La muerte: ¿Terminó o inició la vida?

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2024-11-23
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REFERENCIA BÍBLICA DEL EVANGELIO Lucas 20, 27-40 Lecturas del día de hoy: Primera Lectura: Ap 11, 4-12: Me fue dicho a mí, Juan: -Estos son mis dos testigos, los dos olivos y las dos lámparas que están en la presencia del Señor de la tierra. Si alguno quiere hacerles daño, echarán fuego por la boca y devorará a sus enemigos; así, el que intente hacerles daño, morirá sin remedio. Tienen poder para cerrar el cielo, de modo que no llueva mientras dura su profecía; tienen también poder para transformar el agua en sangre y herir la tierra a voluntad con plagas de toda especie. Pero, cuando terminen su testimonio, la bestia que sube del abismo les hará la guerra, los derrotará y los matará. Sus cadáveres yacerán en la calle de la gran ciudad, simbólicamente llamada Sodoma y Egipto, donde también su Señor fue crucificado. Durante tres días y medio, gente de todo pueblo y raza, de toda lengua y nación, contemplarán sus cadáveres, y no permitirán que les den sepultura. Todos los habitantes de la tierra se felicitarán por su muerte, harán fiesta y se cambiarán regalos; porque estos dos profetas eran un tormento para los habitantes de la tierra. Al cabo de los tres días y medio, un aliento de vida mandado por Dios entró en ellos, y se pusieron en pie en medio del terror de todos los que lo veían. Oyeron entonces una voz fuerte que les decía desde el cielo: -Subid aquí. Y subieron al cielo en una nube, a la vista de sus enemigos. Palabra del Señor. Te alabamos Señor Salmo del día de hoy: Salmo (144)143, 1.2.9-10: Bendito el Señor, mi Roca. Bendito el Señor, mi Roca, que adiestra mis manos para el combate, mis dedos para la pelea. Bendito el Señor, mi Roca. Mi bienhechor, mi alcázar, baluarte donde me pongo a salvo, mi escudo y mi refugio, que me somete los pueblos. Bendito el Señor, mi Roca. Dios mío, te cantaré un cántico nuevo, tocaré para ti el arpa de diez cuerdas: para ti, que das la victoria a los reyes y salvas a David tu siervo. Defiéndeme de la espada cruel. Bendito el Señor, mi Roca. Evangelio del día de hoy: Lectura del Santo Evangelio según San Lucas 20, 27-40: No es Dios de muertos, sino de vivos. En aquel tiempo, se acercaron a Jesús unos saduceos, que niegan la resurrección y le preguntaron: -Maestro, Moisés nos dejó escrito: «Si a uno se le muere su hermano, dejando mujer pero sin hijos, cásese con la viuda y dé descendencia a su hermano». Pues bien, había siete hermanos: el primero se casó y murió sin hijos. Y el segundo y el tercero se casaron con ella, y así los siete murieron sin dejar hijos. Por último murió la mujer. Cuando llegue la resurrección, ¿de cuál de ellos será la mujer? Porque los siete han estado casados con ella. Jesús les contestó: En esta vida hombres y mujeres se casan; pero los que sean juzgados dignos de la vida futura y de la resurrección de entre los muertos, no se casarán. Pues ya no pueden morir, son como ángeles; son hijos de Dios, porque participan en la resurrección. Y que resucitan los muertos, el mismo Moisés lo indica en el episodio de la zarza, cuando llama al Señor: «Dios de Abrahán, Dios de Isaac, Dios de Jacob». No es Dios de muertos sino de vivos: porque para él todos están vivos. Intervinieron unos letrados: Bien dicho, Maestro. Y no se atrevían a hacerle más preguntas. pendiente de sus labios. Palabra del Señor, Gloria a ti Señor Jesús.
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TRANSLITERACIÓN REFLEXIÓN PADRE CARLOS YEPES El evangelio de san Lucas en el capítulo 20, nos presenta una clara discrepancia, discusión de ideas entre los saduceos que niegan la resurrección de los muertos y los fariseos que sí la reconocen. Pero nos preguntamos ¿quiénes eran los saduceos?; ellos eran un grupo judío cuyo nombre probablemente derivaba del sumo sacerdote Sadoc en tiempos del rey David, y estaba formado por aristócratas y sacerdotes, no aceptaban más ley que la Torá, tenían un complejo de élite y eran materialistas y pragmáticos, no admitían la existencia de los ángeles, ni reconocían la resurrección de los muertos por ser esta última una creencia tardía en el judaísmo que solo mencionaban de paso los libros de los Macabeos y el profeta Daniel. Por eso se enfrentaban a los fariseos que eran piadosos, conservadores, puritanos, que los saduceos encontraban anticuados a los fariseos. En este contexto presentan una discusión casi inverosímil, hablan de una mujer que se casó con un hombre, pero este muere tempranamente y según lo manda, según lo prescribe la ley de Leví o ley del levirato, (una antigua y aprobada ley judía), una mujer debía dar descendencia a su esposo, casándose con los hermanos varones de su esposo hasta tener hijos, de lo contrario, ella se consideraba una estéril y una no bendecida por Dios. Pues esta mujer se casa con el hombre, quien muere y luego, buscando dar descendencia, se casa con cada uno de sus otros seis hermanos varones. Al final, los siete hombres estuvieron casados con ella y en un caso absolutamente extremo y hasta un poco estrambótico, los saduceos, para burlarse de la creencia en la resurrección que tenían los fariseos, preguntaran en presencia de Jesús ¿de quién era esposa esta mujer?, porque con los siete hermanos hombres estuvo casada y todos murieron. Jesús, con sabiduría y serenidad, les responderá a los saduceos: “En esta vida, los hombres y las mujeres se casan, pero cuando llegue la vida futura y la resurrección de los muertos (que ya Jesús de entrada acepta), reconoce que no habrá matrimonios, hombres y mujeres no se casarán, la vida será de otra manera, el amor ya no será un amor eros, de pareja, sino un amor ágape, un amor universal en Cristo Jesús”. Y continuará precisamente Jesucristo con su reflexión afirmando: “Ya no pueden morir los que han pasado a la resurrección porque son hijos de Dios, porque son ángeles, porque participan de la vida nueva de Dios”. Y buscando ratificar esa duda de los fariseos, esa falta de fe señalará: ¿qué, si resucitan los muertos?, “Él responderá, claro que sí, lo indica la misma ley mosaica que aceptan los saduceos cuando en el episodio de la zarza se presenta Dios a Moisés como Dios de vivos, Dios de Abraham, Dios de Isaac, Dios de Jacob, porque para Dios, todos ellos, los grandes patriarcas, están vivos”. Hoy, frente a esta reflexión que nos presenta el evangelio, nos preguntamos ¿qué sentimos frente a la experiencia humana de la muerte?, ¿acaso no hemos visto el avance paulatino de enfermedades, su presencia brutal en accidentes, sus manifestaciones en tantas formas de violencia, de guerra, de injusticias, de violación de derechos de las personas, y así la muerte se vuelve uno de los más punzantes problemas humanos? Hoy nos preguntamos ¿si acaso las ciencias humanas, la filosofía, la historia de las religiones, han dado respuestas más o menos convincentes al enigma de la muerte?, ¿la muerte es final o es comienzo? nos preguntamos. ¿Nos espera una vida distinta o la nada después de la muerte?, ¿somos aniquilados o transformados?, ¿al final de la vida nos encontraremos con el vacío o con Dios? Cualquiera puede formular estos interrogantes, sin embargo, decimos desde la misma liturgia exequial, la liturgia católica: “Que la vida de los que en ti creemos, Señor Jesús, no termina, no finaliza, simplemente se transforma”. Y aunque sentimos a veces miedo visceral, hay silencio frente a un tabú, a veces un fatalismo estoico ante un hecho natural e inevitable, a veces la actitud hedonista: “Comamos y bebamos que mañana moriremos”, cierta rebeldía, cierta náusea existencial al decir de un filósofo existencialista como Jean Paul Sartre: “Nos espera la convicción de que la inmortalidad y la resurrección, la vida plena con Dios, es la gran certeza del cristiano”. En definitiva, la muerte es un nuevo nacimiento, nunca lo olvides, un nacimiento a la vida eterna, a la vida de comunión plena con el amor de Dios. La muerte sólo la temen aquellos que han vivido mal, aquellos que han vivido con egoísmo, con codicia para sí mismos; pero un hombre que ha entregado su vida en amor, servicio, fraternidad, justicia y solidaridad no teme la muerte. Mira el ejemplo de la vida de los santos que nunca temieron la muerte y, por el contrario, decían, por ejemplo, como santa Teresa de Jesús: “Tan alta vida espero, que muero porque no muero”. También recordamos a Teresita del Niño Jesús cuando decía a sus compañeras del Carmelo en Francia: “No lloren por mi ahora que me ven agonizando, yo no muero, yo entro en la verdadera vida”. Hoy este evangelio nos invita a dejar el temor frente a la muerte, temen la muerte los hombres de a pie, los hombres vulgares, sin trascendencia, sin espiritualidad en sus almas, en sus corazones. Pero un hombre que tiene una fe puesta en Dios, sabe que Jesús no defrauda, que Jesús, revelación de Dios, es el gran Resucitado de la historia humana y que en Él tenemos la plena confianza de que, si vivimos con fe, con esperanza y con amor, alcanzaremos a superar la muerte y viviremos la vida plena, la vida de amor, la vida de felicidad en total comunión con Dios. Que el Señor, que es rico y abundante en misericordia y amor, te bendiga en este día, en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.
Keywords
Comunión plena con el amor de Dios, El Señor no defrauda, El sentido de la muerte, La vida no finaliza, La vida no termina, La vida se transforma, Nuevo nacimiento a la vida, San Lucas, Vida eterna, Biblia, Evangelio
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