¡Domingo de la Divina Misericordia!
Date
2024-04-07
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REFERENCIA BÍBLICA DEL EVANGELIO
Juan 20, 19-31
Primera lectura del día de hoy
Lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles 4, 32-35
El grupo de los creyentes tenía un solo corazón y una sola alma: nadie llamaba suyo propio nada de lo que tenía, pues lo poseían todo en común. Los apóstoles daban testimonio de la Resurrección del Señor Jesús con mucho valor. Dios los miraba a todos con mucho agrado. Entre ellos no había necesitados, pues los que poseían tierras o casas las vendían, traían el dinero de lo vendido y lo ponían a los pies de los apóstoles; luego se distribuía a cada uno según lo que necesitaba. V/. «Palabra de Dios». R/. «Te alabamos Señor».
Salmo del día de hoy
Salmo 118 (117),2-4.15c-16a y 17-18.22-24
R/. Den gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia.
Diga La Casa de Israel: eterna es su misericordia. Diga la casa de Aarón: eterna es su misericordia. Digan los que temen al Señor: eterna es su misericordia. /R.
La diestra del Señor es poderosa, la diestra del Señor es excelsa. No he de morir, viviré para contar las hazañas del Señor. Me castigó, me castigó el Señor, pero no me entregó a la muerte. /R.
La piedra que desecharon los arquitectos es ahora la piedra angular. Es el Señor quien lo ha hecho, ha sido un milagro patente. Este es el día que hizo el Señor: sea nuestra alegría y nuestro gozo. /R.
Segunda lectura del día de hoy
Lectura de la primera carta del apóstol San Juan 5,1-6
Queridos hermanos: Todo el que cree que Jesús es el Cristo ha nacido de Dios; y todo el que ama al que da el ser, ama también al que ha nacido de Él. En esto conocemos que amamos a los hijos de Dios y cumplimos sus mandamientos. Pues en esto consiste el amor de Dios: en que guardemos sus mandamientos. Y sus mandamientos no son pesados, pues todo lo que ha nacido de Dios vence al mundo. Y lo que ha conseguido la victoria sobre el mundo es nuestra fe. ¿Quién es el que vence al mundo, sino el que cree que Jesús es el Hijo de Dios? Este es el que vino por el agua y la sangre: Jesucristo. No solo en el agua, sino en el agua y en la sangre; y el Espíritu es quien da testimonio, porque el Espíritu es la verdad. «Palabra de Dios. Te alabamos Señor»
Evangelio del día de hoy
Lectura del Santo Evangelio según San Juan 20, 19-31
Al anochecer de aquel día, el primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo: «Paz a ustedes». Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús repitió: «Paz a ustedes. Como el Padre me ha enviado, así también los envío yo». Y, dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo: «Reciban el Espíritu Santo; a quienes les perdonen los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengan, les quedan retenidos». Tomás, uno de los Doce, llamado el Mellizo, no estaba con ellos cuando vino Jesús. Y los otros discípulos le decían: «Hemos visto al Señor». Pero él les contestó: «Si no veo en sus manos la señal de los clavos, si no meto el dedo en el agujero de los clavos y no meto la mano en su costado, no lo creo». A los ocho días, estaban otra vez dentro los discípulos y Tomás con ellos. Llegó Jesús, estando cerradas las puertas, se puso en medio y dijo: «Paz a ustedes». Luego dijo a Tomás: «Trae tu dedo, aquí tienes mis manos; trae tu mano y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente». Contestó Tomás: «¡Señor mío y Dios mío!» Jesús le dijo: «¿Porque me has visto has creído? Bienaventurados los que crean sin haber visto». Muchos otros signos, que no están escritos en este libro, hizo Jesús a la vista de los discípulos. Estos han sido escritos para que crean que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y para que, creyendo, tengan vida en su Nombre.
Palabra del Señor. Gloria a ti Señor Jesús
Description
TRANSLITERACIÓN REFLEXIÓN PADRE CARLOS YEPES
Celebramos en este segundo domingo de Pascua, el llamado: ¡Domingo de la Divina Misericordia!, instituido por el gran Juan Pablo II, en el año 2000; y se nos ha invitado a orar la novena a la Divina Misericordia, que se ha empezado en Viernes Santo y se concluye precisamente para este gran domingo.
Más allá del evangelio de san Juan, capítulo 20, que nos habla de la aparición de Jesús a sus discípulos, (primero sin Tomás y luego con él) y la invitación a Tomás a ser un hombre creyente, descubramos a propósito de la fiesta que para el mundo entero celebramos: el ¡Domingo de la Divina Misericordia!, lo que hemos llamado el decálogo, diez palabras, ¡Decálogo de la Misericordia Divina!, una sencilla síntesis sobre uno de los misterios más grandes de nuestra fe, al decir de que Dios, el Nombre de Dios, es misericordia.
Primera palabra de diez, la misericordia es sobre todo una gracia, un regalo de Dios. Hay que pedir esa capacidad de mirar las personas, las situaciones y acontecimientos de la vida, como los mira Jesús, recordando la carta de Pablo a los Filipenses cuando se nos invita, a tener los mismos sentimientos de Cristo Jesús, podríamos decir, tener la misma mirada de Cristo Jesús sobre las personas, que es sobre todo una mirada compasiva, una mirada misericordiosa, y cuánto nos falta a los hombres que a veces, no pocas veces, somos tan duros de corazón.
En una segunda palabra, la misericordia es un mandato expreso de Jesús. En efecto, nos dirá en el evangelio: “Sean misericordiosos, sean compasivos, como mi Padre del cielo es misericordioso, es compasivo”. No se trata, pues, de una opción de vida, sino de un mandato expreso de Jesús.
En una tercera regla de oro encontramos que el camino más seguro de santidad y de conversión es la misericordia, no en vano, en el capítulo 5 de san Mateo se nos dice: “Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia de Dios”. Aunque en lo humano encontramos que el mundo no es misericordioso, que los matrimonios se divorcian por falta de misericordia entre los cónyuges, que las familias se dividen y dejan de hablar por falta de misericordia entre hermanos, que los medios de comunicación no son misericordiosos juzgando con ligereza, condenando y crucificando aquí y allá a uno y otro personaje cada día, el Señor nos invita como un camino seguro de santidad y de conversión, a tener prudencia en los juicios, a no juzgar con dureza, a ser compasivos con el que sufre, a ser misericordiosos con el que se equivoca, con el pecador.
En una cuarta palabra o regla de oro, encontramos que la misericordia es un principio de realidad, que hace que la condición humana pueda ser más fácilmente apreciable. Es que todos, y nunca lo olvidemos, fuimos hechos del barro de la tierra, nos equivocamos, somos cambiantes, frágiles y quebradizos como el barro. Por eso la persona que es muy rígida no convive fácilmente con nadie, la persona que es muy dura, muy estricta, muy psicorígida, probablemente dirá: moriste para mí y la matas psicológicamente, ya no cuentas más en mi vida, hasta hoy fuiste mi hijo, hasta hoy fuiste mi padre, hasta hoy fuiste mi hermano, hasta hoy exististe en mi vida. Esa misericordia que es un principio de realidad de la condición de barro que nos acompaña a todos, nos ayudaría muchísimo a reconocer que en el otro más allá de exigir perfección, tenemos que tener compasión.
En una quinta regla de oro, la misericordia es un puente de unión, o podríamos decir un puente de comunión entre las personas, más allá de que tengamos conflictos, diferencias, de que pensemos de manera distinta, aunque haya divisiones; si uno no es misericordioso no superará ningún conflicto, desavenencia, dificultad en la vida.
En una sexta regla, la misericordia es un sello seguro a la lengua. Cuántas idioteces hablamos en un momento de rabia, de calentura en la cabeza; cómo hay discursos de odio en las redes sociales, cómo se polarizan las sociedades a partir de los mismos líderes políticos; cómo nos enceguecen, nos distancian y endurecen el corazón, estos discursos divisionistas entre ricos y pobres, empleados y empleadores, hombres y mujeres, alfabetos y analfabetas. Solamente el hombre misericordioso es capaz de ser prudente, de disimular el defecto ajeno, de callar frente al pecado del otro y más bien orar por su conversión, de mirar con compasión las miserias ajenas, porque conoce su condición personal, su propio pecado. Muy en la línea de lo que les dirá Jesús a los judíos a propósito de la mujer que querían matar apedreándola: “El que esté libre de pecado, el que no tenga culpa, que lance la primera piedra”. Cómo apedreamos con la lengua, cómo hablamos de los demás muchas veces lo que no es, olvidando que nosotros mismos, todos somos un costal de pecados.
En una séptima palabra reconocemos, que la misericordia sólo se alcanza por el autoconocimiento, que nos lleva a la verdad profunda de nuestro ser y a la humildad del corazón. Es que el hombre sabio que es humilde no juzga de nadie; por el contrario, el hombre soberbio que es necio, juzga de todos y funge como juez de todo, creyéndose mejor que los demás. Pobre ignorante que no se conoce en profundidad.
En una octava regla de oro, el perdón de corazón es la expresión máxima de misericordia; cuando perdonamos hay paz, cuando perdonamos hay alegría, cuando perdonamos hay vida nueva en nosotros. Y Jesús nos enseñó, y Jesús vivió el perdón aun agonizando en la cruz, que por misericordia aprendamos a decir como el Cristo: “Perdónales porque no saben lo que hacen”.
En una novena y penúltima palabra, la misericordia tiene expresiones concretas, en lo que la Iglesia ha llamado las obras de Misericordia corporales: dar de comer al hambriento, dar de beber al sediento, acoger al peregrino, visitar al enfermo, vestir al desnudo, acompañar al cautivo. Y también las obras de Misericordia espirituales: consolar al triste, perdonar las injurias, orar por los vivos y difuntos, sobrellevar con paciencia los defectos de los demás.
Aprendamos de estas obras de Misericordia corporales, siete y obras de Misericordia espirituales, siete.
En una décima y última palabra, nunca olvides que la misericordia nos abre a la bendición de Dios. Es que sólo quien da misericordia a otros, recibe la misericordia de Dios. Nunca, nunca podremos olvidar las parábolas cuando Jesús nos dice: “Sólo si perdonas de corazón, Dios Padre te perdonará”.
En este día por excelencia y con esto concluimos, digámosle a Jesús crucificado y al Padre de los cielos, ¡que por la dolorosa Pasión de Jesús, tenga misericordia de nosotros y tenga misericordia del mundo entero!
Y que el Señor por su misericordia te bendiga en este día, en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.
Keywords
Camino de conversión, Camino de santidad, Divina Misericordia, Expresión de Misericordia, Gracia, Misericordia, Perdón de corazón, Regalo de Dios, Biblia, Evangelio