¡Tenían un solo corazón!

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2024-04-09
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REFERENCIA BÍBLICA DEL EVANGELIO Juan 3, 7b-15 Lectura del día de hoy Lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles 4, 32-37 El grupo de los creyentes tenía un solo corazón y una sola alma: nadie llamaba suyo propio nada de lo que tenía, pues lo poseían todo en común. Los apóstoles daban testimonio de la resurrección del Señor Jesús con mucho valor. Y se les miraba a todos con mucho agrado. Entre ellos no había necesitados, pues los que poseían tierras o casas las vendían, traían el dinero de lo vendido y lo ponían a los pies de los apóstoles; luego se distribuía a cada uno según lo que necesitaba. José, a quien los apóstoles apellidaron Bernabé, que significa: hijo de la consolación, que era levita y natural de Chipre, tenía un campo y lo vendió; llevó el dinero y lo puso a los pies de los apóstoles. Palabra de Dios. Te alabamos Señor. Salmo del día de hoy Salmo 93 R/. El Señor reina, vestido de majestad El Señor reina, vestido de majestad; el Señor, vestido y ceñido de poder. R/. Así está firme el orbe y no vacila. Tu trono está firme desde siempre, y tú eres eterno. R/. Tus mandatos son fieles y seguros; la santidad es el adorno de tu casa, Señor, por días sin término. R/. Evangelio del día de hoy Lectura del santo Evangelio según san Juan 3, 7b-15 En aquel tiempo, dijo Jesús a Nicodemo: Tienen que nacer de nuevo; el viento sopla donde quiere y oyes su ruido, pero no sabes de dónde viene ni adónde va. Así es todo el que ha nacido del Espíritu. Nicodemo le preguntó: ¿Cómo puede suceder esto? Le contestó Jesús: ¿Tú eres maestro de Israel, y no lo entiendes? En verdad, en verdad te digo: hablamos de lo que sabemos y damos testimonio de lo que hemos visto, pero ustedes no reciben nuestro testimonio. Si les hablo de las cosas terrenas y no me creen, ¿cómo creerán si les hablo de las cosas celestiales? Nadie ha subido al cielo, sino el que bajó del cielo, el hijo del hombre. Lo mismo que Moisés elevó la serpiente en el desierto, así tiene que ser elevado el hijo del hombre, para que todo el que cree en él tenga vida eterna. Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.
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TRANSLITERACIÓN REFLEXIÓN PADRE CARLOS YEPES El libro de los Hechos o actos de los Apóstoles, que durante todo el tiempo de la Pascua venimos leyendo, nos habla de la vida cristiana naciente, de la Iglesia en semilla y como va creciendo en el mundo. Y quizás no hay un texto más hermoso, más elocuente, más diciente, de lo que era el espíritu de las primeras comunidades cristianas. En efecto, en esta primera lectura de Hechos de los Apóstoles, capítulo cuatro, destacamos tres momentos centrales. El primero, nos habla de cómo el grupo de los creyentes en Cristo, los seguidores del nuevo camino, nos dice de manera poética y si se quiere profética: “Tenían un solo corazón y una sola alma, nadie llamaba suyo propio nada de lo que tenía, pues lo poseían todo en común. No había egoísmos humanos y, sobre todo, no había sed de avaricia, de acumulación de bienes”. Nos parece imposible esta vida, es más, nos resulta escandalosa, cuando entendemos la vida como simplemente poseer, atesorar, acumular y todo esto por encima de los demás y al precio que tengamos que pagar. Así era la acción del Espíritu de Cristo resucitado en los primeros creyentes, que, rompiendo esta condición tan humana de la posesividad, de la avaricia de los bienes y de las cosas, nos presenta un cristianismo naciente que era una maravilla de comunión humana, donde eran un solo corazón, una sola alma. Pero esta primera lectura nos presenta una segunda característica, los creyentes, los seguidores del nuevo camino, a los que luego se les llamaría cristianos, daban testimonio de la resurrección de Cristo con mucho valor. No sentían a Jesús como una idea, como un concepto. No sentían a Jesús como un muerto, un hombre que fue muy bueno, pero ya falleció; por el contrario, con sus vidas, con su ejemplo, con sus decisiones, con sus actuaciones, testimoniaban cómo Jesús vivía en ellos. Y más allá de algunas oposiciones, que luego serían persecuciones crueles, con mucho coraje, hablaban de la vida nueva de Jesús dentro de cada uno de ellos y en el seno de la comunidad. De hecho los Padres de la Iglesia, nos hablan de cómo se reunían estos primeros creyentes en casas a puerta cerrada, por temor a las autoridades judías, que los miraban con sospecha, y cuando salían de celebrar la Eucaristía, los veían alegres, gozosos, caminar por las calles sin temores, llenos de coraje y parresía, y se preguntaban los paganos, entre ellos romanos y judíos: “¿Quiénes son estos loquitos?, ¿quiénes son?”, y ellos decían: “Se llaman entre sí creyentes de un nuevo camino y hablan de un muerto, Jesús, que ellos juran, ellos juran que está vivo”. Hoy, en el siglo XXI, ¿tú perteneces a ese grupo de “loquitos” (entre comillas), que juras que Jesús vive?, o ¿eres de esa masa amorfa, tibia espiritualmente, mediocre, sin horizonte, que sientes que Jesús fue un hombre muy bueno pero que pasó a la historia y que ya no se tiene vida y experiencia nueva de Él?, es una interrogante muy actual para nuestros días. Finalmente, en la primera lectura encontramos, que en estas comunidades cristianas nacientes, nadie pasaba necesidades, porque todos los que tenían casas, tierras, fincas, con gran libertad frente a los bienes, vendían sus propiedades, traían el dinero de lo vendido y lo ponían a los pies de los apóstoles, y ellos con sabiduría, distribuían estos bienes a cada miembro de la comunidad cristiana naciente, según sus necesidades. De hecho, se habla concretamente de José, (a quien los apóstoles apellidaron Bernabé), y él tenía un campo en Chipre, y allí lo vendió para entregar el dinero y darlo a los apóstoles. Esto es verdaderamente revolucionario, esto nos parece socialismo puro y duro, y es simplemente evangelio, porque en el socialismo de alguna manera, a veces hay redistribución de la riqueza, pero con mucho resentimiento, odio y confrontación con los que tienen algo. Mientras en el evangelio, hay una distribución de los bienes simplemente por amor, por gratuidad, sin confrontación nace esta distribución de los bienes, del amor y la generosidad que el Resucitado genera en nuestra vida. Por eso y con razón, el salmo de hoy es bellísimo y muestra como el Señor reina vestido de majestad en esas comunidades nacientes, y es la verdad, el reinado de Dios es comunión (común, unión), el reinado de Dios es generosidad, el reinado de Dios es justicia, el reinado de Dios es compartir, porque sabemos que la vida definitiva nos espera con Dios y que atesorar y acumular en el mundo, al final no nos hace más ricos o más pobres, sino simplemente esclavos y amedrentados llenos de miedo, por aquello que hemos atesorado y que nos da miedo perder. Terminamos nuestra reflexión mirando el evangelio de hoy, de san Juan en el capítulo 3, cuando Jesús, hablando de la vida nueva dice a Nicodemo: “Sólo es posible esta vida nueva, si nacemos de nuevo, y esta vida nueva es como el viento que sopla donde quiere y cuando quiere, pero no sabes de dónde viene y a dónde va, es caprichosa o si se quiere graciosa y gratuita”. “Así es todo el que ha nacido del Espíritu”, dirá Jesús a Nicodemo, y es lo que vivieron los primeros cristianos, la vida nueva que los llevó a ser libres frente a sí mismos, su ego, libres frente apegos afectivos y relaciones tóxicas y libres frente a las cosas materiales del mundo. Pero Jesús, ante la pregunta de Nicodemo: “¿Cómo puedo nacer de nuevo?, ¿cómo puede suceder esto?”, y Jesús le dice a Nicodemo: “En verdad, en verdad te digo, hablamos de lo que sabemos del Padre Dios y damos testimonio de lo que hemos visto, pero el mundo no recibe nuestro testimonio”. En el fondo Jesús ratifica la certeza de la sabiduría que enseña, la profunda libertad del corazón, pero entiende que el mundo, en sus lógicas que cree inteligentes y astutas, y que no son más que engañosas y obtusas, no es capaz de conocer y de reconocer, la sabiduría más alta y la justicia más alta que es la que propone el evangelio. Concluirá precisamente san Juan, en el capítulo 3 de hoy afirmando: “Que, así como Moisés, elevó la serpiente en lo alto de un estandarte en el desierto para sanar a muchos, así Jesús tendrá que ser elevado en el estandarte de la cruz en el Gólgota sin que lo diga de manera explícita, para que todo el que cree en el Crucificado y lo reciba en su corazón y en su vida, tenga vida plena, la vida divina que san Juan llama la vida eterna”. ¿Sientes que tu vida ha perdido sentido?, ¿estás en esta encuesta mundial que salió por estos días, donde se habla del burnout o del cansancio existencial de hombres y mujeres en todas las naciones acosados por el estrés, el uso excesivo de tecnologías, los compromisos, la competitividad que no te da tiempo sino para formarte y competir frente a tus semejantes? Descubre que hay una vida nueva que sólo ofrece Jesús y que cuando lo contemples en lo alto del estandarte de la cruz y creas en Él, creas en su Palabra, le creas a su mensaje, tendrás la vida abundante que Él ha prometido, la vida en plenitud que no es meramente la vida del mundo, una vida distinta que empieza en lo profundo de tu ser, recordando lo que decía Jesús: “El Reino de Dios no está fuera, sino dentro de ustedes y están llamados a compartirlo con los demás, para que ahí sí, renovar el mundo, pero la renovación no viene de afuera hacia adentro, sino que la renovación de la humanidad y de esta humanidad en crisis, viene de adentro del ser hacia afuera”. El Señor te bendiga en abundancia, con luz y sabiduría en este día, en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.
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Amor, Distribución de bienes, Gratitud, Iglesia naciente, Iglesia primitiva, Primeras comunidades católicas, Un solo corazón, Una sola alma, Testimonio de Resurrección, Biblia, Evangelio
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