (a la manera de una mascota), sino que ha colocado en nosotros, ha insuflado en nosotros, aliento de vida, la vida divina, la vida de Dios, y por eso en nuestra alma espiritual, somos imagen, somos semejanza divina. ¡Cuánto nos ha amado!, y ese amor se ha reflejado en la obra de redención y no sólo de creación del cosmos, del planeta, de la obra de la naturaleza y del hombre; sino que ese amor se ha reflejado en enviarnos a su Hijo, en mostrarnos el camino de la sabiduría y de la verdad y en entregarlo en la cruz, como compensación por nuestras equivocaciones, soberbias y pecados, para que por la fe, creyendo en Cristo, no perezcamos, sino que tengamos la vida divina, la vida en plenitud, (que san Juan llama la vida eterna). Pero hay una segunda enseñanza que nos trae el evangelio de hoy, cuando Juan el evangelista afirma: “Que Dios no envió a su Hijo a esta tierra, a la vida, al mundo, a la humanidad, para juzgar y condenar a los hombres, sino para que se salven por medio de Él”. Se equivocan aquellos filósofos de la sospecha o filósofos de la muerte de Dios, que hablaban de un Dios justiciero, castigador, duro, severo con el hombre; lo último que quiere Dios y así lo constata el evangelista teólogo san Juan, es que el hombre sea condenado y perezca. Por el contrario, Dios por la entrega sacrificial de su Hijo en la cruz, quiere la redención, la salvación para todos los que creamos en Él. De hecho, podríamos afirmar, ningún hombre, ninguna mujer se condenan; es el mismo hombre, la misma mujer, en su soberbia, en su dureza de corazón, en su rebeldía, en cerrar su alma, quienes se auto condenan porque se cierran soberbiamente a la acción salvadora de Dios en sus vidas. Medita esta expresión: ¡Dios no vino a juzgarte y mucho menos a condenarte, Dios vino en la persona de Jesucristo a salvarte ¿de quién?, de ti mismo, de tu pecado, de tus cegueras, de tu soberbia, de tu dureza de corazón. Hoy, merced a que hemos avanzado un poco en conocimiento científico y tecnológico, el ser humano ha adquirido una falsa, engañosa y aparente sensación de seguridad, pensando, no necesito de Dios, porque mi dinero, la tecnología y la comodidad y el bienestar que ella me ofrece y el avance de la ciencia soluciona mis problemas. ¡Qué engañado estás!, ¿acaso la ciencia, la tecnología o el dinero, puede resolver el misterio de por qué tienes que morir?, ¿qué hay más allá de la muerte?, ¿cuál es el sentido último de tu vida?, ¿de dónde venimos y para dónde vamos?; ¿la vida es solamente un disfrute pasajero de los sentidos, las hormonas?, o la vida tiene una direccionalidad, una orientación más profunda. Dios en Jesucristo quiere salvarnos, desengaño de esa ceguera en la que vivimos los hombres hoy y que hemos llamado el espíritu del mundo: creer que el éxito, la prosperidad económica, la fama y el reconocimiento social, son la gran cosa, y la gran felicidad de tu vida. ¡Qué engañados estamos!, y si no, mira los ricos y famosos del mundo, qué desgraciados, que vacíos, que rota sus vidas tienen, cuando tienen todo lo que el mundo dice que es la felicidad y sin embargo están más alejados que otros de ella, la plenitud de la vida. Terminemos con una tercera reflexión, cuando el evangelista teólogo san Juan dice: “El que cree en Jesús no será juzgado, pero el que no cree en Jesús ya está juzgado”, y hace una aclaración: “El juicio, es que Jesús vino como luz que alumbra a los hombres; pero los hombres de este mundo, o por lo menos los que viven en el espíritu del mundo y no en el espíritu del evangelio, prefirieron la oscuridad a la luz, porque sus obras eran malas”. Cuando oigo historias de corrupción, de perversión humana, de dictaduras dolorosas en naciones y pueblos enteros, por el afán y la codicia de dinero y de poder. Cuando veo que “el hombre es lobo para el hombre”, claro, ¿cómo va a aceptar el evangelio que es luz que denuncia la oscuridad de sus malas obras?, por el contrario, se rebelará contra el. Hoy, mientras el mundo esté más alejado de Dios, será más hostil y agresivo el evangelio de Jesús. Hoy, mientras el mundo esté más entregado en la mundanidad, se cumplirá esa expresión inmensa de Isaías capítulo 5 versículo 20, que es el grado máximo de ceguera humana: “Al mal del mundo, a la perversión llamarla bien y progreso, y al bien de la bondad y la sencillez del evangelio y del cristianismo, llamarlo mal. Tergiversar la verdad y llamarla mentira y a la mentira llamarla verdad, tergiversar el sentido de la luz y llamarla luz y a la luz llamarla oscuridad y llamar amargo a lo que es dulce, y llamar dulce a lo que es amargo”. Esta sentencia, repito de Isaías 5, 20, muestra la máxima ceguera espiritual y moral del hombre de hace muchos siglos y del hombre de hoy, que de espaldas a Dios, mientras más busca la felicidad, más se aleja de ella, y mientras más sentido busca para su vida, más se pierde en esa búsqueda ciega de placeres egoístas y baratos. Que el Señor te bendiga en abundancia en este día, en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.
Keywords
Amor de Dios, Cruz, Dios te ama, Entrega sacrificial, Humanidad, Justicia, Luz, Misericordia, Redención, Salvación, Tierra, Universo, Vida, Biblia, Evangelio
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