¡Yo soy el pan de vida!

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2024-04-18
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REFERENCIA BÍBLICA DEL EVANGELIO Juan 6, 44-51 Lectura del día de hoy Lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles 8, 26-40 En aquellos días, un ángel del Señor habló a Felipe y le dijo: «Levántate y marcha hacia el sur, por el camino de Jerusalén a Gaza, que está desierto». Se levantó, se puso en camino y, de pronto, vio venir a un etíope; era un eunuco, ministro de Candaces, reina de Etiopía e intendente del tesoro, que había ido a Jerusalén para adorar. Iba de vuelta, sentado en su carroza, leyendo al profeta Isaías. El Espíritu dijo a Felipe: «Acércate y pégate a la carroza». Felipe se acercó corriendo, le oyó leer el profeta Isaías, y le preguntó: «¿Entiendes lo que estás leyendo?». Contestó: «¿Y cómo voy a entenderlo si nadie me guía?». E invitó a Felipe a subir y a sentarse con él. El pasaje de la Escritura que estaba leyendo era éste: «Como cordero fue llevado al matadero, como oveja muda ante el esquilador, así no abre su boca. En su humillación no se le hizo justicia. ¿Quién podrá contar su descendencia? Pues su vida ha sido arrancada de la tierra». El eunuco preguntó a Felipe: «Por favor, ¿de quién dice esto el profeta?; ¿de él mismo o de otro?». Felipe se puso a hablarle y, tomando pie de este pasaje, le anunció la Buena Nueva de Jesús. Continuando el camino, llegaron a un sitio donde había agua, y dijo el eunuco: «Mira, agua. ¿Qué dificultad hay en que me bautice?». Mandó parar la carroza, bajaron los dos al agua, Felipe y el eunuco, y lo bautizó. Cuando salieron del agua, el Espíritu del Señor arrebató a Felipe. El eunuco no volvió a verlo, y siguió su camino lleno de alegría. Felipe se encontró en Azoto y fue anunciando la Buena Nueva en todos los poblados hasta que llegó a Cesarea. Palabra de Dios. Te alabamos Señor. Salmo del día de hoy Salmo 66 (65), 8-9. 16-17. 20 R/. Aclama al Señor, tierra entera. Bendigan, pueblos, a nuestro Dios; hagan resonar sus alabanzas, porque Él nos ha devuelto la vida y no dejó que tropezaran nuestros pies. R/. Los que temen a Dios, vengan a escuchar, les contaré lo que ha hecho conmigo: a él gritó mi boca y lo ensalzó mi lengua. R/. Bendito sea Dios, que no rechazó mi súplica ni me retiró su favor. R/. Evangelio del día de hoy Lectura del santo Evangelio según San Juan 6, 44-51 En aquel tiempo, dijo Jesús al gentío: «Nadie puede venir a mí si no lo atrae el Padre que me ha enviado. Y yo lo resucitaré en el último día. Está escrito en los profetas: “Serán todos discípulos de Dios”. Todo el que escucha al Padre y aprende, viene a mí. No es que alguien haya visto al Padre, a no ser el que está junto a Dios: ése ha visto al Padre. En verdad, en verdad les digo: el que cree tiene vida eterna. Yo soy el pan de la vida. Sus padres comieron en el desierto el maná y murieron; este es el pan que baja del cielo, para que el hombre coma de él y no muera. Yo soy el Pan vivo que ha bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre. Y el pan que yo daré es mi carne por la vida del mundo». Palabra del Señor». Gloria a ti Señor Jesús.
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TRANSLITERACIÓN REFLEXIÓN PADRE CARLOS YEPES La primera lectura de hoy del capítulo 8 del libro de los Apóstoles, nos muestra la urgencia de catequizadores, de maestros, de instructores, que, con paciencia, sabiduría y sobre todo con experiencia de Dios, puedan ir formando, educando, instruyendo en la fe a sus semejantes. Nos presenta el episodio de hoy un interesante pasaje, donde el Espíritu lleva al apóstol Felipe en el camino de Jerusalén a Gaza que está en el desierto, al encuentro con un hombre eunuco, que servía como intendente del tesoro a la reina de Etiopía en África. En efecto el Espíritu que arrastra a Felipe le dice: “Acércate y pégate a la carroza”, allí escucha al eunuco que está leyendo un texto del profeta Isaías. Felipe le interroga y le pregunta: “¿Entiendes lo que lees?”, y el hombre de manera espontánea afirmará: ¿Cómo voy a entender lo que leo, si nadie me guía, ni me lo explica?” Hoy cuantas almas por el mundo se sienten huérfanas de pastores y valga la redundancia, pastoras, hombres y mujeres que, con paciencia, amor, instrucción, podamos enseñar a los demás la fe potente en aquel en quien no hay engaño, en aquel en quien hay vida en plenitud, Jesucristo. Empecemos por un desafío que está muy cerca entre los tuyos, en el seno de tu familia. Para nadie es un secreto, que hoy asistimos a un quiebre generacional en la transmisión de la fe, porque los papás quizás muy ocupados trabajando, quizás con un poco de ignorancia religiosa, quizás con una débil experiencia de Dios, no saben dar razones y argumentar, porque creen que nuestro jóvenes, (sus hijos), sobre todo en la adolescencia, en la tierna edad de la vida, la juventud, a veces arrastrados por cualquier ideología que les ofrecen en el mundo de las redes sociales, se apartan por muchos años de la fe. Hoy se necesitan papás y mamás que, instruyendo con sabiduría a sus hijos, les hablen con claridad, pero sobre todo con convicción, de lo que Dios ha hecho en sus vidas, sanándoles el cuerpo y el alma, liberándoles de ataduras y cárceles interiores, redimiéndoles de cegueras de las cuales ustedes mismos no eran conscientes. Felipe instruyó al eunuco, intendente o ministro de la reina de Candace en Etiopía, y luego el hombre entenderá que lo que leía del profeta Isaías, no se aplica directamente sobre él, sino sobre la pasión de Cristo, y que así estaba profetizado, anunciado de siglos atrás. Como consecuencia de esta instrucción, el hombre pedirá el bautismo, ser bañado en la vida divina, en la vida nueva que solo Dios nos puede dar. Pero pasemos al evangelio, donde estamos leyendo desde la semana anterior el capítulo 6 de san Juan, y encontramos cómo Jesús reconoce la radical impotencia del ser humano, que, sin la acción del Espíritu del Padre de los cielos, no puede conocer, ni reconocer, mirar y admirar, la obra de Jesucristo en su vida. En efecto dirá san Juan: “Nadie puede venir a mí, en palabras de Jesús, si no lo atrae mi Padre que me ha enviado”. Pero también continúa su reflexión y afirmará: “Que todo el que escucha al Padre Dios y aprende, viene a Jesús”, y dirá una afirmación lapidaria: “El que cree tiene vida eterna”. Pero ¿creer en quién?, ¿creer en qué?, se repite la afirmación de estos días cuando Jesús auto manifestándose, auto revelándose a los suyos afirmará: “Yo soy el Pan de la vida”. Jesús no encontró una manera más sabia y más perfecta, de entregarse totalmente a la humanidad, a ti y a mí de manera particular como alimento de vida, y en la sencillez de un pan que se consagra en cada Eucaristía, se nos da como nutriente por excelencia para el alma. Y afirmará: “Que el pan que comieron el pueblo de Israel en el desierto siglos atrás, es un pan que no es capaz de dar vida eterna porque igual los hombres y mujeres de Israel en el desierto, al final murieron”. Y Jesús hará la manifestación, la revelación más alta de todas: “En la simplicidad de un pedazo de pan, está la vida en plenitud” y afirmará: “El que coma se entiende con fe, este pan, el que lo reciba cada día, vivirá, vivirá para siempre”. Cuando en el mundo nos aterra la idea de la muerte, cuando es un concepto tabú, cuando no queremos saber del final de nuestra historia, cuando vemos la realidad tozuda de la muerte por las guerras, por las pandemias, por la vejez, por un accidente, por un acto de violencia en nuestras ciudades, siempre tememos esta realidad; pero Jesús, presentándose como el Pan de la vida y pidiéndonos que lo comamos cada día con fe, nos hace una promesa que se cumple: “Vivirás para siempre, eternamente estarás con Dios, no habrá la condenación, ni la muerte eterna de tu alma, de tu vida espiritual”. Medita en esta reflexión, no son palabras lanzadas al vacío, es la experiencia que muchos, miles, millones de cristianos a lo largo de 2000 años de historia de fe, han vivido al comulgar la Eucaristía y encontrar fuerza, mucha fuerza espiritual, en sus momentos de debilidad, al encontrar en la Eucaristía consuelo, mucho consuelo y paz, en sus momentos de tristeza y turbación, y al encontrar luz y guía en sus vidas, cuando nos sentimos desconcertados, confusos, sobre qué decisión importante vamos a tomar en nuestra vida. Cuando tu madre, tu abuela, una tía, un tío, van con frecuencia a la Eucaristía, cuando de pronto su memoria se ha perdido en el tiempo y ellos aparentemente han muerto porque has participado de su misa exequial, créelo, su vida espiritual, la de esa madre, abuela, tía, perviva en el tiempo. Tal vez en tus años de juventud viviendo locamente en el mundo, no entendías la fuerza, ni la razón de por qué este familiar o ser querido participaba asiduamente de la Eucaristía, pero créeme que ellas y ellos sí lo entendieron, que en la Eucaristía está Jesús, el Pan de vida, y que si lo comemos porque nuestro corazón está abierto y con fe a recibirlo, sabemos que no moriremos para siempre, sino que por el contrario, más allá de la muerte temporal de nuestro cuerpo, nuestro espíritu vivirá, vivirá siempre en el amor de Dios. Que el Señor bendiga tu vida, te dé inteligencia de fe para entender este misterio tan grande, y te bendigo en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
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Consuelo, Fuerza, Pan de vida eucarístico, Paz, Vida eterna, Biblia, Evangelio
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